martes, 2 de mayo de 2023

CHINA (1) SHANGÁI

 CHINA SHANGÁI 

        Después de un largo viaje llego a Shanghái. Mi habitación del hotel está en el piso 23 y lo que se ve es asombroso. Los edificios no están tan apretados como en New York, pero el poderío de los altos edificios te llega enseguida. Hay edificios muy altos que conviven todavía con edificaciones bajas, de 6 u 8 pisos, edificaciones que cada vez son más escasas pues las van tirando para hacer estos enormes rascacielos.

        Enseguida bajo a la calle, es la hora de comer. Entro en un restaurante, y sé que es un restaurante porque desde la calle veo a gente comiendo, ya que el cartel que indica que es un restaurante está en chino. Como en un pescado que está bueno pero no sé que es ni nadie sabe decírmelo, porque aquí, salvo en el hotel, nadie sabe inglés. Es muy raro encontrarse a alguien que entienda o hable un poquito de inglés. En realidad no les hace falta, ellos se bastan y se sobran para todo lo que necesitan.

        Me llevo una pequeña decepción ¡No me imaginaba así esta ciudad! Estos chinos no visten como me los imaginaba, todos visten igual que los occidentales, por lo menos es lo que a mí me parece. Las casas son iguales que las de Europa, pero como las que hay en Europa de estilo impersonal, que no son características de ninguna región o país; por todas partes surgen enormes y modernos edificios, similares a los que se pueden ver en cualquier gran ciudad del mundo moderno, y casi todos son edificios muy bonitos, que además de la funcionalidad van buscando la belleza. Me da la impresión que estos arquitectos chinos intentan que la arquitectura vuelva a ser una de las bellas artes.

        De repente aparece una construcción china de verdad, de las de siempre. Es un templo moderno, de hace 20 ó 30 años, rodeado de altos y modernos edificios, pero al estilo chino tradicional, el que se ve en las películas. La curiosidad me obliga a entrar. Y este solar, esta parcela de terreno parece ajena a todo el bullicio y ajetreo que le rodea.


        La gente quema incienso en el patio y delante de las estatuas de los budas. Unos árboles, que son como bonsais muy grandes, están por muchos rincones de patios y corredores. Los tejados tienen las formas y colores que siempre imaginé porque así siempre los vi. Este es un mundo de calma, tranquilidad y sosiego inconcebible en el medio de una gran ciudad occidental. Es como si hubiese un claustro de unos monjes en medio de grandes avenidas en Madrid; diríamos que no pega. Lo curioso es que a mí sí que me pega este lugar de paz aquí en medio. ¡Una sorpresa china!


    
        Salgo del templo porque van a cerrar (cierran a las 6 de la tarde) y continúo paseando y mirando todo. Los chinos cenan muy pronto, entre las 7 y las 8 de la tarde; a las 9 ya es tarde y si se deja para esa hora se corre el riesgo de encontrarse los restaurantes cerrados. Me lo paso muy divertido pidiendo la cena, pues ellos no saben ningún otro idioma aparte del suyo y yo no sé chino. Recurro a señalarles lo que están comiendo y bebiendo otras personas. Para pagar no hay problema porque el lenguaje de gestos para pagar es universal y si que escriben los números como nosotros.
        Por la mañana nos llevan a ver El Templo del Buda de Jade, que se considera el más famoso entre los templos budistas de Shanghai. Se construyó entre 1911 y 1918 para albergar la figura de un buda de jade blanco que trajo un monje budista desde Birmania. Este templo me parece diferente al que vi ayer porque tiene varios edificios, uno detrás de otro, separados por patios ajardinados. En cada uno de los edificios hay estatuas de diversas manifestaciones de Buda, pues Buda solo hay uno, y de guardianes y personajes esta religión. Esta estatua reclinada de Buda representa su muerte. 


        En este patio hay bonsais y cintas rojas de oración, que no sé si los fieles escriben su oración o compran la cinta con ella ya escrita. La verdad es que hacen muy bonito. En las fotos de abajo se ven unas imágenes de Amitābha, un buda celestial que posee infinitos méritos por sus buenas acciones en incontables vidas pasadas, y unos guardianes del budismo.


             

        Hay mucha gente que entra y sale del templo y que se mueve por su interior. Muchos parecen turistas, turistas chinos, por supuesto, pero también hay muchas personas que hacen ofrendas de incienso y se ponen de rodillas delante de las imágenes. Si Mao intentó eliminar toda idea religiosa de la mente de los chinos, porque la religión es el opio del pueblo, no lo consiguió. No me hubiese extrañado que los que hiciesen las ofrendas fuesen personas mayores, pero hay mucha gente joven, algunos muy jóvenes.

