INDIA: En tren de Amritsar a Delhi
Salimos del hotel muy temprano, aún es de
noche. En la estación duerme mucha gente en el hall y en los andenes, entre
sacos y mercancías o en el suelo. Duerme gente de todas las edades, niños,
jóvenes y ancianos.
Ya he visto dormir a
la gente en la calle y volverla a ver aquí me impacta, pues no da la sensación
de que duerman esperando el tren, da la impresión que este es su lugar habitual
de dormir.
Hay algunos pequeños que duermen a cualquier hora en
cualquier sitio. ¡Cosas de la edad! ¡Y de las injusticias y mal reparto de la
riqueza del puto mundo en que vivimos!
Viajamos
en segunda y nos dan el desayuno y todo, como en los aviones. Los hindúes que
viajan son gente de los que viven bien en la India pues los pobres tienen hasta
séptima clase para viajar, donde cuesta muy poco.
Enfrente de mí está ese sij
que se pone esa especie de venda; no sé para qué es y me llama mucho la
atención.
No
puedo mirar mucho por la ventanilla porque se la he dejado a una señora que ha
bajado la persiana, además no está muy limpia, así que me levanto y me voy
junto a la puerta. Los hindúes se sientan en la puerta para ir fumando, yo me
siento para mirar.
En las estaciones, cuando el tren va más despacio puedo
hacer fotos de las situaciones o personas curiosas que veo. Hay gente con tipos
variadísimos de ropas.
Algunos aprovechan
cualquier manguera para darse una ducha (los indios serán pobres, pero no
sucios) y los niños se distraen con cualquier cosa.
La
foto de la vaca y del santón no es mía, pero me parece tan buena que la pongo
aquí.
Los niños son dos hermanillos que piden en la estación, y por allí van
pocos turistas lo que quiere decir que los hindúes se ayudan unos a otros
¡Menos mal!
Y en los arrabales de las grandes ciudades veo chabolas propias de
los lugares cálidos como la India: cuatro palos y una tela por encima que
protege del sol y de la lluvia.
Y por todos los sitios mierda, y mierda y
mierda; y los niños jugando entre ella o a lo mejor no juegan, buscan.
Y
mientras el tren continúa su marcha se suceden visiones y visiones de gente
sentada en el suelo o en los bultos en pequeñas estaciones o apeaderos. Gente
vestida mejor, gente vestida peor, pero al fin y al cabo gente.
Y llegamos a
Delhi. Enormes cantidades de personas, enormes cantidades de pobres pidiendo de
una manera implorante, desesperada diría yo. Es la India.
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