ALPES. FRANCIA
Parc des Ecrins. Glacier Noire
Parc des Ecrins. Glacier Noire
Amanece
una mañana espléndida, radiante. Según miro hacia el oeste, veo estas
maravillosas montañas, tan blancas, tan bonitas. Hace frío, pero al sol se está
a gusto.
Decido ir
primero al Glacier Noir. Luego, si ando bien de tiempo y de fuerzas iré a
otro sitio.
Empiezo a andar. La visibilidad es perfecta. Las montañas tienen mucha nieve. A
la nieve del invierno hay que añadir la nieve caída los últimos días.
El camino va por el filo de la morrena lateral del glaciar. Poco a poco va subiendo. Cada vez coge más altura.
A medida
que avanza la mañana empieza a haber aludes. Aludes que caen por canales y que
levantan una gran polvareda y hacen un ruido peculiar, característico. Cuando
veo y oigo estos aludes me siento más pequeño, más indefenso, más impotente
frente a la montaña.
Y aquí,
en el filo de la morrena hay un monolito que recuerda a unos jóvenes de 18 y 19
años que murieron en el 1950. No sé por qué, pero me da pena, aunque luego
pienso que si hay lugares hermosos para morir, este es uno de ellos.
Me siento
y me estoy un buen rato contemplando todo lo que me rodea. ¡Se está aquí tan
bien!
Y como
todavía hay muchas horas de luz por delante, y como me siento con fuerzas pues
me voy al refugio de Bans.
Y me meto
en un valle bellísimo. Y voy andando y
andando y disfruto de las montañas, de las nubes, de los arroyos, de los
chillidos de las marmotas, del viento y soy feliz.
Aquí, en las montañas, en
los Alpes, es uno de los pocos lugares donde puedo decir que he conocido la
felicidad. Aquí he tocado el cielo y el mundo ha flotado a mis pies.
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