viernes, 10 de julio de 2020

CHINA (10) – BEIJING (1)
          Nos vamos a BEIJING en un tren similar al AVE. La estación es grande y nueva, pero está llena de gente. Algunos de mis compañeros dicen que sienten agobio con tanta gente, pero a mí eso no me ocurre.


      Nos vamos a BEIJING en un tren similar al AVE. La estación es grande y nueva, pero está llena de gente. Algunos de mis compañeros dicen que sienten agobio con tanta gente, pero a mí eso no me ocurre. El trayecto dura 6 horas (entre 1.500 y 1.800 kilómetros de distancia) y eso que en el mapa parece que estamos muy cerca.
Lo primero que visitamos fue la Gran Muralla. La verdad es que no me impresionó, quizá por haberla visto tantas veces en fotos y documentales y haber leído y escuchado que es una obra impresionante. 
Vi lo que me imaginaba que iba a ver: una muralla que recorre las colinas siguiendo la línea de las crestas, subiendo y bajando. Y además de ver esto vi miles y miles de chinos, todo está lleno de personas, en todas direcciones y por todos los sitios; personas de todas las edades. El turismo interior chino está empezando a desarrollarse y 1.300 millones de personas dan mucho de sí; todo lo llenan y los occidentales que vamos allí somos una cantidad insignificante comparado con los que son ellos. 
El día es muy caluroso y hay una especie de neblina que no permite ver a lo lejos. Es una pena pero se ve lo suficiente para apreciar las dimensiones de la muralla y como se aleja en una y otra dirección, subiendo y bajando por las colinas y retorciéndose como si fuera una gigantesca serpiente. 
Ahora que la estoy viendo me doy cuenta del gigantesco e inútil trabajo que hicieron, ya que las tropas de cualquier invasor no podían atravesar por las escarpadas montañas; los ejércitos que invadieron China, defendida por la Gran Muralla lo hicieron conquistándola en los puntos más bajos, en los valles que son el camino natural para que pase un ejercito. Pero bueno, aunque no sirviera militarmente para lo que fue concebida si que sirve para que muchísimas personas nos asombremos al ver tan gigantesca obra.
Hasta aquí hemos venido por una autopista de tres carriles en cada sentido, cuando intentamos regresar el autobús tarda en alcanzar la autopista, que está a unos 5 kms, unas 2 horas. Comentamos que ha debido haber un accidente y que por eso ha habido  este atasco; la guía nos dice que no, que este atasco es normal, que los atascos gordos son de 4 ó 5 horas y que se producen por los millones de coches y autobuses que vienen aquí en el verano y los fines de semana. Todos nos asombramos de las dimensiones de los problemas en China y de la paciencia de los chinos.

           
           No hay quien haga entender a los guías chinos que no nos interesa ir a ver un taller de jade o similar, ellos te llevan, aunque les digas que no se va a comprar nada. Yo no entro y me quedo fuera viendo estas reproducciones de construcciones típicas de diversos lugares de China.

           Y lo que más típico me parece es ese montón de colorines que hay en el McDonald. El conjunto hasta me parece bonito. 



              Y de aquí a la zona olímpica, una inmensa explanada donde vuelan las cometas y donde la gente come melón. Hace mucho, mucho calor.  
            Cuando llegamos al hotel es hora de irse a cenar. Hay quien se va en metro al centro, pero yo no tengo ganas de andar mucho, estoy cansado. En metro voy hasta una plaza cercana (tres estaciones de metro) por donde hay restaurantes y como no los veo inmediatamente, y no tengo ganas de andar de un sitio para otro, me meto en un McDonald a cenar. El menú es el mismo que hay en los de España, se llaman igual y tienen un precio similar; creo que en eso reside el éxito de McDonald, que ya sabes lo que vas a comer estés en la parte del mundo que estés.
            El centro comercial donde está el McDonald es nuevo y totalmente similar a los centros europeos que conozco, los mismos tipos de tiendas, las mismas marcas, los mismos productos y los mismos anuncios en los que es rarísimo ver la cara de un chino o china, casi todas las caras son de occidentales, aunque ellos son más del doble que nosotros.

