jueves, 20 de junio de 2024

ITALIA - La Toscana (2): Florencia.

ITALIA - La Toscana: Florencia 

    Llego a Florencia por la tarde. Es domingo y afortunadamente no hay mucho tráfico por las calles. Hay gente muy amable que me indica perfectamente el camino a seguir yendo delante de mí con su coche.

    El camping está muy cerca de la plaza Michelangelo, un lugar que es un mirador privilegiado sobre Florencia y al que acuden muchos turistas. Desde allí puedo observar una bonita puesta de sol. La silueta de algunas torres y la cúpula de la catedral se destacan sobre un cielo de color gris azulado con tientes rosas cambiantes. Es como si Florencia me diese la bienvenida.

A la mañana siguiente muy temprano me voy a la galería de los Uffizi y aunque estoy allí a las 9 tengo que esperar cola hasta las 10 de la mañana. Coincido con dos matrimonios argentinos y esa hora de espera se nos hace más corta hablando de cosas de España. Son personas muy curiosas y constantemente me preguntan cosas, pero cada respuesta conduce a una nueva pregunta y así hasta que nos toca entrar.

Los Uffizi es una de las mejores pinacotecas del mundo y posiblemente la mejor en arte del renacimiento.

    Hay cuadros en los que las figuras están llenas de vida, pero para llena de vida me quedo con la virgen de la Anunciación de Simone Martini que tiene un gesto como de asombro y está como traspasada por un algo especial, quizá por el espíritu de Dios. Es uno de los gestos más asombrosos de todo el arte europeo.

    La obra de Gentile da Fabriano está llena de color, pero en ella predomina más el lujo y la pompa. Es como una gran corte renacentista que va al pesebre de Belén. La composición está cuidadísima y las líneas convergen magistralmente en el niño Jesús; pero no es que la vista vaya sólo allí y se olvide el resto del cuadro. No. Está tan bien construido que la vista recorre el cuadro y todo te lleva al centro, pero desde él, la vista vuelve a otros lugares del cuadro para volverse a iniciar el proceso y al final se ha recorrido toda la obra.

    Y luego un cuadro asombroso, pues ante él no cabe más que el asombro: La Batalla de San Román de Paolo Uccello. Es un cuadro enorme de grande y parece que en cualquier momento las figuras van a empezar a moverse y a salirse del lienzo. Caballos en unas posturas inverosímiles, lanzas verticales, horizontales, hacia abajo, soldados en una multiplicidad de puntos de vista, fondos con escenas de caza como si en la guerra alguien se olvidara de esa tragedia y se entretuviera en cazar conejos, y así se puede uno estar mirando y mirando este maravilloso cuadro y siempre descubriendo algo nuevo. 


     Perugino, el maestro de Rafael, pinta unos rostros asombrosos. El retrato del joven está lleno de tristeza, de melancolía; tiene una mirada como ausente.

    La Venus de Urbino de Ticiano es una obra llena de una sensualidad y una calidez como hasta entonces no se había dado en la pintura. El desnudo ocupa todo el cuadro y hay como un carácter íntimo y hasta recatado en él.

    Con esta obra pongo punto final a este recorrido por las obras que más me han llamado la atención de la galería de los Uffizi. Ha habido más obras que me han gustado muchísimo, pero no quiero escribir una reseña de todo el museo.

Desde allí me dirijo al Palazzo Vecchio o della Signoria. Me toca esperar otra hora para entrar. Todo el palacio es una gran manifestación de todo el lujo y esplendor del último renacimiento: techos suntuosos, paredes llenas de frescos, estatuas, pilas, chimeneas, puertas,…el lujo, la suntuosidad y el refinamiento están presentes por doquier. 

 Hay un gran gusto por lo pomposo; no me extraña el gran triunfo del barroco en Italia. El primer renacimiento es más fino, más delicado, como con más equilibrio, va como más dirigido al espíritu y a medida que avanza en el tiempo poco a poco empieza a dirigirse más hacia los sentidos.

¡Qué bonita es la plaza de la Signoria! Me gustan las torres, las estatuas que hay por aquí y por allá (y vaya estatuas) las casas de diferentes alturas, la gente que viene y va y se detiene, y y comenta, y se sienta en la Loggia al abrigo o amparo de alguna de sus estatuas.

 Son estatuas que acompañan, que protegen, que dan compañía. Estas estatuas son otra manifestación más del gusto por la belleza, por lo bonito, por lo bien hecho, propio del renacimiento italiano. Es una manifestación más de la pretensión de que las obras de arte estuviesen a la vista de todos, que sirvieran para el disfrute de todos.

 Desde la plaza me voy hacia el Duomo. Por el camino, adornándole a la vez que se adornan las paredes de algunos edificios, más estatuas de artistas famosos como esta de Donatello.

 

El Duomo por fuera es sorprendente por su belleza y elegancia. Por dentro es austero, gris, tristón, pesadote. Hay mucha gente ¿Cómo estará en agosto? 

Hoy he andado mucho y he estado mucho tiempo de pie; me siento en un banco y para descansar los pies me descalzo. Pasa uno de los vigilantes y con cara de perro de presa me dice que no puedo estar descalzo, que me ponga los zapatos. Soy obediente y rápido me los pongo. 

