POR LA
COSTA BRAVA (5)
Es domingo, un buen día para ir a GERONA pues así tendré menos problemas
para aparcar. Los catalanes son madrugadores y a primera hora ya hay bastante
gente por la calle.
Aunque estoy en la parte antigua de la ciudad todo lo veo
muy nuevo y muy restaurado. Es curioso, pues a pesar de estar así se nota que
todo es antiguo, y se nota por lo diferentes que son unos edificios de otros,
por la disposición de las ventanas, por… quizá por un aire de siglos que parece
circular por estos lugares.
Gerona lo asocio con el Episodio Nacional de Galdós
del mismo nombre y que leí de jovencito, creo que cuando estudiaba 6º de
bachillerato. Cuando viene por primera vez, hace casi 30 años, todo estaba más
viejo, más decrépito, y la ciudad se parecía más a la que había imaginado
leyendo el libro.
Hoy, a orillas del Ter, me acuerdo de aquello. No sé por qué.
La catedral me vuelve a parecer chulísima y
diferente al resto de las catedrales españolas. La influencia francesa es
clarísima, pero esta no es una catedral alegre y luminosa, es solemne y
misteriosa, con un cierto aire de no sé qué.
Y aquí me vuelvo a encontrar con uno de mis
grandes amores: con el arte románico.
El claustro es maravilloso, pero lo que
más me vuelve a maravillar es el museo catedralicio con El Beato y El tapiz de
la Creación. El Beato está abierto por una de esas maravillosas ilustraciones
llenas de color y fantasía propias de la mejor pintura románica. Ahora que veo
esto me acuerdo del fovismo y del surrealismo y pienso en como los humanos
damos vueltas y vueltas a lo mismo. De vez en cuando descubrimos el
Mediterráneo. El surrealismo, en su vertiente de figuración
naturalista se inventó hace muchos siglos. Estoy un buen rato mirando el tapiz.
¡No sé por qué me gusta tanto la pintura románica!
Desde Gerona me voy a BESALÚ. No conocía esta localidad y la verdad es que la primera
vista, desde la orilla del río, me impresiona mucho. Es una visión como de
película, de película de la Edad Media, de la época de los caballeros con
armaduras, escudos y espadas. Es un milagro que este puente y esta ciudad se
conserven tan bien. Aquí se entiende inmediatamente eso de cobrar un impuesto
por pasar un puente, o la defensa de una ciudad a la que se llega por un
puente. Este tipo de puentes medievales solo los he visto aquí y en Francia.
Estamos muchos turistas en Besalú. Es una
ciudad muy agradable de pasear, sin ruidos, sin prisas, con muy pocos coches y
que van muy despacio.
Todo el pueblo
está muy bien conservado: sus iglesias románicas (que para no perder la
costumbre están cerradas a no ser que llegues a la hora de misa), su plaza
porticada, sus viejos palacios, sus callejas con arcos enigmáticos que deben
servir para sujetar los muros de los edificios de los lados, pozos que ahora no
cumplen con su función, pues ya nadie saca agua de ellos.
Y las viejas tiendas,
las antiguas panaderías, carnicerías, etc. se han trasformado en restaurantes
que ofrecen comidas “medievales” como reclamo. ¿Qué se comía en la Edad Media
que no se come ahora? La cuestión hay que plantearla al revés ¿Cuántas cosas se
comen ahora que no se comían en la Edad Media porque no se conocían?
CASTELL FOLLIT DE LA ROCA es uno de los
pueblos más impresionantes que se pueden ver cuando se pasa por la carretera.
Es una aparición increíble: unas casas colocadas en lo alto de un espolón
rocoso inaccesible.
Debía ser un lugar inexpugnable. Hoy está casi vacío. Casi
todas las casas están cerradas. Entro en el único bar que veo abierto a tomar
un café y estoy solo.
Me da mucha pena recorrer este tipo de lugares que están
muertos. ¿Qué fue de la vida que aquí hubo, de los momentos de esplendor y
pujanza? Aquí, como en otros lugares semejantes, me vienen a la memoria las
Coplas de Jorge Manrique.
El
pueblito de SANT JOAN LES FONTS, está
vacío y el antiguo monasterio cerrado. ¡Qué le vamos a hacer!
Y pasando por
Olot me voy a Sta. Pau. Voy por una carretera secundaria, tranquila y así puedo
disfrutar del paisaje. Todo el campo está verde, muy verde. Ha caído una
pequeña tormenta y sale el sol. Y todo el campo parece que brilla más.
Y las
nubes que quedan juegan a hacerme la puñeta cuando intento hacer una foto pues
en ese momento oscurecen el trozo que iba a fotografiar. Durante casi todo el
recorrido estoy en el Parque Natural de la zona volcánica de la Garrotxa. La
frondosidad de la vegetación debe tener que ver con la calidad del suelo: el
suelo volcánico es muy fértil.
Y así, sin darme cuenta, llego a STA PAU, un pequeño pueblecito en
pleno Parque Natural. El pueblito está muy bien conservado y arreglado, aunque
los coches amontonados en la plaza la estropean mucho. Rápido me acordé de
Francia y de los amplios aparcamientos que hay a la entrada de estos pueblitos.
Y lo que hago en este pueblito es dejarme
perder por las callejuelas, aunque siempre es un perder ordenado pues procuro
ir en todas direcciones. El pueblito es muy pequeño, y enseguida se sale al
campo, a los terrenos cultivados que ahora aparecen de un verde brillante, luminoso,
de un verde que yo llamaría rabioso.
A cuatro casitas que hay en las afueras
las consideran un barrio; en eso se es similar con los pequeños pueblitos
castellanos. Y en el pueblo hay muchas casas con enormes arcos que sirven de
soportal. Si se piensa este tipo de construcciones debían ser muy costosas pero
el beneficio debía compensar el coste aunque no logro vislumbrar cual podía
ser. Este tipo de edificaciones abunda en toda la Cataluña y sur de Francia
hasta Provenza. En Castilla se hacían las casas porticadas y las plazas con
soportales, más sencillas de hacer.
Todo el pueblo está muy bien restaurado y
conservado. Las paredes de casi todas las viviendas son las originales y el
nuevo enfoscado se ha hecho con cuidado. Y desde aquí me marcho a mi hotel que
está un poco lejos, pero todavía tengo tiempo de ir despacio y pararme en
algunos sitios como en la iglesia de STA
MARIA DE PORQUERES ¡qué está abierta!
La iglesia es oscura y tenebrosa haciendo honor a la idea española de
cómo debe ser el románico. Lástima que aquí no llegasen las ideas francesas de
las regiones de más al norte, sobre la luz y la alegría del románico. Por
afuera es una bella iglesia con hermosos capiteles.
Paso junto al Lago Banyoles (el lago Bañolas tal como lo estudié en mis años de
niñez) y cómo voy bien de tiempo también hago una parada. Por las orillas del
lago hay bastante gente paseando. Es el paseo dominical, tranquilo, sosegado;
no es un paseo para hacer ejercicio, es un paseo para relajarse y relacionarse
socialmente. Se saluda a los conocidos, a los amigos, se charla brevemente con
ellos y a veces se reanuda el paseo solo o en compañía de las personas con las
que se han encontrado.
En algunos sitios, muy cerca del agua o incluso
dentro de ella, hay unas plantas con unas flores amarillas que atraen mi
atención. Son como una especie de lirios y ponen una preciosa nota de color. Son
flores que me evocan un mundo perdido y desconocido.