            Hace mucho calor y hay una especie de niebla. Hay quien dice que es contaminación pero a mí no me lo parece, no tengo esa sensación de respirar humo que tengo cuando en Madrid hay altos niveles de contaminación.  Si esto fuese contaminación yo creo que estaríamos muertos. A mí me parece niebla como consecuencia del alto calor y de la altísima humedad.
            El metro es nuevo, constantemente están abriendo nuevas líneas. Cuando las Olimpiadas había 4 líneas, ahora, 4 años después, hay 10. Los trenes son largos, larguísimos. La seguridad es muy buena, es imposible caerse a la vía, el andén está cerrado con unos cristales. Todo está indicado en chino y en escritura con caracteres occidentales para que los no chinos podamos orientarnos. Todo está limpio,  
limpísimo; yo no veo que los chinos sean unos guarros y que tiren todo al suelo como me ha dicho alguien. Todo está tan limpio porque ellos casi no manchan y porque hay un buen servicio de limpieza.


          Por la mañana temprano visitamos el Palacio de Verano de los Emperadores, pero más que el Palacio lo que se visita son los Jardines del Palacio de Verano.
          Pero resulta que este no es un jardín cualquiera, para los expertos es el jardín de los jardines. Esto es algo de lo que se ha escrito sobre este jardín:

           Los jardines chinos tienen profundas raíces filosóficas. Los elementos naturales se eligen por su significado histórico, literario o simbólico.


            El jardín del Yuanming yuan (el jardín del palacio de verano o, literalmente, el jardín de la Claridad perfecta) constituye, sin duda alguna, el ejemplo del apogeo de dos mil años de evolución en la creación de los jardines imperiales.
 
           El Yuan-ming yuan representa, por sí mismo, la creación de un universo en miniatura. Es posible que parezca raro el escoger un jardín más vasto y grandioso que el del palacio de verano para ilustrar el concepto primordial de un microcosmos. 

        Sin embargo, si se considera que, en   tanto que jardín imperial, este microcosmos representa a todo el Imperio, esta paradoja sólo resulta aparente.
 

       El jardín es completamente artificial, incluso los relieves y el agua que le caracterizan. Todo ha sido creado por la mano del hombre bajo las órdenes de un bufete dedicado, exclusivamente, a su elaboración.
           Están presentes los fundamentales elementos naturales del jardín chino: el relieve y el agua que estructuran y dividen el espacio. La naturaleza está representada de manera idealizada.
 En el caso del Yuanming yuan, el Feng shui predomina de manera irrefutable. El Feng Shui, (literalmente viento y agua), es una práctica de origen chino que consiste en estudiar los elementos que constituyen el entorno donde se quiere construir un edificio a fin de aprovechar los flujos de energía para asegurar la armonía del mismo con el entorno y determinar su idoneidad. 
Un  documento sin fecha, da cuenta del examen minucioso que se llevó a cabo antes de permitir que fuera abierto y se demostrara la perfecta concordancia entre los elementos interiores (montaña y agua) y las figuras geománticas.
 Se examinó, de forma particular la cercanía, por el Oeste, de la cadena montañosa que, en forma de "biombo montañoso", permite preservar el qi, fuerza vital del lugar.
          En el interior del cuadro formado por la montaña y el agua que estructuran el jardín, surgen los diferentes paisajes que han sido diseñados evocando los más preciados lugares chinos. En el jardín de la Claridad perfecta, rocas y estanques han sido dispuestos respondiendo a la configuración del Imperio: “nueve regiones y cuatro mares”. El punto culminante representa el monte Kunlun, progenitor de las principales cadenas montañosas de China. De éste parten las tres grandes cadenas montañosas del jardín. 

            El agua se divide en dos ramas principales: una de ellas forma una bifurcación que confluye en un estanque de cuatro hectáreas; la otra, bifurcándose varias veces, acaba en un inmenso lago de veintisiete hectáreas, que simboliza el mar de la China. 
          El jardín es tan grande, son tantas las cosas que ver, tantos los sitios que mirar, que estoy un poco perdido.  No tengo las sensaciones que tuve en los otros jardines chinos. No veo la multiplicidad de puntos de vista, no veo ese mundo cambiante que vi en los otros. Quizás hay demasiada gente, gente que visita el lugar como yo y gente que viene a disfrutar del jardín, y toda esta gente también atrae mi atención: hay coros con músicos que cantan canciones de las antiguas películas chinas, canciones patrióticas que a los jóvenes les parecen tonterías y que para ellos son cosas del pasado, de un pasado decrépito del que casi se avergüenzan; pero la verdad es que estos coros de gente madura cantan muy bien para ser aficionados. Estoy viendo que hay una gran afición a la música en China.

          Y entre tanta gente llama mi atención esta muchacha haciendo una foto con una posición un tanto peculiar, posición que ya he visto en más personas y que no entiendo por qué la adoptan. Cuestión de gustos o de costumbres. 