 Entro en el Baptisterio. Me vuelve a parecer imponente por dentro. Es entrar en el reino de Dios, en un mundo dorado, en el mejor de los mundos, de donde la maldad es expulsada y donde resalta la bondad y belleza de las obras de Dios y de los santos. Es el lugar de la belleza de Dios. 

 

        Estoy mucho viendo la Piedad Florentina de Miguel Ángel, la que hizo en los últimos años de su vida para ponerla sobre su tumba. La miro desde todos los ángulos de alrededor y de todos me sorprende. Creo que aquí está representando el drama mismo de la muerte con los gestos y posiciones de los personajes, sobre todo con la figura de Cristo que se muestre como una figura rota por la muerte. Pero todo el grupo está roto visto desde otros ángulos, no solo desde el frente. En la foto de arriba a la izquierda, el brazo y la pierna de la Virgen rompen la estructura piramidal, así como los pliegues traseros de la ropa de la Virgen. La cabeza de María Magdalena parece querer salirse de esa estructura, y en la vista frontal también parece que esa figura se sale, pero el brazo de Cristo la quiere introducir, cosa que no se consigue del todo, creándose unas tensiones plásticas entre el brazo y la pierna de Cristo y el cuerpo de María Magdalena, tensiones que aumentan el dramatismo de la figura. Y lo mismo ocurre con el resto de las figuras vistas desde un sitio y desde otro, pero a pesar de estas tensiones plásticas todas las figuras se funden unas en otras compenetrándose íntimamente. Esta unión y disposición ha llevado a algunos críticos a considerar que Miguel Ángel, a pesar de expresar el dramatismo de la muerte, la ve también como una liberación y unificación con la de otros humanos, quizás con el alma de la humanidad, al igual que se unen estos cuatro personajes en uno solo con esa composición piramidal.
    
    Después estoy andando por la ciudad. Paso por algunas iglesias y entro en ellas: Ognissanti, Santa Trinita. En esta hay bellos frescos. Ver tantos frescos, tan bonitos, tan bellos, me produce una sensación especial. Y ante tanta belleza yo me pregunto ¿tantos frescos para qué? ¿para tener una visión celestial aquí en la tierra? ¿para estar rodeado de la belleza de Dios mientras se ven y se conocen cosas de su vida o de la de los santos? La verdad es que no lo sé. Lo que si sé es que son unos frescos maravillosos, llenos de luz y color, luz y color que parece que salen de los frescos e impregnan todo lo que les rodea. Es el poder de estos frescos de Ghirlandaio.

    Por todas partes se ven helados con una pinta estupenda. Los de las heladerías del centro son muy caros. Los de los barrios son más accesibles, también tienen una pinta estupenda y están buenísimos. Hay que reconocer que en esto de los helados los italianos son unos maestros.

    Se ven de vez en cuando unas chicas despampanantes, de entre 20 y 30 años, que van con hombres maduros, de entre 50 y 60, y me acuerdo de los comentarios que al respecto hizo mi hijo Moncho cuando estuvimos aquí hace 15 años: “¡Estos tíos deben tener más pasta! ¿Por que si no de qué iban a ir con estos viejos unas chicas jóvenes que están buenísimas?”

    El puente Vecchio está lleno de gente que sobre todo mira, y se mira lo que se vende, y el río, y la ciudad y a la gente que pasa. Y todas estas cosas forman un espectáculo humano, con un decorado maravilloso, que discurre ante los ojos de los que se detienen a observar.

    Y lleno de imágenes maravillosas recogidas durante todo el día, y también bastante cansado físicamente de tanto andar despacio y tanto estar de pie, me voy a descansar al camping.

    Por la mañana me despido de Ana y Timoti, el matrimonio inglés que vive en España y con el que he charlado las dos tardes que hasta ahora he pasado en Florencia. Ellos se van a los lagos del norte de Italia, yo subo a San Miniato al Monte.

     La vista desde allá arriba es magnífica. El día es limpio, luminoso y se perciben los más mínimos detalles. La iglesia es románica, pero de un estilo diferente a las de Francia y España, se parece a las de Pisa, pero ésta de aquí tiene mucha decoración geométrica en el exterior. 

 

Y en el interior la decoración continúa, pero la acompañan mosaicos, frescos y obras posteriores, como la capilla del cardenal de Portugal. Viendo la iglesia hay un grupo de adolescentes españoles que han ido en viaje fin de curso y que escuchan las explicaciones de sus profesores. Yo también me pongo a escuchar y me sorprende el tipo de comentarios que hacen algunos profesores: ¡Esta no es una visita típica, aquí no viene la masa, sólo gente entendida en arte! ¡No hagáis las fotos típicas desde la puerta, hay que ser más originales! Aparte de estos comentarios que para mí denotan un tipo de persona que va buscando la notoriedad y el distinguirse de los demás, sintiéndose en cierto modo como pertenecientes a una elite cultural, sin hacer nada para que eso sea así, los comentarios artísticos eran de corte muy histórico y por tanto muy aburridos; no aportaban nada del valor plástico de la construcción, de la decoración, de los frescos, de por qué se hacían las cosas así, etc. es decir, faltaba la esencia del arte, lo cual es muy grave en un profesor que se las quiere dar de original y exquisito en sus gustos.