        Pudong es la zona más espectacular del nuevo Shanghái. Está a la orilla del río. Se ve de repente y es una sorpresa, una gran sorpresa. Es como Manhattan pero en muy moderno. Todo es nuevo, aún hay muchas grúas que continúan levantando rascacielos más altos. Y aquí, frente a la torre de la televisión, me acuerdo de Armando, de cuando le decía que por qué no hacía un edificio redondo. Aquí hay varios edificios redondos, redondos como balones; por dentro no sé cómo serán pero por fuera son muy bonitos. Me meto en esa zona; creí que podía recorrerla sin problemas pero se me había olvidado que las distancias aquí son enormes. Cuanto más cerca estoy, más grandes me parecen los edificios.



     

        Me gusta mucho pasear y mirar por aquí. Los edificios son todos muy bonitos, unos más que otros. Todos son muy originales y a medida que se va andando la vista va cambiando, los edificios son muy cambiantes. Sin duda que los arquitectos que están haciendo esto se están luciendo; la guía me dice que son chinos, aunque imagino que los habrá de todos los países, aunque tampoco me extrañaría que la guía dijese la verdad ¿para qué traer gente de fuera con todos los que son en este país?. En Francia puede tener sentido, aquí, en China, no.



        Por la noche la vista es espectacular. A estas horas hay muchos barcos que recorren toda esta parte del río. Todo está muy lleno de gente, aquí en Shanghái hace mucho calor y ahora por la noche aquí corre mucho “fresquito”. Pero los chinos no trasnochan. A las 10 de la noche casi todo el mundo se ha ido, pero claro, en una ciudad de 20 millones de personas hay “gente pa to”, incluso para pasear más tarde de las 10 de la noche. 

        Las personas vamos por un sitio, los coches por otro. Y en medio de tanta modernidad veo un pequeño altar tradicional dedicado a no sé qué divinidad. Y la gente se para y enciende incienso y hace ofrendas. No me imaginaba que hubiese tanta religiosidad en la China comunista.

                
        Shanghai es una ciudad moderna, que mira al futuro, no hay más que ver a esta jovencita con sus zapatos de tacón, adelantándose a la moda varios años. Esto es hacer las cosas pensando en el futuro.

        Quedan pocas cosas antiguas en Shanghai. Una de ellas es El Jardín del Mandarín Yuyan. Tengo ganas de verlo, pero más que por él en sí, sobre todo por ver la parte antigua de la ciudad. Tengo ganas de ver las viejas casas chinas, esas que salen en las películas, con los tejados curvos y con estatuas en los techos. Quiero ver la China que he imaginado a través de las películas, y no me doy cuenta, hasta bastante más tarde, que lo que tengo que ver es la China tal como es ahora. Y cuando llegamos a la parte antigua sí que veo casas tradicionales, con los tejados curvos y todo eso, pero son casas nuevas.

        Es una zona comercial que se ha hecho imitando las construcciones del siglo XVI y XVII. Es una zona peatonal llena de tiendas similares a las que se puede uno encontrar en cualquier ciudad del mundo occidental. En estos momentos me siento como estafado y pienso: “Para ver esto no hacía falta venir a China” Lo único que es diferente es el decorado, pero es un decorado como de cine. Hasta las personas visten igual que en cualquier ciudad occidental, lo único que me dice que estoy en China son las caras de las personas y los carteles que veo.

        Entramos en el jardín. Mi desconocimiento de los jardines chinos es total. Yo me preguntaba qué tendrían los jardines chinos para que se incluyese la visita de tantos en este viaje. Pensaba en Versalles y algún que otro jardín europeo. Al entrar miro hacia todas partes y no veo flores por ningún lado. Veo edificaciones y bonsais gigantes pues están en macetas más grandes de las que he visto habitualmente para esta clase de plantas.

        Los edificios son de madera oscura, espartanos en su interior y sin mucho que ver. Hay muchos patios y muchas paredes que separan una parte de otra; partes que se comunican por puertas de formas un tanto caprichosas.



        Enseguida empieza a haber agua. Agua en forma de estanques y de pequeños surtidores a manera de fuentes o riachuelos que surgen de la pared. Y con tanta agua empiezo a ver pequeños puentes planos y con curvatura. Puentes de esos que se ven en películas y son por los que pasa la chica con su traje y su sombrilla. Este jardín se empieza a parecer a lo que yo había visto en las películas y a las variantes que luego había imaginado. Me doy cuenta que estoy en un lugar tremendamente cambiante, tan cambiante que no recuerdo haber visto nada igual. Si cuando vas andando te das la vuelta y miras hacia de dónde vienes parece que el sitio es totalmente nuevo.