          Y a quien madruga Dios le ayuda. Sí, después de comer vamos a visitar la Ciudad Prohibida.


          El diseño de la Ciudad Prohibida, desde su plan general al más pequeño detalle, fue meticulosamente ideado para reflejar principios filosóficos y religiosos, y sobre todo como símbolo de la majestad del poder imperial. Algunos ejemplos notables de diseño simbólico son:
  • El amarillo es el color del emperador. Por ello, casi todos los tejados de la Ciudad Prohibida tienen azulejos de color amarillo, y sólo hay dos excepciones: la biblioteca en el Pabellón de la Profundidad Literaria , que tiene tejas negras porque ese color se asocia con el agua y por tanto previenen incendios, y las residencias del príncipe heredero, que cuentan con tejas verdes porque ese color se asocia con la madera y, por tanto, con el crecimiento.



  • Los salones principales de los patios interior y exterior están todos dispuestos en grupos de tres, la forma del trigrama Qian que representa el Cielo. Por otro lado, las residencias del patio interior están agrupadas de seis en seis, la forma del trigrama Kun que representa la Tierra.



 




lunes, 6 de julio de 2020


CHINA (11) – BEIJING (2)
El Templo del Cielo es el templo más grande de su tipo en China y el adoratorio dedicado al Cielo más grande del mundo. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998 y es uno de los monumentos más importantes de Beijing.








 Construido entre 1402 y 1420 por el emperador Ming YongLe, el Templo del Cielo era el lugar donde los emperadores de las dinastías Ming y Qing (considerados hijos del Cielo) rogaban por las cosechas en el solsticio de invierno y daban gracias por las mismas en el solsticio de verano.
              
Sólo al emperador y no a ningún otro ciudadano del imperio se le permitía la adoración al cielo. Era pues, un lugar importantísimo, del que dependía toda la nación, cuya economía se basaba en la agricultura. Ya que una mala cosecha podía interpretarse como un desaire de los cielos y por tanto poner en riesgo la estabilidad de su reinado, los emperadores tenían sobre sí una gran responsabilidad, no sólo religiosa, sino política.



La distribución arquitectónica del complejo.
Debido a su propósito sagrado, el diseño del Templo del Cielo se rigió por místicas leyes cosmológicas que se creía regulaban el universo, dando gran importancia a la numerología. Dado que se entendía al cielo como una esfera (tal como se lo ve desde la tierra) y a la tierra plana (tal como se la percibe) el cielo era representado por un círculo mientras que la tierra por un cuadrado.
Es por este motivo por el que los edificios son de forma circular, como el cielo, mientras las bases de los mismos y los ejes de composición son cuadrados
Los tejados de los edificios son de color azul oscuro, representando al cielo, a diferencia de los de la Ciudad Prohibida, cuyo color dorado representaba al emperador. El Templo del Cielo es en realidad un conjunto de edificios: al norte se sitúa el Salón de Oración por la Buena Cosecha; al sur, el Altar Circular y la Bóveda Imperial del Cielo.

Pabellón de la Sala de la Oración por la Buena Cosecha.
 
El salón tiene un triple tejado construido con tejas de color azul y está rematado por una bola dorada en su cúpula. Este edificio fue pasto de las llamas en el año 1899 y reconstruido en el año 1900.
 
El edificio del Salón de Oración por la Buena Cosecha está construido totalmente en madera, con 28 enormes columnas en su interior. La disposición de estas columnas tiene una gran simbología. Las columnas se disponen  en tres círculos concéntricos. En el círculo más interior, las cuatro columnas más grandes representan las cuatro estaciones del año, en el círculo intermedio hay otras 12 columnas, que representan los 12 meses del año, y en el círculo más externo otras 12 columnas más simbolizan las 12 horas del día.
En el altar de piedra descansa el nicho que conserva la tablilla perteneciente al Emperador Celestial. A ambos lados del altar  se hallan otros nichos para albergar los nichos de los antepasados de la familia imperial

Bóveda Imperial del Cielo
Aquí es donde los emperadores rendían homenaje a sus antepasados. Se trata de una edificación muy parecida al Salón de la Oración por la Buena Cosecha, aunque de un tamaño menor: 19 metros de alto por 15,6 de diámetro.
   
La Bóveda está rodeada por el muro del eco, una singular construcción redonda de unos 60 metros de diámetro. Uno puede colocarse en cualquier punto del muro y su voz oírse claramente en el punto opuesto ya que el sonido se transmite recorriendo la pared.
Aquí están colocadas las tablillas de los dioses.
  


