SUDÁN DEL NORTE (7)
Al-Abidiya:
la extracción del oro.
Al-Abidiya es un lugar
impresionante. Pero es impresionante por las personas que hay allí, por las
condiciones en que trabajan, por cómo tiene que ser su vida.
En al-Abidiya hay arenas auríferas y
los hombres trabajan buscando oro. Nada
más llegar recibo una impresión caótica. Coches, maquinaria, bidones, camiones,
puestos, casetas hechas con cuatro palos y una tela por encima, montones de
tierra,charcas hechas con un fondo de plástico y sacos alrededor. Un lugar
desconcertante de entrada donde uno se siente perdido.
Y en esas charcas están hombres
lavando las arenas auríferas para encontrar el oro. Lo hacen igual a como lo
había visto en las películas del oeste, exacta- mente igual. Pero esto es el
desierto y ahora hace fresco o frío para ellos, pero cuando sea el verano imagino
que pondrán unos palos y un toldo para estar a la sombra.
Y estos hombres trabajan y trabajan
constantemente. Los jóvenes son los que lo hacen
más tiempo. Los mayores descansan un poco más.
Y de vez en cuando alguno encuentra una
pepita. Es un gran hallazgo; en el tiempo en que hemos estado aquí solo hemos
visto a este hombre con su pepita.
Pero estos pobres hombres para
conseguir este oro tienen que trabajar con mercurio. El mercurio es muy tóxico
y aquí, en Europa, está prohibido trabajar con él; los antiguos termómetros de mercurio han desaparecido.
Pero estos
hombres no viven en Europa, y si se intoxican ¿a quién le importa? ¿a sus
familiares y amigos? Bueno, pero esos no son nadie.
Muchos son niños. Obsérvese al chico
más alto que es un joven que estará en los 20 y pocos años y compáresele con
los que están a su lado; esos tendrán 15 ó 16 años.
El guía sudanés nos decía que estos
hombres vivían como esclavos o todavía peor. La mayoría no son sudaneses, son
personas venidas de los países de alrededor y que son muy pobres: Etiopía,
Chad, Eritrea, Somalia, etc. En otro campamento que había anteriormente el guía
nos dijo que era muy peligroso pasar por allí, que esta gente te robaba y te
hacía cualquier cosa, que eran buscadores de oro y que eran mala gente. A mí no
me gusta encasillar a la gente sin conocerla. No creo que haya mucha mala gente
porque sí, creo que muchos “malos” lo son por necesidad.
¿Estos hombres tienen aspecto de
malos? Para mí no.
Y si es duro trabajar al sol y con
mercurio para lavar la tierra y sacar el oro, más duro tiene que ser trabajar
en las máquinas que machacan las piedras auríferas para reducirlas a polvo.
El polvo que sale de las máquinas es
muchísimo, tanto que casi no se ve al hombre que está trabajando en la parte
baja. Y lo más sorprendente es la mascarilla que llevan estos hombres: un
pasamontañas con unos agujeros enormes en los ojos ¡y en la boca! ¿Cómo tendrán
los pulmones esta gente? ¿Tanto cuesta una buena mascarilla? ¿A nadie se le
ocurre llevarlas allí para que las vean y las compren o se las dé la empresa?
Parece que a nadie le interesan estos hombres. Me parece muy, pero que muy
lamentable. Y todo para sacar oro y que los ricos puedan presumir que son
ricos. No lo entiendo, me parece un mundo demasiado injusto y demasiado
inhumano.
Pero después de todo, estos hombres
tienen humor y ganas de sonreír. Para ellos es un acontecimiento que unos
blancos se acerquen hasta allí, les hagan unas fotos y encima se las enseñen.
¡Con
qué poco se conforman!
Las condiciones de vida no pueden
ser más espartanas. Menos ya no se puede tener. Cuatro o seis palos, una tela
por encima y los lados y esa es su casa. Otros no tienen ni los seis palos y
tienen menos palos y hacen una tienda estilo canadiense. Ahora se debe estar
relativamente bien, ¿pero cómo se estará en verano con 45 grados?
En
esas tiendas tienen su ropa, allí tienen sus cosas y allí guisan y allí
duermen. Imagino que no conocerán el aire acondicionado, aunque bien pensado a
lo mejor no les hace mucha falta, pues llevan varios siglos viviendo en Sudán y
hasta ahora no lo han necesitado.
En el campamento hay como una calle
principal en la que hay tiendas y algún
que otro restaurante. ¡Ah!, ¡se me olvidaba! En esta calle principal hay sitios
donde lavarse y donde coger agua. Pero las comodidades no son muchas.
Las tiendas son de cosas básicas,
sobre todo de alimentos. Hasta hay carnicerías de carne muy fresca pues como no tienen neveras lo que
matan lo tienen que consumir enseguida. Para que no se acerquen las moscas
ponen un recipiente con algo que se está quemando y echa humo.
Esta gente no come mucho, solo comen
un plato, pero sin cuchara ni tenedor. A ambos les sustituye el pan. Ese pan
planito, sin miga que meten en el plato a modo de cuchara y sacan lleno de
lentejas, de una especie de puré o de habas. Aquí todavía deben decir lo que me
decía mi abuela: Hay que comer las cosas
con pan porque si se hace sin ello entonces no alimentan. ¡Y menos mal que
comida no les falta!
Este campamento es una de las cosas
que más me ha impactado del Sudán. No me extraña que estos hombres quieran
saltar las vallas de Ceuta y Melilla.
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