Y dejando a los profes y a los alumnos con sus cosas me marcho buscando la sombra hacia Santa María del Carmine. Por el camino el olor que sale de una panadería me detiene, es un olor delicioso. Seducido por él entro y compro pan y una porción de pizza que están deliciosos. ¡Ha sido una buena seducción!

     
    ¡Qué frescos tan bonitos los de Sta. Mª del Carmine! ¡Qué bien pintaron Masolino y Masaccio! Muchos expertos hablan de que si aquí se inicia el volumen en la pintura, de que si la distribución es nueva y cosas por el estilo. Este intento de analizar tanto el arte y de llenarlo de términos técnicos lo que hace, en numerosas ocasiones, es matar la obra de arte, privarla de la vida que tiene y de la espontaneidad que parece transmitir. El espíritu del arte está en otras cosas y en otras partes.

     Y de un lugar maravilloso a otro. Ahora a Sta. Mª Novella. La iglesia es muy bonita. La vista enseguida se va a laluz, al altar, y allí se encuentra con unas paredes llenas de color, de magia, de luz y de belleza. Allí están los frescos de Ghirlandaio. Los miro y los miro y no me canso de mirarlos. Son como un maravilloso comic en el que aparece la vida y personajes de la alta sociedad florentina de la época. La vida de la virgen es un pretexto para que ante mis asombrados ojos desfilen personajes y más personajes en ambientes variados y cambiantes. ¡Y los colores siempre son tan bonitos!



    Luego paso al claustro y a la capilla de los españoles, también llena de frescos. Me estoy mucho rato sentado, mirando. La sensación es distinta a la que he sentido en otros lugares, tanto dibujo como me rodea me abruma y no me deja pensar, sólo me deja sentir. Y con tanto color, tan bonito, tan suave, tan dulce, tan alegre, la sensación es muy agradable y muy placentera.

Aquí sentado, frente a estos magníficos frescos, pienso en qué es el arte, en cual es su función y en cosas así. Estos hombres buscaban con sus edificios, con sus cuadros, con sus frescos, cosas diferentes a lo que buscaban los franceses o españoles de su tiempo. La función, la concepción, la intencionalidad de este arte, era distinta a la del resto de Europa. 

     Y después de este descanso me voy a andar por las calles, a mirar los palacios, a mirar las casas, a la gente, a las tiendas que son casi repetidas de las de España, a comer un helado (hoy sólo de café), a sentarme en la plaza de


 la Anunziatta, una de las más bellas plazas de Florencia, y a mirarla hacia un lado y hacia otro, a levantarme y recorrerla lentamente para verla desde diferentes puntos de vista y apreciar mejor su belleza y la perfección de sus proporciones, y a continuar hasta la iglesia de la Santa Croce.

    Hace 13 años esta iglesia se visitaba libremente y sólo había que pagar para visitar los claustros, sacristía, museo, etc. hoy hay que pagar 5€ y se ve todo y todo está iluminado y explicado en varios idiomas.


    Veo las tumbas y monumentos funerarios de Galileo, Miguel Ángel, Dante, Alfieri, Maquiavelo y Rossini y no sé porqué me detengo especialmente en ellas.


Luego los maravillosos frescos del altar mayor, de la capilla Baroncelli y de la sacristía. Otra vez la magia del color.


Recuerdo cuando vi los claustros por primera vez. Me decepcionaron pues mi idea de los claustros era que tenían que ser románicos o góticos. Con arcos tan altos tan abiertos no tenían valor. Hoy esa idea ha cambiado y me parece un bello claustro y una bellísima capilla de los Pazzi, auténtica joya de la arquitectura renacentista, obra de Brunelleschi. 

Interior de la capilla Pazzi y una bóveda de la misma.

    Salgo de allí y en la plaza una mujer me pide una limosna pero no la doy nada. Luego lo pienso y creo que he obrado egoístamente, me gasto mucho dinero en ver museos, iglesias y cosas por el estilo y escatimo unos céntimos a una pobre mujer que no le tiene que sobrar nada. Miro a ver si la veo pero ya no está. Continúo paseando.

    La plaza de la República está muy animada, muy pomposa con todos sus grandes palacios y edificaciones.

    La plaza de la República está muy animada, muy pomposa con todos sus grandes palacios y edificaciones. Un poco más allá está el Mercado Nuovo, tan bonito, tan antiguo pero a la vez tan vivo. Y continúo mi paseo hacia la plaza de la Signoria, y allí me vuelvo a.encontrar a la mujer que estaba pidiendo y que otra vez me vuelve a pedir; esta vez si que la di una pequeña limosna. 

      Y vuelvo a sentarme en la Logia de la Signoria, rodeado de estatuas y viendo como gente variopinta pasa hacia un lado y hacia otro; y me doy cuenta de cómo muchas personas compran souvenir y cosas sin necesidad, se preocupan de cosas banales o hablan por hablar por teléfono durante tiempo y tiempo.

        Después de un rato me voy hacia la plaza Michelangelo para ver la puesta de sol. Allí una inglesa de mi edad quiere ligar conmigo, y aunque la mujer nos está nada mal, yo no estoy por la labor, así que no hay nada que hacer. Empieza a anochecer. Una española tira del marido mientras le dice: ¡Vámonos de aquí porque este es el sitio de las putas! ¡Mira como van esas! Y esas eran unas jóvenes turistas con minifalda, pantaloncitos cortos y generosos escotes que se marcharon en cuanto hicieron las fotos de rigor. Yo, que tampoco era puto, también me marché porque tenía que hacerme la cena y alguna que otra tarea, además de descansar.

