LA INDIA (7) - Khajuraho
KHAJURAHO ¡la
ciudad de los templos! ¡La ciudad que
tuvo 75 templos de entre los siglos IX al XII y que aún conserva 25! Hoy están
declarados Patrimonio de la Humanidad. El recinto de los templos principales es
magnífico.
Amplios espacios ajardinados donde se pueden contemplar los edificios
en todo su esplendor y magnificencia. Los hay grandes y pequeños, muy pequeños,
que son como adornos o complemento de los grandes. Y en el interior de los
pequeños hay grandes estatuas de animales, animales que están como a la sombra,
como descansando.
Otra vez el sentido del templo abierto a la vida y a la
naturaleza. Pero los grandes templos son de otra manera. Vistos desde lejos son
altivos, imponentes, solemnes, sólidos. Y cuando uno se acerca surge el asombro
de las estatuas. Todo alrededor está lleno de estatuas situadas al alcance de
la vista. Inmediatamente uno se queda prendado de ellas. Son estatuas llenas de
vida y de belleza y las miro detenidamente intentando encontrarles un sentido.
Las estatuas más conocidas son las
eróticas o de sexo explícito, y dentro de éstas hay unas que son sarcásticas o
irónicas como la del elefante sonriendo al ver a la pareja copulando o la de la
mujer que medio se tapa la cara, pero sigue mirando, frente a dos hombres y una
mujer que copulan. Estos grupos escultóricos son así, con valores plásticos
indudables en cuanto a composición, equilibrio de líneas y formas y ritmo de
las mismas, pero que me parece que no tienen ninguna otra significación más
profunda.
Y junto a estas imágenes hay otras de
sexo irreal. Las posiciones que adoptan las parejas son casi imposibles de
realizar. Son posiciones que parecen de yoga muy avanzado. Y quizá para estos
hombres la procreación, como acto divino que origina la vida se tiene que dar a
través del dominio del cuerpo y de la liberación de la energía espiritual. No
conozco la filosofía ni el pensamiento hindú pero me parece que por ahí tienen
que ir los tiros. Leo que para estos hombres el objetivo principal de alcanzar
la unión mística con la divinidad se traducía en la realización del acto sexual,
de ahí la abundancia de temas eróticos en estas esculturas, esculturas que
animan las paredes de los templos con una vida intensa gracias a la belleza de
sus actitudes, a la ejecución plástica de los grupos, al ritmo ardiente de sus
abrazos y a la exaltación de las formas humanas. Las esculturas no
explícitamente eróticas contribuyen también a dotar de vida y belleza a los
templos.
Las posiciones curvadas de los personajes, las curvas y contracurvas
de los diversos grupos, la agitación de las posturas de los animales, los
ritmos de piernas y brazos, la sensualidad de los cuerpos, dotan a estas
paredes de una vida que sale de la divinidad que está en el santuario del
templo.
Yo creo que es la vida del dios, la alegría y la manifestación de la
vida de la divinidad. Estos grupos escultóricos me parecen una de las más
grandes manifestaciones de la escultura mundial, comparables a las de cualquier
época europea.
Siempre he intentado comprender el
sentido de la arquitectura religiosa. Estos templos están vertidos hacia el
exterior. En ellos todo está abierto. La divinidad está allá al fondo, en un
pequeño cuarto oscuro, como escondida del mundo exterior y lo que se aprecia en
el exterior del templo es la manifestación de su grandeza y poder. A veces ese
poder parece sencillo, pues sencillo es el templo, pero es el poder de la vida.
Esto lo interpreté cuando supe que ese cilindro representa el pene de Siva ¿?
que se apoya en una forma que simboliza la vagina (ya no sé de qué diosa) para
dar lugar a la vida. Creo que el verdadero dios hindú es la vida, vida que todo
lo rodea, que a todas partes entra y de todas partes sale. Sus dioses no son
inmortales, igual que la vida no es para siempre. Y si lo fundamental es la
vida no me extraña nada lo de las reencarnaciones.
Bueno, voy a dejar estos temas
porque me estoy metiendo en camisas de once varas, y alguien va a creer que soy
un experto en religión hindú cuando la verdad es que no tengo ni idea. Todo lo
que he dicho son intentos de comprender algo que desconocía.
