BARROCO GERMÁNICO: Iglesias barrocas de Suiza, Baviera y Austria.
Hace años que visité, por primera vez, algunas zonas de Austria y recuerdo que me llamó mucho la atención el barroco austriaco, que me pareció muy diferente al español que era el que yo conocía. Hace tres años visité Roma durante 10 días y pude conocer a fondo el más importante lugar de arquitectura barroca, tanto en edificios religiosos como en urbanismo. Hace dos años, en un recorrido por Alsacia volví a ver una iglesia barroca muy diferente a las romanas y que despertó mi interés por el barroco germánico. En este viaje he visitado los edificios barrocos más importantes de Suiza, Baviera y Austria. He disfrutado mucho en este recorrido. He aquí mis impresiones:
Exteriormente la mayoría de las iglesias y monasterios no me llaman la atención. No tienen el recargamiento de líneas y de adornos que los edificios barrocos de Italia o España. Los edificios del Sur de Europa son más abigarrados, más recargados de adornos y de estatuas y por lo tanto mucho más suntuosos exteriormente.
La casi totalidad de las iglesias barrocas que estoy visitando son edificios exteriormente sencillos pero elegantes. Tienen una elegancia como clásica. Algunos expertos dicen que como estos países no tuvieron Renacimiento a causa de las guerras de religión, el clasicismo propio de ese movimiento se manifiesta en el exterior de los edificios barrocos y que todas las características del movimiento Barroco se ven en el interior de los mismos. En algunas iglesias y monasterios exteriormente se ven adornos propios y característicos del Barroco pero en muy pequeña cantidad si los comparamos con los edificios del sur de Europa. Todos ellos son edificios de un color claro y luminoso, en los que nada hace presagiar lo que uno va a ver cuando penetra en su interior.
El interior de estas iglesias es sorprendente. Lo primero que uno siente es sorpresa. Sorpresa por la luminosidad que hay en el interior. Luminosidad que se consigue con el color blanco de las paredes y con los grandes ventanales que hay por todas partes. A mi me parece que esta extraordinaria luminosidad es una herencia de su magnífico gótico, el cual tiene una luminosidad comparable a la del mejor gótico francés.
Uno se sorprende por los frescos y decorados que hay por todas partes, sobre todo en los techos, pero que no se limitan a ese sitio sino que rodean los órganos y bajan por las columnas y a veces cubren los muros laterales. Tanto fresco es una borrachera de imágenes, imágenes con una misión también didáctica pero que hoy ya no nos sirve porque no sabemos leer, en clave de mensajes, dichos frescos. Y en muchos templos estos frescos están acompañados por adornos coloreados en capiteles y frisos; y hay ocasiones en que la combinación de colores es acertada y produce una gran sensación de calma y bienestar a la vez que de alegría.
Uno se siente sorprendido cuando ve los órganos, que son de una riqueza y suntuosidad deslumbrante, quizá siguiendo la tendencia protestante de hacer del órgano casi un altar, aunque no hay que olvidar que estos países son los países de la música. Si estas iglesias son la casa de Dios, mejor dicho, el palacio de Dios, todo en ellas debe ser deslumbrante, y también el órgano que le debe deleitar con su música y sus sonidos.
Cualquier noble tiene su sala de música y lógicamente el Señor del Universo debe tener lo mejor de lo mejor. Rara es la iglesia que no tiene un órgano deslumbrante.
Las reliquias si que me sorprendieron. Nunca había visto esqueletos de santos vestidos con ropas lujosísimas y llenos de joyas por todas partes. Hacer esto si que es una clara reacción frente a la doctrina protestante que negaba el valor de las reliquias y del culto a los santos. Y yo me pregunto si los hombres de esta época no pensaron que a los santos no les hacía ninguna falta tanta joya y tanta ostentación.
Los confesionarios de Zwiefalten tampoco se quedan atrás en cuanto a sorprendentes. Están llenos de motivos vegetales florales y a mi se me asemejan más a realizaciones del modernismo que del rococó. Esta es una más de las sorpresas que me he llevado en el mundo del arte.
Los reyes, nobles y príncipes buscan en esta época la suntuosidad y el lujo en sus palacios como manifestación de su poder. Cuanta más riqueza y más lujo, más poder y más importancia. En las iglesias ocurre algo similar. Las iglesias las hacen hombres o comunidades religiosas y la importancia y poder de esos hombres y comunidades se expresa en el lujo y magnificencia de sus obras. Además la idea de Dios ha cambiado. Ya no es la luz del mundo de la época románica, ni la luz amorosa que nos envuelve y nos transporta a la gloria del gótico. Tampoco es el Dios alegre y humano del Renacimiento. Dios es ahora el rey del Universo, el dueño y señor de todo y como tal tiene que manifestarse, y al igual que los reyes y emperadores manifiestan su poder en sus palacios, Dios tiene que manifestarlo en los suyos, en sus iglesias. Y las iglesias se llenan de esplendor y de lujo.
Pero en esta zona no hubo Renacimiento, estaban demasiado ocupados en pelear y ese aire alegre y humano se manifiesta en muchas de las iglesias barrocas, que en general, carecen del aire solemne y demasiado rígido de las iglesias barrocas italianas y españolas. Las iglesias de estos países son demasiado serias y en todo es como si hubiese un protocolo rígido que no se puede saltar de ninguna manera. Sin embargo en toda esta zona, me parece que hay mucha más variedad dentro de unas características generales comunes. Cada iglesia nos da una impresión distinta, diferente a las demás y todo ello gracias al color de los frescos, de los retablos, a la pintura de las paredes y al color de los estucos.
En la abadía de Melk (Austria) todo es lujo y ostentación. Es una iglesia palacio que puede competir con las lujosas iglesias romanas.
