NEW YORK: JARDINES Y PLAZAS,
PLAZAS Y JARDINES.
El gran jardín de New York es Central Park, pero hay muchos
pequeños jardines en pequeñas placitas. Yo diría que cada pequeña placita se
ha convertido en un pequeño jardín. Nunca había estado en jardines como éstos. Los
jardines que más se parecen a estos son esos pequeños y escasos jardines
naturales de los Pirineos, de los Picos de Europa o de los Alpes en los que hay
un pequeño lago o una pequeña pradera en un claro del bosque, y todo está
rodeado de altivas y poderosas montañas. Casi todos los jardines de New York tienen un aspecto salvaje, como
descuidado, y todos están rodeados de esos altivos torreones que son sus
rascacielos.
Ahora en invierno los árboles están desnudos y entre las ramas se
entrevén muy bien las siluetas altas, enormes y poderosas de los edificios. En
muchas ocasiones los árboles se quedan abajo y por encima de ellos sobresale un
buen trozo de rascacielos. Quizá aquí, en los jardines, los rascacielos me dan
aún más sensación de fuerza y de poderío
al alzarse sobre los árboles.
En Central Park es donde los rascacielos me dan
más sensación de torreones y agujas como
las de las montañas. Todo el parque está rodeado de torres y más torres que se
vislumbran a través de las ramas o que aparecen de repente al llegar a un claro
o a un altozano del parque.
Y cuando hace bueno y uno se puede sentar en un banco de una
pequeña plaza, se disfruta mucho de la
caricia del sol y de las vistas. De las vistas de los rascacielos, de las
vistas de los humanos y de las visitas de las ardillas. En cuanto hay unos pocos
árboles y un poco de césped ya hay ardillas.
Me da la sensación
que a los neoyorquinos les gusta mucho estar en la calle. Siempre hay gente
sentada en los bancos de las placitas aunque no haga muy buen tiempo, y en
algunas siempre hay gente jugando a juegos de mesa, como en Chinatown. Hay
pequeñas plazas casi sin árboles pero en casi todas hay mesas y sillas para que
la gente se siente y charle. La placita se convierte así en un lugar de
encuentro.
Hay otras plazas un
poco más amplias en las que hay un mercado semanal. En Union Square se celebra los
fines de semana un mercado de arte y de alimentos cultivados por campesinos. los cuadros son de esos que se
hacen para vender a los turistas, y los puestos son para la gente de aquí. Me
acuerdo de Alfredo cuando veo un puesto en el que venden hasta 8 clases de
patatas, yo creo que ni él conoce tantas clases. Allí compro unos bizcochos
tipo casero que están deliciosos. Cada uno cuesta 2,50 ó 3$ pero son grandes y
están buenísimos. A las ardillas les gustaba mucho el de zanahorias. En las
fotos de las plazas se ven perfectamente alguno de los edificios que las
rodean. Paso mucho tiempo mirando y mirando esos edificios que casi siempre me
parecen muy bonitos.
Árboles y árboles en el
borde de las calles, en pequeños ensanchamientos que no pueden ni llamarse
plazas. Y siempre la sorpresa en forma de gran edificio, bien sea un moderno
rascacielos, una preciosa casa de ladrillos o la silueta de uno de los puentes
que unen Manhattan con las otras partes. Los puentes parecen todavía más
aéreos, más ligeros, como más sutiles.
Desde los jardines que hay a la orilla
del río Hudson se disfruta de unos preciosos atardeceres. Son unos atardeceres
monocromos, que se llenan como de nostalgia y melancolía con esas luces que se
reflejan en el agua. Parece que en cualquier momento aparecerán unos hombres
que se bajarán de unos coches vestidos
con largos gabanes, hablarán unos momentos sobre turbios negocios y enseguida se volverán por
donde han venido. Son imágenes de películas. Quizás he visto demasiadas
películas.