INDIA
Fuerte de Gawalior
Fuerte de Gawalior
Llegamos a GAWALIOR al mediodía, nos alojamos en un hotel que fue el palacio
de los invitados del maharajá de aquí, y ha tenido este uso hasta hace
relativamente pocos años. Ni que decir tiene que es un hotel bastante lujoso y
a muchas personas del grupo les hace mucha ilusión alojarse en un
establecimiento así. Y a la gente le
gusta tanto que después de comer no tienen prisa y se quedan a tomar café en
los jardines. Yo tomo un ritso y me voy al Fuerte
de Gwalior.
Hay una primera
muralla defensiva que marca el lugar en el que ya no se permite el acceso a
casi ningún vehículo, asi que al llegar allí me bajo y continúo andando.
Pocas
veces me he alegrado tanto de tener que ir andando, pues la carretera va por un
barranco con unos cortados rocosos que están llenos de estatuas esculpidas en
la roca.
Yo no sé qué imágenes son, pero la verdad es que me gustan mucho, me
resultan muy impresionantes. Nunca había visto nada parecido. No sé exactamente
a quien representan las estatuas. A mi me parecía que eran budas, luego alguien
me dice que son profetas, pero yo no sé de qué religión.
Al final decido no
preocuparme por este tema y me dedico a observar, y ya es bastante. Algunas
estatuas son enormes, otras más pequeñas. A algunas les falta la cabeza, se la
rompieron cuando las invasiones musulmanas, por eso de que no se puede
representar la figura humana. Es algo similar a lo que han hecho recientemente
los talibanes en Afganistán con esos Budas enormes que eran patrimonio de la
humanidad.
El sol ya va bastante bajo y da un bonito color a esa serie de budas
sentados. Todas ellas son figuras que me dan sensación de inmortalidad, de
eternidad.
Son imágenes muy hieráticas, muy tranquilas, a la vez que solemnes y
grandiosas. Las voy mirando a todas muy lentamente; en ocasiones vuelvo hacia
atrás para remirar alguna.
Una segunda muralla da acceso al fuerte
propiamente dicho, que tiene una extensión muy grande y casi todo él está con
muy pocas edificaciones y hay varios
templos antiguos cuya datación va desde
el
s.VIII al s.XI, en general pequeños, con un aire exótico, diferente a lo que
me voy acostumbrado a ver, pues se parecen algo a los templos mayas, lo cual es
una casualidad pues no ha habido ninguna influencia.
Las mujeres con sus ropas
ponen una nota de color preciosa, vamos, ¡qué arreglan cualquier foto! Y
mientras voy de un templo a otro me cruzo con grupos de mujeres que llevan
sacos de heno o haces de leña en la cabeza, y que todas llevan unos vestidos
maravillosos. Es una de las cosas que más me gustan de la India.
El
fuerte propiamente dicho es muy bonito. Le llaman el palacio pintado por los
azulejos de colores que representan ánades, elefantes, tigres y cocodrilos.
Me
siento en un mirador y dos jóvenes hindúes de unos 20 años se ponen a charlas conmigo
sobre cómo es Europa y qué me parece la India.
Al anochecer, cuando ya me iba a
ir por otro
camino, llegaron mis compañeros. Les dio tiempo a echar un vistazo desde el
mirador y poco más. Llegaron, como se suele decir, al humo de las velas o al
Ite misa est.
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