Hay pasarelas junto a los estanques, pasarelas que muchas veces no siguen una línea recta, sino que van zigzagueando con lo que la vista va cambiando casi a cada paso. 

                                  

Hay rocas, muchas rocas decorando el jardín. Son de todos los tamaños: pequeñas, grandes y con agrupaciones de ellas en forma de acantilados e incluso de pequeños cerros. Y cuando se pasa una puerta y se entra en otra zona del jardín parece que se entra en un mundo nuevo. Todo está colocado de una forma especial, exquisita. Todo es armonía, equilibrio. Creo que en todo se busca la belleza.

        En los edificios las ventanas tienen formas de aves, de plantas, son ventanas que añaden más naturaleza a la que hay en el jardín. 


        Y la valla que cierra el jardín semeja la silueta de dragones. Sus cabezas aparecen sobre todo en las esquinas y encima de las puertas, no sé si para dar la bienvenida o para proteger la entrada del mal. 

        Continúo por la parte antigua de la ciudad. Por aquí hay varios templos y entro a verlos. Pertenecen a diferentes divinidades pero me parecen muy similares. Encuentro muy pocas diferencias entre ellos. 


Todos tienen varios edificios separados por patios más o menos ajardinados. En todos queman incienso y en todos hay unas estatuas de dudosa calidad artística, por lo menos para mí. Y en todos ellos hay gente que actúa con una aparente gran devoción, curioso en un país que es comunista y en el que la religión es el opio del pueblo. 

        En muchos hay mezcla de elementos orientales con otros típicamente occidentales. No hay que olvidar que el proceso de occidentalización en Shanghái ha sido y es muy intenso. En los tejados de estos viejos templos hay estatuas de guerreros o de dioses junto a las de dragones y otros animales fantásticos. Pero no solo las hay en los templos, también en las casas, y la importancia de una casa se veía por la cantidad y calidad de las estatuas que la decoraban.

         Estas estatuas estarán muy restauradas, no importa, aún así siguen siendo muy bonitas y decoran mucho los lugares donde están. Y yo me pregunto ¿por qué no seguirán decorando las viviendas con estatuas o alguna otra cosa relacionada con el arte?


        Y sigo andando por esta parte más antigua, y me encuentro con los grillos. Sí, con los grillos, con unos insectos parecidos a los grillos españoles aunque no iguales. Aquí me entero que los chinos son muy aficionados a las peleas de grillos. Estas cestitas son jaulitas de grillos y en cada una de ellas hay uno. Cuando compran uno miran y remiran no sé qué, pues quieren comprar uno que sea un buen luchador. Las peleas de grillos son muy incruentas, ya que el que pierde lo hace huyendo del “ring”. También he visto luego jaulitas con grillos en muchas casas; debe ser que los tienen como en  España: “pa que canten”. 

Y los pajaritos tampoco faltan y estos no son como los de España. Los tienen y los tratan con mucho mimo, con delicadeza diría yo.

        Andando , andando me meto en un barrio de casas populares. Estos barrios están desapareciendo porque los tiran y en su lugar construyen altas torres de viviendas mejores que éstas. Si es así no me parece mal. Me agradan estas casitas con estos callejones y con la ropa tendida en medio de la calle. Me gusta la ropa así, en medio de la calle, me parece que la alegra.


         Y la gente de aquí compra y vende comida como en todas partes. Y es muy frecuente que los animales los vendan vivos y que cada uno los mate cuando se los va a comer. Es una buena manera de comer algo fresco sin tener nevera. Y por lo mismo los peces están vivos o casi vivos. Tienen muy poquitos en un recipiente al que ponen un tubo con aire como el de los acuarios, para que los peces vivan un poco más y lleguen frescos a la cocina. Los niños trabajan y  colaboran en todo, pero a mí no me parece que esto sea explotación de la infancia, más bien me parece que es colaboración de los niños con los quehaceres de su familia.



         Y viendo todas estas cosas tan sencillas, llego al Templo de Confucio. El único dedicado a él que hay en la ciudad.


