ALEMANIA - VALLES DEL RHIN Y DEL MOSELA
julio 2012
Empiezo a recorrer el VALLE DEL RHIN DE BINGEN A KOBLENZ. Enseguida
el valle se estrecha, las laderas se hacen escarpadas, el campo se empieza a
llenar de viñedos (son los vinos blancos del Rhin), cada vez se ven más
castillos y los pueblitos se aprietan entre el río y las laderas escarpadas. Es
el valle del Rhin turístico por excelencia.
No he visto antes el Rhin, pero por aquí están pasando constantemente largas barcazas cargadas de no sé qué (supongo
que serán mercancías muy variadas) y de vez en cuando pasan barcos de
pasajeros, barcos de recreo que llevan a los turistas de un lugar a otro más o
menos cercanos. Y junto al río las vías del tren; no queda mucho sitio donde
ponerlas, hay vías en ambas orillas y constantemente están pasando sobre todo
trenes de mercancías, larguísimos trenes de mercancías.
Y casi siempre, a la sombra de algún
castillo hay un pueblito alargado, cuyas calles van paralelas al río. Son
pueblos tranquilos, con viejas iglesias, viejas ruinas muy bien conservadas, y
viejos castillos que están en lo más alto y eran el lugar donde vivía el señor
que cobraba por pasar por sus territorios; era una buena forma de vivir. Hoy
diríamos que eran salteadores pero entonces eran señores que protegían las
mercancías de los posibles asaltantes, que en definitiva sólo eran ellos.
Ya está avanzada la tarde. En los pueblitos están cerrando los
comercios, pero la actividad en el río continúa imperturbable: barcazas que
van y vienen, trenes que van y vienen, y todo ello sin parar, sin parar. No me
extraña que se considere a Alemania como el motor de Europa. Los castillos
están como ajenos a todo este trajín, este jaleo no va con ellos.
Hay muchos campings a las orillas del
río. Paro en uno de ellos, y desde él sigo viendo el
enorme trajín del río. Y aquí me encuentro algo que no me esperaba: conejos que
andan tranquilamente entre las rulots y caravanas y que solo corren cuando te
acercas demasiado; un nido de colirrojo tizón en el cajetín de los enchufes (había un cartel en alemán que
avisaba para no molestarles, pero como no sé alemán les di un pequeño susto);
ocas salvajes que pastan en las praderas del camping y que luego se van a dar
un paseo por el río, toda en fila para que el padre o la madre los tengan
controlados. Esta es la parte salvaje del Rhin. Otra clase de vida.
En Koblenz acaba el valle del Rhin, y
allí se junta con el Mosel (Mosela en castellano). Desde esta ciudad voy a
recorrer el valle de este río, pero antes tengo que visitar esta ciudad.
KOBLENZ está muy tranquila a esta hora
de la mañana. El día está muy gris y hay una niebla baja que lo agrisa más por
momentos. La iglesia románica surge esplendorosa tan nueva y tan antigua a la
vez; al lado hay un parque con juegos de agua para los niños.
Los niños ahora
están en el colegio pero cuando hace sol se lo tienen que pasar magníficamente
jugando aquí. Este es el único país donde he visto juegos de agua en los
parques, y eso que a todos los niños les encanta jugar con el agua ¿Por qué no
imitarán esta estupenda idea?
Aún hay astilleros en las orillas del
Mosela, será para hacer o arreglar las grandes barcazas.
Por todas partes
alternan las nuevas y viejas edificaciones, no he visto ningún país con esta
convivencia tan bien llevada.
Y en la vieja ciudad, en una de las
calles comerciales más céntricas veo una tienda de sexo, con maniquíes que
lucen provocativas vestimentas y junto a las cuales hay todo tipo de
consoladores y cremas lubricantes, estimulantes y retardantes. No es que me
escandalice, lo único es que me sorprende ver este tipo de tipo de tiendas en
el lugar más céntrico y comercial de la ciudad. Pero bueno, así es Alemania.
Todavía temprano comienzo a recorrer
el Valle del Mosel: DE KOBLENZ A TRIER. Es
un valle parecido al del Rhin aunque menos cerrado, con las laderas más
tendidas y con los pueblos un poco más anchos, aunque no mucho. Esta motora de
la foto es de la policía; es lógico que también vayan por el río visitando
pueblitos y granjas. En este valle
también hay castillos pero no tantos como en el Rhin, por aquí hay mucho menos
tráfico fluvial.
Y la niebla va y viene, se espesa y
se aclara y va creando una atmósfera irreal, mágica, una atmósfera en la que
solo se pueden desarrollar historias como las de los Nibelungos y similares.
El recorrido turístico del valle del
Mosel no va siempre junto al río. En muchas ocasiones se interna por las
laderas y llega a valles escondidos de donde surge entre la niebla un castillo
irreal, un castillo como los de los cuentos de hadas, de ogros, brujas y
dragones.
Y cuando el itinerario se acerca al
río, aparecen preciosos pueblos con castillos en un cerro próximo, con iglesias
con torres de bulbo, con embarcaderos para dar un paseo por el río y verlo
desde otra perspectiva. Es un valle precioso. Y lo bueno que tiene es que hay
numerosos lugares en la carretera para aparcar el coche un momento y ver con
más pausa el paisaje. Es algo que no debe costar mucho dinero.
La carretera a veces va por lo alto
de la ladera y la vista del valle es muy espectacular: viñedos y más viñedos,
bosques y pueblos que se esparraman en cuanto hay un poco de sitio. El río va
tranquilo, con pocas barcazas (¿será que no hay suficiente calado?) y numerosos
barcos de recreo en los pueblos.
Y así, poco a poco, el valle del Mosela se va
acabando, y algún que otro castillo se asoma desde un alto para ver que todo
sigue en orden.
Y así, mirando castillos, mirando pueblecitos y viñedos y
mirando barcas de recreo que ahora descansan, llego casi sin darme cuenta a
Trier.
No hay comentarios:
Publicar un comentario