RUTA DE LA SEDA
(5) KHIVA
Sin darme cuenta llego a Khiva, frente a las murallas de Khiva. Subo a las
murallas y contemplo la puesta de sol. Los minaretes y otros edificios
adquieren un bello color rosado. Mañana veré detenidamente los monumentos de la
antigua Khiva.
Es por la mañana temprana. Una mujer y un chiquillo están con su cabra
al borde de la carretera. Un poco más allá unos hombres sacrifican una oveja
bajo los árboles en dirección a la Meca. Al
fondo de una calleja surge poderoso un minarete.
Enseguida entramos en el recinto
amurallado. La gran torre de Khiva se choca con nosotros. Sus colores son fragmentos
de distintos trozos de cielo a distintas horas del día.
Khiva es como un suspiro. Es como el último suspiro de un soñador. De un soñador que quisiera hacer revivir el mundo de las mil y una noches. Khiva tal como se ve hoy es de los siglos XVIII y XIX, pero recoge todo lo fantástico y mágico de épocas anteriores; Palacios con patios llenos de azulejos y columnas de madera de olmo traídas de las montañas del sur, techos decorados de mil y un colores.
Khiva es como un suspiro. Es como el último suspiro de un soñador. De un soñador que quisiera hacer revivir el mundo de las mil y una noches. Khiva tal como se ve hoy es de los siglos XVIII y XIX, pero recoge todo lo fantástico y mágico de épocas anteriores; Palacios con patios llenos de azulejos y columnas de madera de olmo traídas de las montañas del sur, techos decorados de mil y un colores.
Torres y altas terrazas desde las que
se domina toda la ciudad y desde las que se ve la casa, la ventana o la terraza
de la amada o del amado, o desde la que se envía o se recibe la paloma
mensajera con las notas anheladas.
Madrasas con fachadas de mil y un
azulejos donde estudiar era la ocupación
de gran parte de la población pues el número de madrasas es enorme.
Minaretes de mil y una formas y mil y
un colores. Minaretes que son como faros para orientar al viajero en la ciudad
a la vez que son un elemento decorativo
urbano de primerísimo orden.
Puertas labradas de mil y una maneras
diferentes, pero todas ellas labradas con mimo, con cariño, con ilusión, en un
intento de que la belleza empiece a la entrada de la casa y de que el paseante
o viajero se asombre con la belleza de esas mil y una puertas.
Palacio
del último Kan con patios llenos de azulejos, donde hoy en día, como para darle
vida, como para que no se olvide su antiguo esplendor, varios músicos ensayan
su música y varias mujeres tejen no sé qué. Palacio que aún conserva el
edificio del harem, que es una autentica jaula de oro, pero jaula al fin y al
cabo, con las ventanas hechas para que ni la vista pueda pasar de fuera
adentro. Sólo el aire, la luz y el Kan podían pasar.
Mezquitas
antiguas, llenas de columnas de madera. Mezquitas oscuras, donde no hay nada
que distraiga o de la oración, o de la lectura o de la meditación. Mezquitas
que sin querer me hacen recordar a la de Córdoba por lo de las columnas, aunque
el parecido es nulo.
Mercado junto a las murallas. Mercado
de todo. De frutas y verduras: pimientos, guindillas, berenjenas, melones,
calabazas, manzanas; de pajaritos; de productos de belleza; de galletas; de
ropa; de material escolar; de… de todo.
Ancianos
que parecen sacados de las ilustraciones de los cuentos que leía de niño y de
jovencito, ancianos con barba y turbante, ancianos con cara amable y risueña.
Y luego la calle. Calle con gente que
va y viene, vendedores ambulantes ciegos que piden limosna, gente que habla, y
todo ello con un decorado de cúpulas, de minaretes, de puertas de madrasas, de
murallas, de arcos y de los colores de la ropa de la gente.
La cúpula del mausoleo y tumba de
Pahlavon Mahmud destaca desde lejos. Por dentro es un lujo de azulejos entre
los espacios lujosos donde los haya. Lugar imponente porque impone solemnidad,
respeto, silencio y paz. Y junto a la gran tumba hay otras de familiares. Y todas disfrutan del mismo
ambiente de solemnidad, respeto, silencio y paz. Es como si al igual que todo
lo compartieron en vida igual comparten todo en la muerte. Este es un edificio
vivo para albergar a unos muertos.
Mi
estancia en Khiva ha terminado. Recorro las últimas callejas camino del hotel.
Esta tarde volamos a Tashkent. Y aquí me pregunto ¿Y no es todo este mundo como
una gran ilusión? ¿Y no es todo este mundo como un suspiro del mundo de las mil
y una noches? ¿De un mundo que se acaba y ya no volverá? ¿O quizá este mundo
existía desde siempre y para siempre y las mil y una noches no son más que un
suspiro de este mundo?