PUEBLOS ROJOS Y NEGROS ENTRE RIAZA Y AYLLÓN
Entre Riaza y Ayllón, dos pueblos de la provincia de Segovia, está la sierra de Ayllón, una sierra que tiene variedad de rocas. Abundan rocas rojizas (que no sé cómo se llaman) y pizarras que son muy oscuras. En esa sierra hay pequeños y antiguos pueblecitos, hoy casi vacíos, cuyas casas se hicieron con las rocas que allí había. Se hicieron pueblos rojos y pueblos negros y hoy he recorrido varios de esos pueblos y he terminado en Ayllón, que no es rojo ni es negro, pero es un pueblo muy bonito lleno de historia.
La ruta que he seguido ha empezado en Riaza, siguiendo por Alquité (un pueblo rojo), Martin Muñoz de Ayllón (un pueblo negro), Villacorta (rojo), Becerril y Madriguera (rojos), El Muyo (un pueblo negro) y ha finalizado en Ayllón.
Las fotos que siguen corresponden a los pueblos rojos de Alquité y Villacorta. En cuanto se entra se entiende por qué son pueblos rojos. Casi todas las casas están cerradas, y alguna que otra está abierta, pero abierta la puerta de par en par. Será para que la casa se ventile o para poder entrar, aunque se deje la llave dentro. No hay mucho peligro de que entren ladrones.
Alquité ya se menciona en el 1123, y su iglesia es del siglo XII, pero ya no va nadie a misa y la hierba ha crecido, y ya no hay camino, al igual que en esta casa. Casa que alguien pinta de blanco de vez en cuando, y la casa parece más coqueta.
En Villacorta no ha crecido la hierba en las calles ni en la entrada de las viviendas porque han asfaltado todo, pero tampoco dicen misa en la iglesia habitualmente. Para cuando viene alguien han escrito en el banco "Siéntate y descansa un rato", para que así el pueblo se impregne de vida y haya personas que hablan unas con otras y el pueblo no se sienta tan abandonado.
El siguiente pueblo es Martín Muñoz de Ayllón, un pueblo negro con muchas casas caídas y otras muchas en reconstrucción y que afortunadamente intentan conservar el estilo que ha tenido siempre el pueblo. Las calles están muy arregladas, pero en los bordes y en rincones crece la hierba y también hay flores, son como jardines en miniatura, son jardines traviesos que ponen una nota de color acompañando al cielo. Aquí, con la oscuridad de los muros, de los tejados y del suelo, el cielo, las hierbas y las pequeñas flores, resaltan más.
Madriguera es el pueblo rojo por excelencia. Está muy bien conservado y arreglado. Gente de muchos lugares de España y del extranjero han comprado viejas casas y las han reconstruido de forma que el pueblo "sea como ha sido siempre".
Me parece muy bien que se tengan casas con las comodidades actuales, pero que conserven el sabor tradicional. Es una lástima que estas personas no puedan hacer que se abra la escuela y que los niños correteen por las calles, le devolverían la alegría y un futuro seguro al pueblo. Es gente que quiere descansar y escapar de la vida ajetreada de las ciudades y del trabajo, y del tráfico, y quiere escuchar los pajaritos, y ver el cielo azul y sentir el viento y sentir crecer las plantas.
El Muyo es el pueblo negro mejor conservado y más característico de la zona. La pena es que está muy abandonado. Muchas casas están vacías y se están medio cayendo. Parece que a las personas no les ha dado por restaurar estas viviendas en la cantidad en que se ha hecho en otros pueblos. Hay callejas con muchas hierbas, y eso da sensación de abandono, de que la gente ha huido de aquí y no quiere volver a saber nada de este sitio. ¿Tan mala ha sido la vida en este lugar?
En una foto se ve parte de la calle arreglada y al estar al lado la hierba parece parte de un jardín que tiene el dueño de la casa. Es lo mismo de lo que he sentido en los pueblos rojos. Y el verde, y el oscuro de las piedras, y el azul del cielo, y el blanco de las nubes, y el tono más claro de alguna piedra, ... y hasta el color de unos ojos hacen bonito aquí. Pero lo que más resalta es la expresión de la mirada, sobre todo cuando esta es de asombro y de admiración.
Hay dos maderas pintadas de naranja. Hace tiempo que las pintaron y las dejaron allí para colocarlas bien otro día. Pero ese día nunca llegó y hoy resaltan en la oscuridad de las rocas y hacen que la atención se fije en ese tejadillo triangular del fondo de la foto. Un tejadillo para protegerse de la lluvia o de la luz del sol cuando se salía a la calle.
La calle y plaza de la iglesia está con el suelo arreglado, pero nadie lo pisa. Ni siquiera hay perros, pero lo pisan los gatos que no necesitan a los humanos para vivir. Con que haya ratoncitos y pájaros tienen bastante. Y en la torre de la iglesia no hay pájaros, ni ningún nido de cigüeña, solo hay unas campanas que no suenan de manera lánguida, ni de manera triste, ni alegre, y no suenan porque nadie las toca y no les contagia sus sentimientos. Campanas que ya no suenan, pájaros que ya no pían, niños que ya no corren, el pueblo está en silencio, está triste, está como de luto, por eso es un pueblo negro.
Ayllón es una villa que alcanza su mayor esplendor en la baja edad media, aunque fue habitada por visigodos y musulmanes, de los que quedan algunos restos en el castillo (la torre llamada la Martina). El castillo no fue destruido en luchas entre musulmanes y cristianos, si no por cristianos entre sí: aragoneses contra castellanos y nobles contra otros nobles.
Por esta villa pasaron reyes y personajes importantes, pero que no dieron su importancia al pueblo, si no que vinieron por aquí porque el pueblo era importante. Fueron reyes: Alfonso VI, Alfonso VII, Fernando III, Fernando IV, María de Molina (reina consorte de Castilla); guerreros: el Cid Campeador; santos: San Francisco de Asís, al que se le atribuye la fundación del convento del mismo nombre, San Vicente Ferrer y Santa Teresa de Jesús.
En la Plaza Mayor, porticada, está el Ayuntamiento, primer palacio de los marqueses de Villena. Ubicado a la derecha de la mágica iglesia románica de San Miguel.
Desde la plaza se contempla la torre de la Martina, en lo alto del cerro, y la espadaña de Santa María la Mayor. En el centro de la plaza se levanta la fuente de los Cuatro Caños, que se construyó en 1892 para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América.
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