        Un nuevo día y otra vez más de lo mismo, más arte. Hoy toca el museo Pitti. Este museo está basado en la colección de una realeza menor pero aficionada al arte. Los cuadros ocupan casi completamente todas las paredes de las habitaciones. Las estatuas también están por doquier. Todo está decorado con lujo y esplendor, pero no resulta un lugar acogedor para vivir. Está bien como museo, no como vivienda. 

        La colección de estatuas romanas es estupenda y sorprende.

        Hay una buena colección de cuadros de Rafael, Ticiano, Rubens y de otros artistas italianos. Lo que ocurre es que hay muchísimos cuadros y la mayoría son de pintores de segunda fila.

        Las estancias que se conservan como vivienda son lujosas; el baño que se ve es enorme y muy bonito; el vestidor de la reina grandísimo. Luego hay un montón de cuadros del siglo XIX, algunos muy buenos, aunque es una pintura minusvalorada.

            Desde aquí me voy a la iglesia de San Marco, donde están los dibujos que hizo Fra Angélico en las celdas de los monjes. Me parecen dibujos con una gran perfección técnica, muy lindos, y sobre todo con un bello colorido.

         Había un grupo de estudiantes ingleses, ya mayores (20 años y más) que se debían creer los únicos con derecho a verlo; los demás a ellos les traían sin cuidado.        


        En la Sala Capitular pintó la Crucifixión, que terminó en 1442, considerada como una verdadera obra maestra, aunque no he encontrado ningún lugar por el que se considere una obra maestra. Durante la realización de esta obra, Fra Angelico se emocionó tanto que derramaba lágrimas.


        También hay esta Anunciación, de gran calidad, aunque a mí me gusta más la del Museo del Prado.

        Salgo de la iglesia de San Marco y en la plaza entro en una especie de panadería donde había bastante gente comiendo y allí tomo cuatro clases de pizza que estaban riquísimas y a un precio muy asequible (6€ con bebida).

       Muy cerca de allí está el palacio Medicci Ricardi. Entro a visitarlo. Los patios y los jardines pertenecen a un mundo de lujo y esplendor, un mundo propio y exclusivo del Renacimiento. Se busca la belleza por doquier, en muros, columnas, fuentes, jardines; las estatuas están por aquí y por allá ocupando huecos, creando espacios, aportando nueva belleza.

 

     Este renacimiento florentino es sorprendente, ¡qué lejos queda lo que conozco del renacimiento español, tan sobrio, tan austero!

Y luego entro en la capilla. Estoy yo solo y estoy mucho más de los preceptivos 7 minutos que hay que estar cuando se va en grupo de 7 personas (grupos de 7 personas durante 7 minutos). Me quedo extasiado viendo los frescos de Benozzo Gozzoli. Me parecen bellísimos, indescriptibles. Son algo que sólo se puede expresar de la forma que se ha hecho, es decir, pintando. Las fotos no hacen justicia, les falta la brillantez del color.


       En la sala de Luca Giordano me acuerdo de mis princesas ¡hay tantos temas mitológicos para contarles!: el Rubicón, el perro de las tres cabezas, la gran serpiente, y muchos más. Me siento a descansar y como estoy muy cansado casi me duermo. Me levanto y salgo a pasearme por las calles de Florencia. 

      Y sin querer, sin hacer intención, paso por delante de la iglesia de San Lorenzo. Una maravilla más del renacimiento italiano.

     Luego continúo por el Duomo, Piazza de la Signoría, Piazza de la Santa Croce, jardines de la Piazza Michelangelo y el camping. Es como mi paseo de despedida. Mañana por la mañana me marcho de Florencia. Estoy cansado, bueno, mejor sería decir saturado de ver tanto arte y tan concentrado. No sé cuando volveré, pero a Florencia merece la pena volver.






























miércoles, 5 de junio de 2024

ITALIA - La Toscana (1): Pisa - Lucca - Pistoia - Prato.

 
LA TOSCANA: Pisa - Lucca - Pistoia - Prato

        PISA. Aquí comienzo mi recorrido por la Toscana. Encuentro sitio para aparcar muy cerca de la plaza del Miracolo. Hay bastante gente. Creí que ahora en junio no habría casi nadie pero no había tenido en cuenta que cada vez somos más jubilados, que los estudiantes ya están acabando y muchos están haciendo el viaje de fin de curso o de carrera y que bastante gente coge vacaciones ahora para evitar las aglomeraciones de julio y agosto.

          La plaza es tan bonita como la recordaba. Lujosa, alegre, magnífica. Los edificios blancos resaltan poderosamente sobre el  cielo y sobre el verde del césped. La vista recorre todo: la catedral, el baptisterio, la torre inclinada, los edificios circundantes, y va de un sitio y otro sin saber en cual detenerse. ¡Todo es tan hermoso! ¡Todo es tan sorprendente! En los últimos años he visto mucho románico francés y español y lo he analizado con detenimiento, y para mí este románico pisano es un románico totalmente diferente al románico francés y español, éste es más serio, el pisano es más alegre.

          La gente va hacia un lado y otro, sin una dirección fija, igual que la vista. No hay nada que sea más importante y por lo tanto nada es el centro.