En Altenburg todo es similar, todo es demasiado serio. Hay unos magníficos juegos de luz y color gracias a la alternancia del color de los materiales, materiales que son muy caros y que son una clara manifestación de ostentación, pero de nada más. No hay nada de alegría ni júbilo. Para mi gusto hay una belleza demasiado fría, demasiado académica.
Sin embargo en Wies y en Ettal ocurre todo lo contrario. Son iglesias muy claras y muy luminosas, pues la luz entra por todas partes. Hay muchas pinturas pero son de colores claros. Y los materiales no tienen apariencia de excesivamente lujosos, aunque abunden los dorados por todas partes. Son iglesias que parecen agradables palacios donde reina una sana alegría y en los que el dueño debe ser una persona amable, risueña, cariñosa, y presta a escuchar y a charlar con cualquiera que llegue a su palacio. Son iglesias muy acogedoras donde uno se encuentra muy a gusto. Y creo que toda esta claridad y toda esta alegría provienen de una adecuada distribución de los elementos ornamentales, del suave color de los mismos y del suave y claro color de los frescos que hay en el techo y en las paredes. Son iglesias donde parece sentirse la amabilidad y la bondad de Dios.
Zwiefalten tiene unos frescos con unos colores que no son nada alegres, aunque tampoco son tristes ni tétricos. El resultado es una iglesia que no es solemne ni sobrecogedora, que quizá es lo que haya querido conseguir, pero además al arquitecto le ha salido una iglesia aburrida y eso posiblemente es algo que no quería conseguir.
Steinhausen tiene unos retablos y unos cuadros demasiado serios, demasiado oscuros, pero el resultado global es el de una iglesia muy alegre debido a la frescura, claridad y viveza de los colores de las pinturas y de los estucos, tan alegres, tan vivos y a la vez dulces y suaves. Es una iglesia muy linda, donde da gusto estar y donde pasa el tiempo sin darse cuenta.
Obermarchtal tiene mucha luz y mucha claridad pero los retablos y cuadros son demasiado oscuros, tan oscuros como los de las más oscuras iglesias españolas y eso da a la iglesia una gran seriedad. Esa seriedad se podría diluir con el colorido de los estucos, pero éstos, aunque están altamente elaborados no llaman la atención ni contribuyen a animar el conjunto porque son blancos y pasan desapercibidos por falta de color. La iglesia es muy luminosa pero no es alegre, falta la alegría del color.
En pueblitos y aldeas hay pequeñas iglesias, como Otterswang, en las que se logra una síntesis magnífica, estamos ante un Dios rico, poderoso, pero amable y bondadoso. Hay riqueza, pero no hay lujo. Es una iglesia en la que sobre todo predomina la alegría.
Y este arte barroco se adapta a anteriores edificios tanto románicos como góticos. En realidad lo que se hace es decorar estas antiguas iglesias con el estilo barroco o rococó. Cuando predomina el buen gusto y el saber hacer el resultado es magnífico. En Salzburgo, una de las ciudades barrocas por excelencia, se pueden ver antiguas iglesias con aspecto barroco que no desmerece del de los edificios construidos desde un principio en ese estilo. La iglesia románica de la abadía benedictina de San Pedro es un buen ejemplo de lo que acabo de decir.
He visto en Lindau una iglesia de culto protestante decorada al estilo barroco, no con la profusión de imágenes, cuadros y altares de las de culto católico pero sí adornadas con motivos muy sencillos de un buen gusto admirable y con unos colores suaves y delicados que hacían de ella un lugar tranquilo, hermoso y agradable. Y es que el buen gusto y la belleza no están reñidas con ninguna religión.
Nunca había visto bibliotecas de edificios barrocos. En este viaje he visto por primera vez varias, y todas se consideran grandes bibliotecas de estilo barroco. Su importancia como bibliotecas es innegable, pues todas ellas cuentan, en mayor o menor grado, con innumerables libros y códices manuscritos, incunables, etc. Algunas tienen manuscritos del siglo V, lo cual no es moco de pavo.
Biblioteca de la abadía de Saint-Gallen (Suiza).
Biblioteca de San Florian.
Biblioteca de Admont
Me han gustado mucho todas ellas, tan serias, tan elegantes, con esos frescos en los techos que le dan un aire novedoso para mí. La que más me ha gustado, con diferencia, es la de Admont, tan blanca, tan alegre, tan luminosa. Da gusto estar allí. Allí se debe leer con mucho placer, con mucho agrado. Las demás son austeras, serias. Son un derroche y un lujo de poder intelectual. Es el mismo lujo que el de una corte o una iglesia pero llevado a una biblioteca, queriendo de esta manera resaltar su poder y su calidad. Cuando se entrar a leer en cualquiera de ellas, menos en Admont, el ambiente te prepara para enfrentarte a una obra muy seria y muy importante, en un ambiente así no se pueden encontrar ni leer obras intrascendentes o frívolas. Al entrar a leer en Admont o a buscar una obra en su biblioteca también supone que uno se va a encontrar con una obra seria e importante pero lo que la diferencia de las otras bibliotecas es que uno va a comenzar la lectura con alegría y optimismo, alegría y optimismo que irradia por todas las partes. Y leer una obra con alegría y optimismo esperando encontrar en ella cosas muy importantes no es una cuestión baladí; no es lo mismo leer una obra muy importante con cierto aire de gravedad y por lo que nos cuenta que leerla con optimismo y alegría por lo que esa obra nos puede aportar para dar sentido a una vida de alegría y felicidad. Y todas estas cosas se me ocurren después del viaje, cuando comparo en casa las fotografías que tengo y evoco las sensaciones que tuve en todos estos lugares. Este recorrido por las iglesias barrocas ha sido muy interesante para mí.