CASTILLOS DEL LOIRA (8)
De Chinon a Candes St. Martin
Richelieu es el
resultado del intento de un personaje ambicioso y muy importante en la historia
de Francia de tener un gran palacio mejor que el que se comenzaba a construir
para el rey (Versalles). De aquel palacio no queda nada, lo que queda es la
ciudad que mandó construir para su corte.
Empezada a construir a partir
de 1631 Richelieu es un ejemplo magnífico de urbanización del siglo XVII. La
ciudad, de planta rectangular, conserva sus murallas, los fosos y las puertas.
Yo no sé para qué harían las murallas, no sé a quién temerían. Francia era una
de las grandes potencias de Europa y no tenía a quien temer.
Quizá fuesen unas
murallas hechas para causar buena impresión, para que no faltase nada en una
ciudad que se iba a vanagloriar de tener el palacio más importante de Francia.
Y de puerta a puerta se extiende la Gran Rue, bordeada de casas señoriales con
escudos en muchas de ellas.
Cuando paseo por ella no hay mucha gente. Me da la
sensación de ser como un bello y gran mastodonte que está adormilado desde hace
siglos. El lujo debía ser muy grande y aún quedan restos de él como esas
ventanas gemelas que bien pudieran ser los ojos de ese gran mastodonte.
Y en esa Gran Rue hay portalones que dan
entrada a patios más o menos lujosos. Patios que servían y sirven para meter los
carruajes, los caballos y algún que otro cachivache que ahora no imagino.
La Gran Rue pasa por la Gran Place, lugar donde está la
iglesia y otros edificios notables como el ayuntamiento. Pero ¿en sus comienzos
para que hacer una Gran Place? Yo imagino que sería para darle esplendor a la
ciudad, pues una ciudad que se precie debe tener una Gran Place, y la ciudad
del cardenal Richelieu, el hombre más poderoso de Francia después del rey,
tenía que ser una ciudad esplendorosa.
Y la Gran Rue termina en una puerta. Enfrente está la entrada
al palacio de Richelieu. Del palacio no queda casi nada. Casi todo fue
destruido en la Revolución. De aquel esplendor solo queda parte de los
jardines. Todas las riquezas que atesoraba en forma de obras de arte se
vendieron y ahora, afortunadamente están en museos franceses o en otros
edificios reales como Versalles.
Cuando veo estas cosas siempre pienso en los versos de Jorge
Manrique y en lo efímero del lujo y del esplendor aparente. Paralelas y verticales
a la calle principal, hay otras calles con casas más humildes que imagino que
serían de sirvientes de poca categoría y de artesanos: carpinteros, herreros,
albañiles, etc. Las calles más alejadas hoy en día tienen casas muy humildes y
con huertos; si son de la época son los que abastecerían de verduras al resto
de la población. Aquí la estratificación social se debía hacer por calles, y el
alejamiento de la Grand Rue indicaría una mayor o menor categoría.
Champigny sur Vende tiene
un hermoso palacio del Renacimiento, y sobre todo tiene una iglesia con la
mejor colección de vidrieras renacentistas de toda Francia.
Yo no soy experto
en este tipo de vidrieras, ni en ninguna otra, y no es algo de mi devoción, así
que decido no entrar a verlas y me ahorro el dinero de la entrada y el tiempo
que tengo que esperar hasta que sea la hora de la entrada.
El castillo de Le
Rivau es muy antiguo, del siglo XI y se reformó durante el Renacimiento.
Este castillo lo cita Rebeláis en su obra de Gargantúa y Pantagruel. Yo
definiría este castillo como muy original, y no precisamente por sus estancias
y muebles que son similares a otros castillos de la época sino por su
“decorado” de arte contemporáneo.
El jardín es lo primero que me sorprende. Esa estatua del
topo asomando la cabeza y las patas de su topera, las calabazas de color
naranja, la cesta para meterlas, el aspecto de ser un huerto, me da la
impresión de algo tremendamente original y lleno de color. Y cuando entro
parece un castillo con unas estancias tradicionales con sus chimeneas, sus
vigas en el techo, los muebles, los ventanales, las armaduras, la capilla, etc.
pero hay algo raro. No tardo en darme cuenta de unas paredes de color salmón,
algo totalmente inhabitual en los castillos del Renacimiento.
También empieza a extrañarme primero y a sorprenderme después
la enorme cantidad de trofeos de caza (cabezas de animales) que hay en las
paredes; trofeos de caza que pertenecen a animales que no hay por aquí y que es
muy difícil que este noble se fuese hasta Noruega para cazar bueyes
almizcleros, alces, etc.
¿Y qué hace aquí un colmillo de narval? Pues lo que
hace es muy simple: formar parte de una escultura contemporánea. ¿Y qué pinta
un pavo real encima de una mesa rodeado de adornos antiguos? Pues nada de
particular, solo forma parte de una instalación de arte actual, yo diría que de
arte conceptual.
Y toda esta serie de objetos tan dispares: un edificio del
Renacimiento, muebles y objetos de la época, paredes llenas de “trofeos de
caza”, animales disecados encima de una mesa, animales irreales como un conejo
con cornamenta de corzo, ocas con gafas, etc. crean un ambiente surrealista, un
ambiente que desconcierta y que me obliga a buscarle un sentido. Quizá sea la
recreación del mundo irónico de Rabelais o la muestra de lo absurdo del mundo
actual, pero de todos modos es algo originalísimo.
Ya
he estado varias veces en Candes St
Martin, pequeño pueblo con una preciosa iglesia. Recordé que había estado
aquí cuando vi esa columna en medio del nártex, es algo que no recuerdo haber
visto en ningún otro sitio. La iglesia tiene esa altura y esa luz propia del
gótico francés y que no he visto en ninguna otra parte.
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