          El baptisterio es el lugar donde se bautizaba a los nuevos cristianos y está separado de la iglesia porque a ésta sólo se entraba cuando ya se estaba bautizado y se pertenecía a ella.. El interior de este edificio es enorme. Todo te envuelve y todo te rodea por igual.  Me da la sensación que es como entrar en el seno de Dios. Para mi gusto le falta luz, continuando hablando en simbología religiosa, es como si le faltase la luz del Espíritu Santo.

       Salgo del baptisterio y despacio voy al otro gran edificio de la plaza: la catedral. La fachada y todo el exterior de la catedral (al igual que el exterior de la torre y del baptisterio) es una obra que me gusta mucho. Los ritmos de los arcos, las dimensiones y alternancia de las columnas y los diferentes colores del mármol, consiguen una sensación de equilibrio, a la vez que de dinamismo, sorprendente. Yo no me di cuenta de ese dinamismo hasta que me sorprendía a mí mismo mirando el conjunto durante bastante tiempo. La cantidad de columnas de la parte superior le dan un aire de ligereza, de parecer que todo está flotando, a la vez que la parte inferior da una gran sensación de solidez. Con ese color blanco el edificio adquiere un aspecto alegre, casi resplandeciente.

         En el interior de la iglesia más de lo mismo, más de ritmos y proporciones: las piedras de diferente color alternándose en muros y arcos, columnas de diferentes alturas, arcos de diversa amplitud, alternancias de huecos y muros, etc. lástima que los añadidos posteriores de altares, retablos y capillas hayan roto un poco esos ritmos. Esta iglesia es la casa de un Dios diferente al francés y al español. Aquí hay como una gran alegría. Quizá la influencia de Grecia y Roma haga que se fijen más en el lado amable y bondadoso de Dios. 

           El púlpito de Giovanni Pisano no me gusta para estar en este edificio,, le veo pesado y como muy barroco, no me pega entre la pureza de líneas del edificio. Es un obra muy adelantada para su tiempo. Cualquier figura de las que hay en este púlpito se parece como un huevo a una castaña con cualquier figura de la Puerta de San Rainiero, y las épocas en que ambas fueron realizadas no estaban tan alejadas una de otra.


             La Puerta de San Raniero es la única original que se conserva. Se fundió en torno al 1180 por Bonanno Pisano. En ella se narran episodios de la vida de Cristo, con la aparente ingenuidad del arte románico. Esta imagen (en la que pone ERODI en la parte alta) se representa la matanza de los inocentes.
          Este episodio no me parece que tenga ninguna calidad plástica. Lo único que se resalta es la figura de alguien poderoso, y la espada o el palo que levanta un hombre para ¿pegar a una mujer?, ¿pegar al poderoso? Los inocentes, estando delante  de la puerta no se reconocen y hasta en la  foto se reconocen mal.
           Me marcho de la plaza del Miracolo y me voy a recorrer la ciudad, pero me marcho siguiendo mi plano en un recorrido que he marcado. En cuanto me alejo de la plaza el número de turistas disminuye, y con ello aumenta la calma y la tranquilidad. 

        Se ve la ciudad con el aspecto que le debe ser habitual: bellos palacios de 3 ó 4 plantas, cuando las casas modernas de la misma altura tienen 5 ó 6, con las ventanas con adornos diferentes según la planta y la posición; coches que amablemente ceden el paso aunque no sea un paso de peatones; jóvenes con motos que casi te arrollan, con una actitud que contrasta enormemente con la de los conductores de automóviles; el río Arno, tranquilo, tan tranquilo que parece que no corre; las terrazas de los bares y pizzerías que ahora están casi llenas de gente; las pocas tiendas de souvenirs, ya que la mayoría están en la plaza del Mirácolo.


           Las iglesitas que surgen por aquí y por allá y que muchas son pequeñitas, como las ermitas que hay en medio de la ciudad de Ávila.

         Las placitas aparentemente desordenadas pero en realidad con una armonía y un equilibrio que hacen que  te sientas muy a gusto en ellas; la pareja de turistas con su guía o plano orientándose; y los pisanos que van y vienen a hacer sus cosas cotidianas. 

        El museo nacional de San Matteo es una auténtica joya. Alberga una buena colección de obras de artistas pisanos, o próximos, de los siglos XIII al XV. 
        Todavía abundan las imágenes sobre fondos dorados y rico colorido. Es la pintura gótica, aún tardará en aparecer la naturaleza como fondo de los cuadros.


       Hay vírgenes bellas, muy bellas, de dulce mirar y aspecto tranquilo, con niños que no son niños, que son adultos en miniatura y con miradas o que se dirigen al niño o al espectador o son miradas perdidas. 

Me gustan sobre todo las miradas de casi todas las vírgenes y santos,  miradas eternas que salen del alma y se dirigen al infinito, al más allá. Son miradas serenas, inmutables, como del que todo lo ha visto, porque ya ha visto a Dios,  y por tanto de nada se asombra. 