Altar Circular

El altar circular o altar del cielo es una construcción abierta que enlaza con el Salón de la Oración por la Buena Cosecha mediante un camino de piedra y ladrillo de más de 350 metros de largo. Fue construido en 1530 y era usado para venerar al cielo durante el solsticio de invierno y pedir por lluvias durante el solsticio de verano. Es notable el hecho de que el número de piedras que componen esta estructura son siempre múltiplos de 3 o 9 (el número 9 al ser el dígito más alto, representaba al emperador). El número 9 es el número de la suerte.  El primer anillo consiste en 9 piedras, luego 18, 27, etc.
La piedra central es la más sagrada, por lo que es considerada de buena suerte, por lo que es común ver a los chinos apretujándose para tomarse una foto sobre ella. Además, la acústica del lugar permite que lo que se hable en el centro se escuche en todos los lugares del altar.

  Todo el complejo del Templo del Cielo está en medio de un enorme jardín en el que a estas horas  disfruta la gente, en su mayoría jubilados. Es un lujo tener unos jardines públicos de esta categoría.



 
El Templo de los Lamas es el templo budista tibetano más importante que existe fuera del Tíbet, además de uno de los centros religiosos más populares de Pekín.
  


Construido durante el siglo XVII como palacio para el príncipe Yongzhen, en 1744 se convirtió en un importante monasterio para los monjes lamas. En la actualidad el monasterio es el refugio espiritual para un grupo de monjes mongoles dedicados al estudio de la astronomía y la medicina. El Templo de los Lamas es un atractivo complejo formado por varios edificios tradicionales con tejados dorados.
  

En los patios que se encuentran entre los edificios se pueden ver enormes quemadores de incienso en los que los fieles colocan cientos de varillas que producen un penetrante olor.

Uno de los mayores edificios, el Falun Dian, acoge una estatua de bronce de seis metros de Tsongkapa, fundador de la Secta del Bonete Amarillo.


 La mayor de las edificaciones centrales, el Pabellón Wanfu Ge, aloja la más valiosa de las posesiones del templo, una impresionante estatua de Maitreya, el Buda futuro. La escultura, de 18 metros de altura, fue tallada a partir de una única pieza de madera de sándalo.
            Y como en todo buen templo budista hay esos cilindros de oraciones que les encanta girar a los niños y que no parece que sea una falta de respeto pues nadie los regaña.  Algunas personas, cuando entran o salen tocan una enorme campana que hay en el patio de la entrada.
            Cuando salimos del templo la guía nos lleva, queramos o no, a un centro comercial donde venden de todo. Entro, hago un par de fotos y pregunto a qué hora hay que estar a la entrada para irnos.
            Doy una vuelta por los alrededores, donde alternan los modernos edificios y las pequeñas casas, los hutong. En una de estas zonas veo un edificio en el que pone WC y el icono de hombres: entro y cual no es mi sorpresa cuando veo a varios hombres sentados haciendo sus necesidades, sin ninguna separación entre ellos. Este lugar es total-mente similar a como eran las antiguas letrinas romanas. A mí me dio vergüenza ponerme allí a mear y me salí. Como las viviendas son tan pequeñas y no hay sitio para tener un wáter, en estos barrios el wáter es colectivo y yo acababa de entrar en uno de ellos.
                 La guía hace la vista gorda y no llama a la gente mientras alguno está comprando, así que me da tiempo a ver un poco más el centro comercial que es igual que cualquier moderno centro comercial europeo. ¡Hasta la gente que está allí viste al modo occidental y los anuncios y nombre de las tiendas son similares a los occidentales! Esta es una de las cosas que menos me gusta de la actual China, su excesiva occidentalización, por lo menos aparente. En la India, en los países árabes, en Senegal, en el Asia Central, no se da este fenómeno de forma tan acusada.
            Al fin salimos de este centro comercial y nos llevan a una zona de hutong, y allí visitamos uno de ellos, que en realidad es un sitio donde  venden souvenirs. Lo que más me gusta de ese pequeño patio con unas habitaciones que eran las viviendas, son las jaulitas con esa especie de grillos que cuelgan las paredes. 


Todo lo demás es similar a los hutong que ya he visitado, solo que aquí hay más triciclos para pasear a los turistas, todo lo demás es igual, callejas, cajas y cosas amontonadas en ellos, casas pequeñísimas.
 La gente pasea por la calle y me llama la atención este hermosísimo bebé que pasea su abuela. Hay cosas que son iguales en todas las partes del mundo.