EGIPTO – EL DESIERTO
BLANCO (5) Hacia el valle escondido.
Así
es el amanecer del 1 de enero del 2012 en el Desierto Blanco. Hay como niebla, y el cielo está de color
malva. Poco a poco ese color irá desapareciendo y el cielo terminará con su
azul habitual. Empezamos a andar en dirección a unas montañas que casi no se
ven a causa de la niebla. Poco a poco vamos saliendo del corazón del Desierto
Blanco, las formaciones rocosas van pareciendo montones de arena blanca o de
yeso.
El guía va delante, tiene prisa por llegar pues así termina antes y
descansa. Él no ha venido al desierto a disfrutar, él está trabajando. Cuando
le veo andando a él solo de espaldas, como adentrándose en el desierto me
vienen a la memoria escenas de películas en las que hombres agotados caminaban
solos, sin nada, por un desierto que iba a acabar con ellos y en las que al
final se salvaban al encontrar un pozo o una caravana o a sus compañeros. Ver a
este hombre solo es una imagen como de alguien que se enfrenta al desierto, que
no le tiene miedo, que está habituado a él.
Poco a poco los montículos van
desapareciendo y una gran llanura se apodera del paisaje. Y esta inmensa
llanura, a la que no se le ve fin porque las montañas a las que nos dirigimos
están tapadas por la neblina, tiene más vegetación que de dónde venimos.
Veo
una mancha oscura allá a lo lejos; es un rebaño de dromedarios que pastan cerca
del pozo de BIR REWAL. Esta es una de las entradas al parque nacional del Desierto
Blanco y todos estos dromedarios están para los turistas, para que den un paseo
por la zona o para llevar las pertenencias de los que hacen trekking. En toda
esta zona del desierto líbico no hay nómadas porque no hay pasto para el ganado
y por lo tanto no se ven hombres con camellos. Los hombres viven en los oasis
de la agricultura y de la ganadería estabulada. Este desierto es demasiado
árido y no permite el pastoreo extensivo. En Egipto solo hay nómadas en la
península del Sinaí.
El pozo está hecho una guarrería,
lleno de suciedad y desperdicios, pero a los dromedarios no les importa, ellos
beben igual. Este pozo debe tener menos agua pues no hay palmeras y la
vegetación alrededor es más pobre, excepto en una zona más baja en la que hay
bastantes arbustos y donde se han ido a ramonear los dromedarios.
La carretera en este caso es una
línea divisoria clarísima. A un lado la llanura con escasos y pequeños
montículos. Al otro una zona accidentada con grandes moles que se pueden
considerar casi montañas, por lo menos de aspecto. En toda esta parte la roca
blanca aparece en la base de las formaciones y encima de ella hay una arenisca
clara, que tiene un tono ligeramente rosáceo.
En muchas partes la forma de estas moles es
similar a la de los Picos de Europa, por lo que supongo que será roca más o
menos caliza; otras zonas me recuerdan a los Montes Torozos con la parte de
arriba plana y pendientes abruptas. Las formas de la Tierra se repiten en unos
lugares y otros. Lo que tiene de peculiar el desierto es que aquí no hay vegetación
y esto es un mundo mineral puro, en el que se ve muy bien el efecto de la
erosión, los hundimientos y derrumbes, las distintos estratos, las fallas y
rupturas, etc.
Son las cuatro de la tarde. Está
atardeciendo. Las sombras se van alargando. La luz da más directa sobre las
paredes rocosas. Son paredes que adquieren unos tonos brillantes, luminosos.
Todo está lleno de blancos, de cremas, de rosas pálidos. Subimos a pequeños
cerros y desde lo alto la vista es más amplia. En lo alto me siento y dejo
pasar el tiempo contemplando lo que me rodea sin pensar en nada. Por todas
partes se abren como pequeños valles y que luego no lo son.
Los cerros y montículos dividen la zona, rompen la llanura y crean como corredores que nos incitan a ir a nuevos sitios, y nos incitan porque a veces se ven trozos de torreones altivos, porque se ven monolitos agrupados o solitarios de una manera fugaz. Y esa visión aviva mi curiosidad y quiero ir hacia allá para hacerme una idea de lo que se verá.
No me da tiempo a asomarme al comienzo de muchos de esos corredores, vamos hacia el campamento que no sé a dónde está y no me puedo separar del grupo; pero lo que veo desde los que me asomo es más desierto, más cerros, más pitones rocosos, más monolitos, más de lo mismo, más de la nada.
Los cerros y montículos dividen la zona, rompen la llanura y crean como corredores que nos incitan a ir a nuevos sitios, y nos incitan porque a veces se ven trozos de torreones altivos, porque se ven monolitos agrupados o solitarios de una manera fugaz. Y esa visión aviva mi curiosidad y quiero ir hacia allá para hacerme una idea de lo que se verá.
No me da tiempo a asomarme al comienzo de muchos de esos corredores, vamos hacia el campamento que no sé a dónde está y no me puedo separar del grupo; pero lo que veo desde los que me asomo es más desierto, más cerros, más pitones rocosos, más monolitos, más de lo mismo, más de la nada.
Llegando al campamento veo unas
personas con unos dromedarios. Son unos turistas ingleses que están dando un
paseo. Son dromedarios de los que estaban en el pozo por el que pasamos hace
tiempo. Los dromedarios y el desierto son una de las estampas más bonitas que
hay y que no me canso de contemplar. Es una imagen que se forjó en mi retina y
en mi imaginación con las películas y dibujos que vi de niño y de jovencito.
Nuestro campamento está realmente en
un valle escondido. Está en un pequeño alto fuera de las rutas habituales de
los turistas. Esto es algo que todos los guías procuran hacer.
Encima
del campamento hay un cerro con la cima plana. Las laderas son bastante
pendientes y están formadas por derrubios. El guía español dice que intentemos
subir allí para ver el panorama y la puesta de sol. La subida es penosa para
mí. Sin ayuda no hubiese conseguido subir. Aquí compruebo todo lo que he
perdido de movilidad y agilidad. Es penoso para mí comprobar mi estado y mi
situación, pero ¡qué le vamos a hacer! Hay que afrontar la realidad y obrar en
consecuencia con esa realidad.
La vista desde la cima es maravillosa. Las
montañas adquieren unos tonos rojizos espectaculares. Las sombras se alargan,
las luces parece que brillan más. Es un grandioso espectáculo de luz y color se
mire hacia donde se mire. La puesta del sol en sí no es espectacular. Hay unas
nubes en el horizonte que ni comen ni dejan comer. Hoy no es bonita la puesta
de sol, lo que sí lo ha sido es todo el atardecer.
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