La vegetación que rodea a los templos
es grandiosa. Hay árboles enormes que asocio con la selva. Y mirando esto me
entero que los templos fueron redescubiertos por un inglés que iba a cazar;
estaban tapados por la vegetación. Y entre tanta vegetación hay muchos
animales,
los reptiles corretean por los templos y no parecen tener miedo a los
humanos,
los nenúfares crecen esplendorosos en los humedales,
las ardillas
suben y bajan de los árboles y van a donde quieren. Son unas ardillas ariscas,
no se acercan a coger comida, aunque se la ofrezcas.
Y ya fuera del recinto la vida sigue
estando presente. Sigue estando presente en esta familia que mira unas pulseras
o algo parecido. Hay que ver que colores tan bonitos tienen las pulseras y que
colores tan bonitos tienen las ropas de la mamá y de los niños. Es curioso como
lo que más me llama la atención ahora son los colores y en las estatuas de los
templos eran las líneas y las formas. Las pinturas hindúes no destacan por
hermosísimos colores y sin embargo el color lo rodea todo. ¿Por qué a los
hombres de antaño no les atrajo el color?
Pasamos una noche en Khajuraho. Me levanto temprano por la mañana para
visitar la vieja ciudad, el viejo pueblo, y los pequeños templos que hay
desperdiga-dos por allí. No vienen muchos turistas por aquí, casi todos se
limitan a los templos principales. Y el paseo se convierte en otro paseo por la
India profunda.
Hay un amplio estanque lleno de nenúfares o algo así en el que
unos hombres con barcas van recogiendo plantas, y algún que otro búfalo
aprovecha para bañarse del todo.
Pero no solo los búfalos se bañan, un par de
niños aprovecha una fuente para refrescarse frente al estanque. Hay pequeños
templos torcidos e inclinados como la torre de Pisa y que tampoco se caen; y
junto a ellos pasan carretas de bueyes o de cebúes pues ya no sé lo que son.
Aquí hay muchas especies de bóvidos y a todos les llaman vacas, pero a mí me
parece que no lo son. A ninguno se los comen y a unos les hacen trabajar, a
otros les ordeñan y otros se dan la vida padre.
El señor de la moto es uno de
los que venden leche en el pueblo.
Los niños se sientan en el suelo y
juegan con unas piedrecitas. Me sorprende la gran diferencia de edades entre
estos niños. Las mayores ya son jovencitas, la más pequeña, la que solo mira,
es todavía muy pequeña.
Unas mujeres arreglan los desperfectos
de la casa con barro, al igual que la mujer que vi en Orchha y otra mujer pone
a secar las tortas de caca de vaca que luego utilizará como combustible. Las vacas
sirven para muchas cosas:
para
dar leche con que alimentar a los niños igual que alimentaron a Siva, para trabajar,
para hacer queso y mantequilla y sus pieles cuando mueren para hacer calzado.
El pueblito está tranquilo. Dentro de
su humildad hay rincones con casas muy bonitas, y son bonitas gracias al color.
A mí no me parece que haga mucho calor, a esa niña sí. Está sentada en la
fuente y se echa una y otra vez agua con el bote que tiene. Me ve y me sonríe.
El búfalo prefiere un buen barro, así no le pican los tábanos.
Los burritos no prefieren
nada, ellos siguen y siguen por donde les mandan. Estos burros son más grandes
que los de Datia, no sé por qué.
De vez en cuando me encuentro con un
gigantesco árbol, lleno como de raíces colgantes o restos de plantas trepadoras
o yo que sé qué. Árboles que me trasportan inmediatamente a la selva. Yo
imaginaba la selva hindú llena de árboles como éstos e impenetrable como las
que salen en las películas. Ya veo que no es así. Esa que yo imaginaba es la
selva ecuatorial, esta es la selva tropical.
Y aunque esto no es la selva me
encuentro con uno de los animales propios de ella: un gallo bankiva. Esta es la
raza de gallos y gallinas de las que proceden todas las domésticas. Rebuscando
entre las gallinas del pueblo encontré alguna que aún se parecía a las bankiva,
las demás eran blancas o negras, de razas totalmente domesticadas, aunque esta
posiblemente también lo sea en mayor o menor grado.
Sobre las 12 del mediodía nos fuimos al
aeropuerto rumbo a Varanasi, el antiguo Benarés inglés.
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