jueves, 13 de abril de 2017


POR LA COSTA BRAVA (2)
Vuelvo al Cap de Creus después de muchos años, de hace casi 30, pero todo está igual que lo que está en mi memoria. Casi nada ha cambiado. La tortuosa costa, los islotes retorcidos, el limpio mar, la tierra pelada y desolada y el mar azul, tremendamente azul.
 Hace 30 años este era un sitio donde se bañaban los nudistas. Mis hijos vieron a un señor desnudo y como era la primera vez que lo veían se echaron a reír, su madre les regañó y yo dije que si al señor no le gustaba que los niños se riesen de él que se bañase vestido. Todo quedo en esa breve discusión.
              Y desde allí a Cadaqués, uno de los pueblos más bonitos y mejor conservados de la Costra Brava. Está lleno de cuestas, de callejas, de patios y de plantas.

 Las calles están empedradas, como imagino que estuvieron siempre, y desde muchos lugares, casi de repente, aparece el mar. Y junto al mar las casas y los montes.

 Casas y montes que tienen a esta hora una luz especial, la luz del atardecer. Los tejados tienen un bellísimo color naranja y las casas son luminosamente blancas por un lado y de un blanco azulado por el otro.
 Y junto a este blanco azulado está el azul del mar y el azul del cielo. Todo es un conjunto de color maravilloso. Todo es un conjunto de calma, paz y quietud.
 

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