        El templo está abierto, y en su patio interior hay un mercado de libros usados. Ni los ojeo porque todos están en chino. Y de este primer patio paso a las dependencias sucesivas. Y otra vez me vuelvo a encontrar con la paz y la calma que hay en estos lugares. Y en este templo todavía hay más, pues aquí no hay turistas. (chinos se sobreentiende, pues los occidentales somos una cosa anecdótica). Y de un patio a otro, y cada uno de ellos es como un mundo diferente,  pero todos ellos son íntimos y sosegados. Este templo es como el jardín que vi anteriormente, solamente que en templo. Las puertas me parecen maravillosas. Cada vez que me pongo en una de ellas penetro en un nuevo espacio, y si miro hacia atrás redescubro en el que he estado desde una perspectiva tan diferente que me parece totalmente desconocido. 



        Y los bonsáis me parecen preciosos y están colocados en el sitio ideal, en el perfecto, con un gusto envidiable.  Y las rocas y el agua no pueden faltar. Las rocas adornan todo, pero con un buen gusto y una delicadeza que hasta ahora desconocía y que he descubierto aquí en China. Hace mucho calor, pero en este templo, en este jardín, hace muy bueno. Estoy un buen rato. Me gusta el rojo de las columnas y de los edificios. Es un mundo nuevo el que estoy descubriendo en estos jardines y templos, es un mundo que me gusta y me sorprende por inesperado. No tenía ningún conocimiento de su existencia, en ninguna guía se menciona. 



              Y salgo del templo y sigo callejeando por este mundo pobre y miserable. Si esta mujer lava en la calle es porque dentro no tiene sitio. 


         Si dejan las bicis en la calle es porque en su casa no caben, y también porque nadie las roba. Estoy en un lugar de clima tropical, aquí no hace frío y aquí, afortunadamente, no veo a nadie en la calle, ni veo chabolas, ni veo la miseria y la pobreza que vi en la India. Es gente que no tendrá mucho dinero, que no tendrá una buena casa, pero no vive en la calle.

 Ese niño duerme en su casa en el único sitio que tiene para dormir. Su casa es solo una habitación. Y esta tienda es solo eso, lo que se ve; no hay nada más detrás. Antes era una vivienda. A lo mejor la dueña de la tienda duerme aquí cuando cierra. Antes en China la gente vivía con lo justo,  tan justo que morían de hambre cuando había malas cosechas. Aquella China ya pasó. Toda la población no está perfectamente bien, pero todo ha mejorado mucho. Estos barrios, estas zonas de pobreza son cada vez más escasos.
        Y casi de repente este barrio de casas bajas y pobres se acaba. Por una calleja salgo a una enorme avenida, que no hace muchos años era como el lugar en el que acabo de estar. El cambio es brutal, pero me parece que es para ir a mejor. Llego a unos jardines modernos que  también  



            Ese niño duerme en su casa en el único sitio que tiene para dormir. Su casa es solo una habitación. Y esta tienda es solo eso, lo que se ve; no hay nada más detrás. Antes era una vivienda. A lo mejor la dueña de la tienda duerme aquí cuando cierra. Antes en China la gente vivía con lo justo,  tan justo que morían de hambre cuando había malas cosechas. Aquella China ya pasó. Toda la población no está perfectamente bien, pero todo ha mejorado mucho. Estos barrios, estas zonas de pobreza son cada vez más escasos.
       
         Y casi de repente este barrio de casas bajas y pobres se acaba. Por una calleja salgo a una enorme avenida, que no hace muchos años era como el lugar en el que acabo de estar. El cambio es brutal, pero me parece que es para ir a mejor. 

        Llego a unos jardines modernos que  también sorprenden. Hay zonas donde hay bambúes muy juntos y por donde no es posible adentrarse y donde solo te puedes sentar en el suelo, porque no hay bancos, sólo hay piedras grandes, sin tallar, donde la  gente se sienta, lo malo es que algunas son muy bajas. Parece que es como intentar recrear una zona salvaje, y la verdad es que hay ocasiones en que lo consiguen. 




         Y un poco más allá, en el mismo jardín hay viejos árboles traídos de otro sitio, y trasplantados aquí, y esto lo sé porque he visto en otros países y ciudades arboles muy grandes, que se trasplantan a  otros lugares en lugar de cortarlos, sobre todo los que estaban en las grandes avenidas y estas se ensanchan. Es una manera de tener rápidamente buenas arboledas. Y en este lugar los hombres juegan a no sé qué con unas fichas y un tablero, es un juego parecido a las damas, pero solo que en chino. Y en este sitio me siento a descansar en una piedra, pues al igual que en todo el gran jardín no hay bancos por ninguna parte. 
          Enfrente aparecen los enormes rascacielos del Pudong. Me gusta esa vista. Es grandiosa, variada y  bonita. Cada vez me gusta más la buena arquitectura actual y este es un buen lugar para disfrutarla.