      La ciudad se empieza a vaciar. Son las 7,30 de la tarde. Me marcho al camping. A mi lado hay un matrimonio holandés con un bebé de pocos meses que recorren la Toscana en bicicleta. El bebé va en una especie de carrito perfectamente protegido. Le bañan y le cambian mientras me preparo la cena. Miro de vez en cuando como patalea y como emite grititos. Empieza a lloriquear. Debe ser la hora de su comida. Su madre le da de mamar y problema resuelto. Enseguida se duerme. Me hubiese gustado seguir escuchando sus grititos y sus sonidos, pero es muy pequeño y duerme mucho. De madrugada vuelvo a escucharle. Durante un ratito llora. Aunque me ha despertado no me molesta, es más, me gusta escucharle; me recuerda cuando mis nietas eran así de pequeñas. Miro al cielo y le veo lleno de estrellas. 

             LUCCA está muy cerca de Pisa, pero hay que tomárselo con calma. Hay mucho tráfico, algún conductor va muy despacio y es muy difícil adelantar, pero al final se llega. Hay amplios aparcamientos al borde de las murallas, donde está el centro histórico de la ciudad. Las murallas son de ladrillo y con una forma y unas proporciones que no tienen nada que ver con las de Ávila. Éstas son mucho más bonitas y más grandiosas. 

     Enseguida llego a la plaza del Duomo. Todos los alrededores están ocupados por puestos ambulantes. Hoy hay mercado de antigüedades. La plaza es chulísima.


         El Duomo espectacular. Es un románico bellísimo, como el de Pisa pero con la fachada llena de bellas columnas diferentes unas de otras. Estas diferencias hacen que la vista recorra la fachada observando, mirando, buscando no sé qué, con lo cual se origina un dinamismo visual y plástico sorprendente. La torre de ladrillo es alta, muy alta. El número de ventanas aumenta a medida que aumenta la altura.
      El interior de la catedral es oscuro y tenebroso. Gracias a la luz artificial consigo situarme y puedo observar bien. Hay numerosos cuadros y esculturas bellísimas, de una gran perfección técnica y con gestos muy expresivos. 


      Salgo a la calle. Voy entre los puestos de antigüedades. En la calle estamos muchas personas de mi edad, la mayoría turistas de las más diversas nacionalidades. Los jubilados actuales somos unos auténticos privilegiados por poder viajar en esta época sin prisas y sin agobios. Paso por placitas y rincones donde hay puestos en los que venden libros, láminas antiguas, estampas y cosas por el estilo. Algunos de estos rincones están a la sombra de iglesias románicas o de palacios góticos y renacentistas, ¡un autentico lujo!



          San Michele in Foro tiene otra fachada sorprendente, si cabe es más sorprendente aún que la del Duomo. Tiene más columnas y éstas son más variadas y con motivos geométricos más vistosos. Las partes superiores de los arcos están decorados con mosaicos de animales. Las columnas son de diferentes colores, los arcos también. Toda esta diversidad está tan bien puesta, tan bien colocada, que crea un gran dinamismo, pues la vista recorre todo en todas direcciones parándose en todo y no parándose en nada, pues nada es el centro, nada es más importante que lo que está a su lado aunque todo se necesita.


      El interior está desnudo. Es una iglesia austera. Es la geometría del edificio, la desnudez de los muros, la que lleva hacia el altar, hacia el lugar de Dios. ¡Qué lejos estamos aquí de la luz del románico francés que es la que lleva hacia el altar! Es otra solución diferente para el mismo resultado, aunque la concepción no es la misma. 


           Y aunque he dicho que la iglesia está desnuda, la verdad es que  no lo está totalmente. Estamos en Italia y aquí no ha habido ninguna revolución en que se quemasen o destruyesen iglesias. Hay hermosos cuadros y estatuas. Me llama la atención éste de Filippino Lippi, el hijo del pintor Filippo Lippi que fue maestro de Boticelli. Este Filippinoo fue a su vez discípulo de Boticelli. Este cuadro me gusta por la solidez de las figuras y por el colorido de los ropajes. La composición no la veo muy lograda. San Gerónimo y Santa Elena están a lo suyo, como si fueran dos árboles. Las manos de algunos personajes parecen garras. 


             ¡Qué bonita es la plaza de San Michele con sus bellos palacios góticos y del Renacimiento! La gente va y viene de todas partes; unos  deprisa, otros con calma; la mayoría andando, unos pocos en bicicleta.  Unos músicos callejeros tocan en un lugar que tiene una magnífica acústica y su música se propaga muy bien a mucha distancia. Un anciano va leyendo el periódico mientras anda tranquilamente; me recuerda a mi padre pues a él también le gustaba ir leyendo el periódico por la calle mientras caminaba, algo que yo nunca conseguí hacer. Continúo paseando por las calles. Son calles llenas de gente.  De vez en cuando surge una torre alta de algún palacio o de alguna iglesia. Paso por placitas pequeñas, coquetas, recoletas; en alguna los pintores exponen y ofrecen sus cuadros al público.


          Aparece una torre románica muy alta, enorme. Es la torre de la iglesia de San Frediano, una de las mayores de la ciudad. En la parte superior de la fachada tiene un sorprendente mosaico. 


