martes, 6 de febrero de 2018

POR LA COSTA BRAVA (6)
         Hoy voy a recorrer el Montseny por su vertiente sur y luego por la norte en un viaje de ida y vuelta a Vich. Comienzo el Montseny  en Sta. Mª del P y voy por una entretenida carretera hacia el Brull.
 
La montaña se levanta con fuerza. Todo está lleno de bosques. Es una montaña tal como me la imaginaba. Venir a esta montaña y ponerte a andar por sus senderos es como ir a cualquier bosque, árboles y más árboles.
 
 
 De vez en cuando hay un pequeño claro que nos permite ver algo en una determinada dirección; pero hay que llegar muy arriba, a la línea en que desparece la vegetación para poder tener unas vistas amplias, como las que estoy acostumbrado a ver en las montañas que he solido visitar.
 
 
 En algunas zonas más llanas se ven cultivos. Hay caseríos ¿masías? por algunas partes.
 
Llego a un pequeño pueblito. Es Santa María del P; hay una iglesia románica con aspecto de muy primitiva, pero está cerrada para no perder la costumbre. Me da mucha rabia no poder ver las iglesias, pero bueno, las cosas son así.
         Se acaba la carretera de montaña, cojo una autovía y enseguida llego a Vich. Como hoy es festivo no tengo ningún problema para aparcar en el centro de la ciudad. Aunque los catalanes suelen ser madrugadores aquí no se madruga para andar por la ciudad y casi todo está vacío.
 
 
Las casas de la Plaza Mayor están muy arregladas y presentan unos colores pastel vivos, pero no estridentes. Imagino que estos no serían los colores tradicionales pero es bueno cambiar. En cuanto empiezo a andar hacia la parte antigua todo cambia. No hay nadie por las calles, solo algún turista despistado. Hay hermosos edificios del siglo XVIII y XIX muy bien conservados.
 
 
La torre de la catedral me gusta mucho pero el interior ya no tanto pues es una mezcla de estilos a la que le falta unidad aunque cada parte, de manera aislada está bastante bien.
 
 
 Lo que me maravilla es el museo episcopal. La colección de altares románicos pintados, así como diversas tablas es magnífica, solo mejorada por el museo de Barcelona. Viendo esto me doy cuenta de que las colecciones de pintura románica española, y concretamente las catalanas, son con diferencia las mejores del mundo.
 
 
 
 La colección de escultura y pintura gótica tampoco está nada mal, pero de esta época ya hay muchas y buenas muestras por España y Europa. En el museo coincidimos dos o tres personas y puedo ver el museo con toda tranquilidad y sin agobios. La lástima es no poder hacer fotos con tranquilidad pues lo tienen prohibido aunque sea sin flash.
 
 
A la salida veo estupendos edificios del siglo XIX y comienzos del XX. El modernismo catalán produjo obras muy bellas y muy variadas en muchos lugares de Cataluña y no solo en Barcelona. En esto se nota la pujanza económica de esta región desde finales del XIX.
 
  Regreso por la vertiente norte del Montseny. Está menos habitada, casi no hay viviendas o masías en el campo. La montaña parece más abrupta aunque no lo veo bien porque está muy cubierta de bosques. La carretera pasa por un puerto muy alto desde el que se ve perfectamente la cima del Montseny y las crestas colindantes, más escarpadas y rocosas. En ese puerto paro a comer y me emborracho de enormes visiones.
          Y desde aquí, sin ninguna otra pausa parto para BLANES. Quiero visitar el jardín botánico. Lo recomiendan todas las guías. 
 
 
 El jardín es muy bonito sobre todo por la ubicación. No entiendo de botánica y no puedo opinar sobre el interés o rareza de las plantas que hay, pero me gusta mirarlas. Los cactus siempre me han gustado mucho y verlos tan grandes, tan erguidos y tan altivas me produce una satisfactoria sensación.
 
 
 Los macizos de clivias florecidas también me gustan mucho y más que por el color por los contrastes que se forman con la luz del sol de poniente que se cuela entre los árboles.
 
 
          La ubicación es magnífica en lo alto de los acantilados con unas vistas impresionantes sobre los mismos, sobre peñascos que surgen como torreones y que están llenos de nidos de gaviotas y otras aves marinas.
 
 
 El mar además está de un bellísimo color azul. De un azul brillante y luminoso. Me siento en un banco y paso tiempo mirando hacia el mar y de vez en cuando hacia las plantas del jardín.
 
 
Aquí uno se siente rodeado por la hermosura, lo cual no está nada mal.



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