LOS CASTILLOS DEL LOIRA (2)
DE
BOURGES A BLANCAFORT
Y con más pena que gloria me marcho a Bourges, donde de antemano sé que no me
voy a llevar ninguna decepción. Ya he estado en Bourges y me desvío ligeramente
de mi recorrido para volver a ver su maravillosa catedral, una de las grandes
catedrales góticas de Francia y Patrimonio de la Humanidad.
Entro por donde hay que entrar, por la
puerta principal. Pero esta entrada tiene trampa porque no se entra enseguida,
sino que enseguida se encuentra uno cautivado por las estatuas que están en
cada puerta de la fachada principal y se pasa bastante tiempo mirándolas. Pero
rompo el hechizo y entro en la catedral pues solo tengo una hora para
visitarla, y la portada de la fachada la
puedo seguir contemplando después, ya
que no la cierran.
El
interior de la catedral es grandioso, impresionante, sobrecogedor, me siento
pequeñito, minúsculo. Es tanta la altura, la luz, el impulso hacia arriba, la
belleza de los colores de las vidrieras que no sé qué hacer ni qué decir. Creo que con
decir que estuve casi una hora dentro, sentado en diversos bancos para ver la
catedral desde diversas perspectivas y deambulando por todas las naves y
mirando desde todos los rincones, está dicho todo lo que se puede decir sobre
mi admiración sobre este edificio.
En el tímpano de la fachada
principal hay una magnífica representación de la resurrección de los muertos,
del juicio de las almas y de los tormentos del infierno. Es curioso lo de los
tormentos infernales pues han sido uno de los temas a los que más se ha acudido
para inducir a las personas a no cometer pecados: ¡Si eres un pecador irás a
los infiernos! ¡Y ahora resulta que dice el papa que no hay infierno! ¿No es un
poco un contrasentido? ¿No es cómo una tomadura de pelo?
Duermo en Bourges donde el del camping
me regaña por haberme cambiado del lugar asignado. Le explico que ha sido para
estar más cerca del servicio y así no mear junto a un árbol por la noche y
entonces su pequeño enfado desaparece. Posiblemente a él le pasará algo
parecido.
Por la mañana paso por La Chapelle d’Angillon, y digo paso
porque no puedo entrar. El día anterior han celebrado una fiesta renacentista
(aquí ya no solo hacen fiestas medievales) y están recogiendo y limpiando todo
el patio de armas. La vista es así de bonita.
Y
desde aquí a Sancerre. Es un pequeño
pueblecito con restos de un castillo en la cima del cerro que ocupa la ciudad.
El pueblo es muy bonito, con esas casas de techos tan empinados y esas
chimeneas altas, altísimas, de donde deben salir brujas montadas en sus
escobas.
Y en este pequeño pueblo han tenido la buena idea de ir marcando en el
suelo el itinerario para visitar todos los lugares típicos e interesantes del
mismo; como es un circuito cerrado uno puede cogerlo en cualquier lugar y
regresar al mismo sitio. es una magnífica idea que no sé porqué no se pone en
otros muchos lugares.
El pueblito es como muy auténtico, las casas no tienen
las fachadas recién remozadas ni de colores llamativos, son casas con las
fachadas ligeramente desconchadas. Tejados con viejas tejas y chimeneas
sujetadas con hierros para que no se caigan.
Después
de recorrer todo el pueblito me voy a Boucard.
Hoy es lunes y no se puede visitar el castillo, ni siguiera puedo entrar al
recinto y verlo de cerca. ¡Otro pretexto para volver!
Y
al ladito están las casas y granjas de los campesinos anejas al castillo. Hoy
ya no vive nadie allí, las casas tienen un aspecto antiguo, antiguo, y muy
auténtico, tal como dirían algunas personas que conozco. Me gusta mucho pasear
alrededor de estas casas.
Siento una
gran sensación de estar paseando entre los siglos, en un lugar donde el tiempo
se ha detenido, donde nada ha variado desde hace muchos, muchos años. En
algunas de estas casas hay algo reciente: las ventanas y las puertas; debe ser
que se utilizan como alojamientos rurales, de ahí los arreglos. Yo prefiero las
que tienen las viejas puertas y ventanas; aquí, estas cosas más antiguas son
como más humanas.
Y
luego otro castillo, el de La Verriere. Y
como en el lugar donde está también es lunes pues también está cerrado. Pero
aquí si que se puede uno acercar hasta la puerta y entrar en el patio, un
magnífico patio renacentista.
La vista desde la orilla opuesta del lago es
preciosa. Aquí coincido con un matrimonio francés que me dice en castellano que
ellos conocen Ávila, la ciudad de Sta. Teresa (se sabe más sobre Sta. Teresa en
Europa que en España)
¿Y
cómo saben ustedes que yo soy de Ávila?
Por
la matrícula del coche (en la parte baja de la matrícula pone MOSA. Ávila) y
hablamos de cosas de Ávila y España.
Aubigny sur Nere también
tiene un hermoso castillo, pero no se visita porque además de ser lunes también
es el ayuntamiento de la ciudad, y la gente trabaja dentro de él. Este no es un
castillo de brujas, es un castillo de hadas y princesas de las que están
enamorados bellos jóvenes que vienen en blancos corceles y suben por cuerdas y
escalas que ellas les arrojan por las ventanas.
Aquí
en Francia hay castillos como no los hay en España. En España son castillos
guerreros, aquí también los hay guerreros, pero la mayoría son antiguos
castillos guerreros transformados en palacios. Y este castillo está abierto por
delante y por detrás, debe ser que una parte se ha derribado.
La
ciudad es pequeña, recogida, con numerosas casas de vigas entramadas que hacen
muy bonito. La mayoría de las casas están remozadas, no reconstruidas, por lo
menos por afuera.
Y
como el pueblecito es francés, tiene jardines y plantas por muchos lugares. En
uno de los lugares más céntricos hay un jardín adornado con una cabina
telefónica del más puro estilo londinense, pero no sé qué relación puede tener
Londres con esta ciudad.
La más probable es que sea una ocurrencia de un
diseñador de jardines y nada más. Cosa
curiosa, en este pueblo, o en esta ciudad, había bastante gente por la calle,
pero bueno, a lo mejor, como era por la mañana la gente iba a comprar, salía
del trabajo, iban a hacer gestiones y cosas por el estilo. Cuando en Francia no
hay gente es por la tarde noche y los domingos, aparte de los pueblitos
pequeñitos en los que ya no vive casi nadie de forma permanente.
Blancafort es el
nombre de un castillo y de un pequeño pueblito.
Un pueblito casi vacío donde
una mujer pasea por la calle con dos perros y un gato, y sin pelearse entre
ellos, y con unas casas de unos colores preciosos y con flores delante y en las
ventanas.
¡Hacen tan bonito las casas de colores y debe de costar tan poco
pintarlas!
Y en Blancafort hay un magnífico castillo de ladrillos del siglo XV
y que se remodeló en el XVII. Hoy es un castillo habitado con salones amueblados
con un estilo relativamente moderno y que tiene una parte que es un restaurante
para celebrar acontecimientos. Los
jardines son muy bonitos, mientras esperaba a que abriesen el castillo estuve
paseando por ellos.
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