     Este gran mosaico del siglo XIII representa la Ascensión de Cristo. Este está representado como los pantocrátor románicos y su ascensión está simbolizada por los ángeles que sustentan la mandorla y que se reafirma en la parte baja, donde los apóstoles rompen su frontalidad para mirar hacia arriba y no muestran una posición hierática como en los mosaicos bizantinos, sino que parecen dialogar unos con otros. La Virgen ocuparía el lugar de la ventana. Las figuras se parecen más a las del románico europeo que al estilo bizantino. Es un pintura hecha con mosaicos.
     El interior da la primera sensación de ser una iglesia austera, desnuda, con una luz suave y difusa. Pero cuando la vista se acomoda a la luz y al lugar se empiezan a descubrir por aquí y por allá magníficas estatuas y cuadros llenos de color. El  Renacimiento está presente por todas partes, aunque la iglesia sea del siglo XII. El aire del Renacimiento es único, es la belleza, el gusto por lo bonito, por lo bien hecho, por lo duradero, en un intento de alcanzar la inmortalidad a través de la belleza  tanto por parte de los artistas que hacían las obras como por parte  de los mecenas que las encargaban.


           Una obra que me gusta mucho es la gran fuente  bautismal románica del siglo XII. En la fuente bautismal se representan obras de la vida de Moisés, que libera al pueblo de Dios al igual que el bautismo nos hace pertenecer al pueblo de Dios y en él estamos libres de todo mal. Se conoce al autor de esta obra, algo que en el resto de Europa no ocurre en estos años.
         Las figuras de esta obra están muy alejadas estilísticamente de la mayoría de las europeas contemporáneas. Estos hombres tenían modelos romanos por todas partes  y les sirven de modelo consciente o inconscientemente.  


           Cuando salgo de la iglesia paso al lado de una panadería. El olor del pan me abre el apetito. La panadera me recomienda un pan bajito, casi como una torta, con sal y aceite. Está buenísimo. De postre, o de acompañamiento, me como una porción de pizza aderezada con unas hierbas que también está exquisita. Y comiendo y mirando, pues las dos cosas se pueden hacer al tiempo, y eso si que lo sé hacer, paso por la Plaza del Anfiteatro que aún conserva la forma del antiguo anfiteatro romano y donde están preparando el escenario para un concierto, y por otras plazas llenas de puestos bien de antigüedades, o de ropa, o de alimentos, o de libros, o de cosas variadas.
       A la gente le encanta ir despacio, mirando, observando, preguntando, tocando los objetos, comprando de vez en cuando y a otros nos encanta mirar como la gente hace todas esas cosas, y como en definitiva la gente da vida a la ciudad.




        PISTOIA. La ciudad está casi desierta. Es la hora de la siesta, una hora sagrada para los italianos. Enseguida llego a la Plaza del Duomo. Es una plaza enorme, bellísima, armoniosa, sorprendente. La recorro con la vista hacia un lado y hacia otro. Tiene forma de L y no me es posible hacer una foto de toda ella. Aunque es muy grande es una plaza muy equilibrada en sus proporciones y con una gran armonía en los edificios que en ella se alzan. 
          Aquí están todos los edificios más importantes de la ciudad: el baptisterio, el palacio episcopal, el palacio del Comune, el palacio Pretorio y la catedral con su alta torre que destaca poderosamente en la plaza precisamente por su altura.

   
    La catedral, la torre y el baptisterio de estilo románico pisano, con esa alternancia de franjas de mármol de diversos colores característicos de este estilo, y que estando bien hecho hace tan bonito. Y digo lo de estando bien hecho porque he visto alguna iglesia que más bien parecía una cebra dado lo apretadas que estaban las franjas en relación a las dimensiones del edificio. El interior de la catedral es austero.


        Recorro el perímetro de la plaza, observando los palacios y edificios, observando esta magnífica plaza desde todos los ángulos posibles, y tengo que decir que desde todos ellos siempre me parece grandiosa, bella y hermosa. Si hay un denominador común a todas las ciudades medievales y renacentistas italianas, ese es la belleza de sus plazas. Han sido maestros en la construcción de las mismas y en saber buscar las proporciones adecuadas a lo largo de los siglos, pues casi todas ellas no se hacen de una vez, sino que se levantan a lo largo de varios siglos, con añadidos de diversas épocas pero siempre sabiendo mantener una unidad y una armonía sorprendentes.


        Cerca está el pozo del Leoncino. Es un antiguo pozo bellamente decorado. No esperaba encontrarme con pozos tan decorados. Me parecen una manifestación más del gusto por la belleza y lo bien hecho en las cosas más simples y cotidianas, propio del renacimiento. Para sacar agua bastaba con un pozo normal, pero ellos pusieron unas hermosas columnas y la estatua de un león con la única finalidad de que hiciese más bonito. No había ninguna otra finalidad práctica.


        Un poco más allá la iglesia de Sta. Mª de la Humildad. Es una iglesia sin fachada, está hecha de ladrillo y con todo dispuesto para recibir el recubrimiento de piedra que nunca llegó, no sé si por falta de dinero o por algún otro motivo. El interior me sorprende. Es una iglesia de planta octogonal, ricamente decorada.  Hay varias personas rezando a esta hora. Varias mujeres rezan cuchicheando, como si estuviesen hablando entre ellas. Un sacerdote está frente a un cuadro haciendo como genuflexiones muy pronunciadas y diciendo palabras en voz alta de vez en cuando. Un hombre frente a una imagen está con los brazos en cruz rezando algo, pues le veo mover los labios. Hacía mucho tiempo que no veía rezar a nadie así. Y sin hacer ruido, para no molestar ni alterar los rezos de todas estas personas, salgo de la iglesia.

