ROMA (5)
Por
la mañana hay una luz especial en el camping. Es como una neblina, como un
halo, como una luz romántica que envuelve las plantas y que está por los pasillos.
En
el tren va mucha gente, y todavía es muy temprano (8,30 de la mañana). La porta
del Popolo tiene aspecto de solemne, con un aire como de rotundidad. Es ligera
y maciza a la vez, y a la vez cierra y abre. ¡Una difícil conjunción!
¡Qué
grande! ¡Qué armoniosa es la
Plaza del Popolo! ¿Por qué no quitan la cruz del obelisco
egipcio? Me parece una falta de respeto total.
La iglesia de Santa María del Popolo es
diferente. Es del Renacimiento y se nota. Los cuadros de Caravagio son
preciosos.
Y desde aquí voy por la zona del Ara
Pacis y veo iglesias y más iglesias con una rica decoración pero la mayoría sin
luz, sin alegría. Son iglesias tristemente solemnes, cuando debían ser
esplendorosamente solemnes. El estilo y el aspecto de las iglesias va por
barrios, son como modas espaciales.
La iglesia de San Carlo al Corso es
clara, alegre, luminosa. Es lujosamente alegre y alegremente solemne.
La via del Corso es como la calle de
los paletos o de los tontos. Está llena de tiendas, sobre todo de ropa, y que
son las mismas que hay en todas las grandes ciudades. Hoy domingo está todo
abierto. Los turistas sobre todo miran los escaparates y entran como bobos a
comprar ¿Para esto vienen a Roma?
Los jardines de villa Borghese están llenos de estatuas, palacetes,
fuentes y ruinas. Hay mucho arbolado y
también hay mucha gente: turistas que descansamos, otros que pasan y sobre todo
familias con niños pequeños.
Por delante de mi pasan muchos que se dirigen al
teatro de marionetas que hay un poco
más allá. Una mujer toca maravillosamente el piano en un teclado. La música
suena y suena, te envuelve y sólo la oyes a ella. La música no te deja oír el
canto de las cigarras, el hablar de las personas o el piar de los pájaros, y
cuando quieres oír algo de esto la música te vuelve a atrapar sin darte cuenta. La mujer deja de tocar el piano y toca el
órgano. Esta música es diferente, esta música no atrapa, se diluye.
En el
Viale de las Magnolias todas están en flor. Un olor penetrante, dulzón, lo
envuelve todo. Es un olor sensual, que parece que acaricia. Aquí se escucha otra
música. Se escucha una música de trompeta con un acompañamiento de orquesta
como fondo. Es una música de tango. Y todo el conjunto se transforma en algo
deliciosamente sensual: el olor de las magnolias, la caricia del viento, el
sonido del tango y las miradas de los niños pequeños que pasan a los que sonrío
y que me devuelven la sonrisa. ¡Qué sensaciones más agradables! ¡Qué gran
disfrute con los sentidos!
No veo el museo de Villa Borghese
porque hay que sacar la entrada con antelación. Te dan día y hora y en la Pinacoteca sólo puedes
estar 30 minutos. Con estas condiciones no creo que vuelva.
La villa Medicis es más famosa por el
cuadro de Velásquez que por lo que se ve. Hoy es la embajada de Francia y para
ver los jardines hay que pedir hora. La fachada exterior no es lo mejor que
tiene.
La plaza de España está llena de gente.
En la escalinata hay obra y no hay una buena vista. Creo que las mejores
sensaciones se sienten bajando la escalera. Tiene un bajar tranquilo, relajado.
Ves el final pero no lo ves de un modo precipitado, vertiginoso; lo ves como
poco a poco, como con pausas, con tranquilidad. Las curvas que va haciendo la
escalera, la variación de la anchura de los escalones hace ir despacio y se
tiene la sensación de que a cada momento vas por un sitio diferente, sin que
haya sensación de monotonía.
Esta foto tan bonita es de la Casa de España.
Continúo paseando por calles con
palacios enormes, magníficos. Suntuosos unos, como más humildes otros. A veces
aprovechando torres medievales; otras de nueva planta.
Y un palacio lo debe ser por dentro y
por fuera. Hay uno del siglo XVI bastante destartalado. Por una ventana se ven
esos cortinajes que uno sólo se imagina en los palacios, y que aquí resulta que
es verdad.
Me siento en la Via del Orso. Me descalzo. Me
pongo a escribir. Los turistas me miran al pasar. ¿Por qué será?
La iglesia de San Agostino es del
renacimiento, y aunque está muy decorada se nota ese aire más alegre, más
humano, no tan solemne.
La plaza Nabona llena de gente. ¡Tan
bonita, tan elegante, tan alegre!
La
iglesia de Sta María del Anima tiene una luz especial. Para mi gusto está
demasiado adornada. A veces los adornos estropean el conjunto; en este caso
abruman.
San Ivo tiene una curiosa cúpula en
espiral.
La
iglesia de S. Luis de los Franceses es muy francesa por la decoración y por el
estilo peculiar que tiene. Los tres cuadros de Caravaggio que tiene son
estupendos.
El Panteón y su plaza están llenos de
gente. Los negros vendiendo bolsos, los
carros de caballos, la gente andando de un lugar para otro los colores de su ropa, los colores de las
casas, los hombres vestidos de romanos que se hacen fotos con los turistas, los
colores de las sombrillas, …Todo crea un mundo abigarrado y multicolor.
La iglesia de San Ignacio es otro lujo
barroco, otro derroche en los frescos del techo, del ábside, de la cúpula, otro
lujo que expresa magistral mente la magnificencia de Dios.
La
Plaza de San Ignacio es como un teatro. Es chulísima. Es el barroco llevado al
urbanismo. La plaza es el escenario del teatro, las casas el decorado y las
calles los lugares por donde aparecen los actores. Nunca había visto nada
igual.
Me
marcho despacito, observando, sintiendo la ciudad. Mañana será otro día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario