ESPAÑA: POR EL NORTE Y A ORILLAS DEL MAR (6).
Amanece.
Me doy un paseo por la playa de Somo. Una jovencita ha sido más madrugadora que
yo y está sentada en una silla mirando
el mar. ¿De verdad mira el mar? Quizá mire sus recuerdos, sus ilusiones, sus
proyectos, sus amores, cosas de su vida. Al fondo Santander parece que se
despereza.
Desde
las Playas de Langre veo las
montañas hacia las que voy a ir hoy. Hay una maravillosa neblina que hace más
deseables las montañas.
Pero ahora me
voy a dar un paseo por la orilla del mar. Las olas, el viento, la lluvia sobre el
paraguas. El mar verdoso, azulado, trasparente. Acantilados. Gaviotas que
vuelan. Un mar bellísimo.
Por los
acantilados encuentro a 3 peregrinos que van a Santiago. Charlamos brevemente y
al despedirme les digo: “Rogad por mí en Santiago” y ante su sorpresa les
cuento la costumbre que hay en le Puy y en Vezley de coger un papel con el
nombre y la rogativa de alguien que lo ha depositado allí y hacer esa rogativa
al llegar a Santiago.
A la
puerta está la furgoneta de la pescadera que recorre todos estos pueblitos. Una
parroquiana se entretiene hablando con ella.
Lierganes
es una sorpresa con sus casitas antiguas de piedra, con sus
escudos, con las balconadas llenas de flores. No aparece en ninguna reseña
turística, aunque quizá sea mejor así, pues es un gusto pasear.
Las casitas blancas ponen una nota exótica, pintoresca. Los pueblitos
son pequeños, chiquitos, casi de juguete y están casi vacíos. Y como en los
pueblos no vive casi nadie pues no hay casi vacas en los campos.
Y del
valle del Miera paso al valle del Pas. Este
valle es más abierto, más alegre, más luminoso. Desde lo alto del puerto que
los une la vista se extiende y se extiende y el espíritu se ensancha y se
ensancha ante tanta belleza. ¡Qué valle más bonito!
El día está radiante,
luminoso y se aprecian pequeños detalles en la lejanía. El paseo es muy
agradable.
Vega de Pas es un precioso
pueblito que todavía conserva muchas casas antiguas. Algunas de las nuevas
casas se hacen con el estilo de las antiguas. Algunas están muy bien hechas,
otras no tanto, pues aunque el estilo es similar los materiales no lo són: se
usan tejas en lugar de pizarras, se ponen
barandillas de hierro en los balcones cuando lo tradicional es la
madera, y cosas por el estilo.
Recuerdo
en las reuniones de Noja, como los maestros de las escuelas unitarias del valle
del Pas contaban sus experiencias.
Por aquel
entonces, hace 20 ó 25 años, este era un valle aislado y atrasado.
Muchos de
los padres de los niños, y sobre todo las madres, no habían visto nunca el mar,
y eso que lo tienen a un paso. Era gente que sólo trabajaba y trabajaba y así
vivía. En los viajes que hacían con los niños procuraban que fueran también
algunas madres para que esas pobres mujeres salieran alguna vez de este valle y
conocieran el mundo que les rodeaba. Los padres de aquellos niños son las
personas que hoy todavía viven en el valle del Pas. Son de los últimos
pasiegos.
Subo al Puerto de las Estacas de Trueba. La
carretera sube suavemente, serpenteando, serpenteando por unas laderas tremendamente
empinadas y pasando de una a otra.
De vez en cuando hay alguna cabaña de
pastores ya abandonada. De vez en cuando se ven algunas vacas, aunque no
muchas. Y siempre se ve una naturaleza radiante y hermosa.
Y de la
borrachera de paisajes de montaña otra vez al mar. Estoy en Cuchía, frente a Suances. El mar está
tranquilo, tranquilo, no hay ni una ola. Bandadas de gaviotas volando; volando
como sin esfuerzo; moviendo las alas rítmicamente, como a cámara lenta. A lo
lejos las montañas. Se escucha el ruido del mar; empieza haber pequeñas olas;
es la marea que sube. Todo está en silencio, en calma. A lo lejos se ven unas
barquitas. Son barquitas de gente que está pescando, pescando para la cena o
para la comida
de mañana.
Enfrente el pueblo de Suances, con unas casas tan nuevas, tan feas,
porque podían ser nuevas y bonitas, pero no. Son feas porque están mal hechas,
porque están hechas sin gusto. Los acantilados de la costa están como
rompiéndose, es como si toda la costa fuese muy viejita y toda llena de arrugas
y se estuviese cayendo. Las rocas de estos acantilados están llenas de fósiles,
de animales marinos cuyos restos forman rocas que están a la orilla del mar y
que acaban desgastados por el mar. Quizá estos animales marinos nunca quisieron
alejarse del mar.
Todo está
gris, el mar y el cielo están grises, todo son matices del gris. Gris azulado,
gris rosáceo, gris malva.
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