        Sant'Andrea  es una iglesia en Pistoia, que servía como un pieve o lugar que las congregaciones de las iglesias de los pueblos que lo rodean usan para el bautismo. Está dedicado al apóstol San Andrés, e incluye el famoso púlpito de Sant'Andrea por Giovanni Pisano. La iglesia probablemente date de principios del siglo VIII, aunque en un tamaño menor. En el siglo XII se amplió a lo largo.
          La fachada muestra la típica decoración en mármol a dos colores del estilo románico de Pistoia. Por la Toscana no recuerdo haber visto ninguna fachada románica con esculturas, al modo de las francesas y españolas. Todo eso del horror vacui, u horror a los espacios vacíos aquí no se puede aplicar.
        El púlpito de la iglesia o pieve de Sant'Andrea de Pistoia es una obra maestra de Giovanni Pisano. La obra a menudo se compara con los púlpitos esculpidos por el padre de Giovanni, Nicola Pisano en el baptisterio de Pisa y la catedral de Siena, en los que Giovanni le había ayudado. Estas obras muy avanzadas a su época, a menudo se describen en términos como «proto-renacimiento», y se inspiran en los sarcófagos de la Antigua Roma y otras influencias para formar un estilo que representa una temprana vuelta a la escultura clásica, al mismo tiempo que seguía siendo gótico, y bebiendo de fuentes como las tallas en marfil francesas.
  
         Las escenas están muy llenas de personajes igual que los del púlpito sienés. La más notable es la escena de la «Matanza de los inocentes». Se especula que se inspiró en la columna Trajana de Roma. 
       En esta escena hay un montón de personajes sin orden ni concierto. Es como un caos. Tal vez fuese esto lo que quería conseguir el escultor. No hay ninguna figura que sea el centro, a la que se dirija la vista, ni Herodes, ni un soldado, ni una madre, ni un niño. Solo se ve desconcierto, llanto dolor y barbarie. Quizás por lograr eso, esta matanza de los inocentes sea una obra maestra.

      PRATO.  Me cuesta bastante encontrar la entrada a la zona histórica de Prato. Las indicaciones no son buenas y como es sábado por la tarde no hay mucha gente por la calle a quien preguntar. Doy vueltas y más vueltas. Hay un momento en que me entran ganas de marcharme pero me digo a mi mismo: “He venido hasta aquí a ver esto y como no tengo ninguna prisa voy a quedarme hasta conseguir verlo, porque más cerca no puedo estar” El que la sigue la consigue, y por fin consigo llegar.


    Aparco cerca de la iglesia de San Francesco, con su fachada a medio terminar, y del castillo del emperador, del que quedan las paredes exteriores muy restauradas y poco más. Voy andando por las calles, mirando a la gente, las  tiendas, los edificios. Veo una heladería de la que sale la gente con unos helados de inmejorable aspecto. Entro. El más grande, el de tres sabores, vale 2,50€. La dependienta que me atiende lo hace con una gran amabilidad y profesionalidad. Dejo que sea ella la que elija los sabores. El helado está riquísimo.
 
  Llego al Duomo. ¡Qué magnífico edificio! ¡Qué torre más alta, más airosa y más bonita! ¡Un púlpito en la esquina de la catedral por la parte exterior! ¡Nunca había visto nada igual!
           Luego me entero que no estaba destinado a la predicación, sino a la presentación del Santo Cíngulo. Una reliquia que sirvió de justificación para la construcción del púlpito y para que Donatello hiciese las esculturas que lo adornan.


     Entro en la catedral. Acaba de terminar de celebrarse una boda. La iglesia está totalmente iluminada y en la capilla axial y en la primera capilla  a la derecha del altar hay unos frescos deslumbrantes. ¿Para qué harían estos frescos tan bonitos? No se ven desde cualquier parte de la iglesia, hay que acercarse y meterse en las capillas para observarlos en todo su esplendor.


    Los frescos de la capilla axial son de Filippo Lippi, el maestro de Botticelli. Los colores son tenues,  suaves; la composición.  Son unas pinturas de una gran calidad. El recuerdo o la influencia de algunas de las figuras femeninas de estos frescos se nota en muchos cuadros de Botticelli.
Este fresco es "El banquete de Herodes" en el que Salomé le pide la cabeza de San Juan Bautista  y se la ofrece a su madre en una bandeja.


        Lástima no poder quedarme más tiempo. Los novios ya han salido y van a cerrar la iglesia. Tengo que marcharme y no puede ver con el detenimiento que quisiera, todos los frescos.
Regreso a donde tengo el coche por otro camino. Es la hora de la paseatta e intento disfrutar de ella. La gente va arreglada, camina despacio, se para a saludar a los conocidos, se detiene frente a los escaparates, se anda con un aire de cierta indolencia y despreocupación aunque creo que todos los paseantes se observan y se preocupan unos de otros.


Fresco dedicado Juan el Bautista. En la luneta superior, el nacimiento de Juan el Bautista y el nombramiento de Zacarías. En el centrol, Juan despidiéndose de sus padres y orando en el desierto (derecha) y el sermón a la multitud (izquierda). En el registro inferior, la Fiesta de Herodes y la Danza de Salomé,  que da la cabeza cortada en una bandeja a su madre Herodías.