LA RUTA DE LA SEDA (9)
LAGO KARAKUL
El 21 de agosto partimos
hacia el lago Karakul, en las montañas del Kuen Lun, siguiendo la Karakorum Highway.
Paramos en Upal, una pequeña localidad (de varios miles de habitantes) para
comprar agua y alguna que otra cosilla. Los motocarros se alinean en el borde
de la carretera esperando ser contratados para transportar lo que sea: personas
o mercancías. La carretera principal está llena de vida, no hay muchos coches,
lo que permite que la gente ande hacia arriba y abajo mirando los puestos,
comprando y hablando.
A la salida del pueblo el
terreno es semidesértico. Los camellos campean libremente.
La carretera sigue el cañón del río Ghez. Las
dimensiones de las montañas del Kuen Lun empiezan a hacerse visibles. Estas montañas son enormes, los Pirineos y
los Alpes son montañas como de juguete al lado de estas. El terreno va
cambiando de color. La vegetación es escasa. La erosión intensísima.
Una
piedra se mete entre dos ruedas traseras y tenemos que parar. El conductor
empieza a intentar quitarlas. Un poco más allá de donde paramos viven dos
familias en sus yurtas. Rápido estamos rodeados de niños y de dos mujeres que
llevan a otros más pequeños. Una de ellas va a por un martillo para el
conductor. Marisa reparte chucherías entre los niños. Ellos nos dicen cosas y
nosotros a ellos. Hay muy buena voluntad pero la comunicación verbal es
imposible. No entendemos nada.
El
conductor consigue quitar la piedra.
La carretera continúa subiendo y llegamos
a un lago que está casi colmatado, lago que está en un paisaje como algo
irreal, mitad desértico, mitad lunar.
Y como todos los turistas nos paramos a
ver tan extraño lugar pues allí hay unos puestecitos donde venden minerales y
pequeños souvenirs.
Los vendedores viven en unas construcciones blancas, con
aspecto de yurtas, y que quedan magníficas en este paisaje.
Continuamos
el viaje y enseguida llegamos al lago Karakul, a 3.600 metros de
altitud, todo él rodeado de montañas a
cual más impresionante.
El Mustagh Ata con sus 7.600 metros es el
pico más alto de toda esta cordillera del Kuen Lun.
Un montón de glaciares
bajan desde las cumbres de las montañas y se detienen todavía muy arriba, a lo
mejor a 4000 ó 4500
metros . Me estoy mirando mucho tiempo tan magnífico
espectáculo.
Nos acercamos a un puerto por el que se desciende a Pakistán y
desde allí vemos estupendamente el Mustagh Ata. ¡Qué grandes son estas
montañas! ¡Qué cerca parece que están pero qué lejos están en realidad! Las
nubes que van y vienen las hacen parecer más altas todavía.
Y en
este entorno privilegiado, de una gran belleza y grandiosidad, viven en
condiciones durísimas unos pastores nómadas. Son descendientes de los mongoles.
Sus yurtas están en pequeños grupitos por aquí y por allá, en lugares que ellos
habrán escogido por unas razones que yo desconozco.
Además de las yurtas hay
una pequeña aldea, de casas de adobe y de aspecto pobrísimo. Sus ganados van libremente
de un sitio para otro, y cuando doy un paseo alrededor del lago, paseo que dura
más de 3 horas lo que es indicativo de las dimensiones del mismo, me encuentro
con pequeñas cabritas blancas de largas melenas, con yacks, con camellos y con
pequeñas vacas.
Y mientras paseo alrededor del lago voy viendo de
manera cambiante las maravillosas montañas que me rodean.
Hacia un lado son
secas y áridas: esa es la frontera con Afganistán y Pakistán; hacia otros son
altas, altísimas y llenas de glaciares que bajan lentos y majestuosos. Aquí se respira una sensación de libertad y
de grandiosidad, que en pocos sitios he respirado.
Cerca de la pequeña aldea me cruzo con un hombre
que va montado en su camello, y un poco más allá un rebaño de camellos pasea
por la orilla del lago teniendo como fondo esas montañas tan grandiosas. ¡Qué
imágenes más maravillosas!
Pasada la aldea me topo con un pequeño cementerio,
con construcciones humildes y sencillas. Construcciones hechas de adobe y no de
piedra. ¡Con la de piedras que hay aquí!
Las
magníficas vistas que tengo desde el restaurante sirven para saborear este soberbio
espectáculo hasta el último momento. El día 22 de agosto, después de comer,
volvemos a Kashgar.
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