SENEGAL (2) ZIGUINCHOR
Enseguida empezamos la visita al mercado
de ZIGUINCHOR, la única que está
programada.
El mercado es uno más de los mercados del tercer mundo, en el que
venden de todo, en el que todo está revuelto y todo es igual en casi todas
partes.
Pero aquí hay una diferencia, y es el brillante colorido de las ropas
de las mujeres y lo vistoso de sus tocados.
Esto me parece la tierra del color.
Y como en todo mercado hay situaciones curiosas
como la del carnicero que tiene
una especie de pelero (como un plumero, pero de pelos) para espantar las
moscas; o los carros de burros que traen o llevan mercancías;
o la mujer que se
suena los mocos y los tira al suelo con la mayor naturalidad; y todo ello
mezclado con los colores de las ropas de las mujeres y bañado por esta luz
subtropical tan característica.
Y las
mujeres senegalesas son como todas las mujeres del mundo, van a comprar y se
paran a charlar unas con otras, a contarse sus cosas.
El grupo de personas
hablando, con esas mujeres con bultos en la cabeza me parece muy típico y muy
curioso, tanto que no me resistí a hacerles una fotografía.
Y mientras hacía esta foto
se sentó un joven a mi lado (mis compañeros estaban viendo una tienda de
tapices y yo estaba en la puerta) y estuvimos charlando mucho rato sobre cosas
relacionadas con las formas de vida europeas. Yo me iba enterando de alguna
cosa de Senegal cuando él hacía algún comentario sobre lo que hablábamos.
Cuando terminó la visita a la tienda nos fuimos al
hotel. Mis compañeros se quedaron
echándose la siesta o en la piscina. Yo me fui a ver Ziguinchor. Muy cerca hay
un embarcadero del que salen barcas que van a los poblados que hay enfrente. El
colorido no puede ser mayor.
La naturaleza africana empieza a aparecer y a
sorprenderme. En medio de la ciudad hay enormes árboles llenos de nidos de aves
grandes como cigüeñas, cuyos pollos ya están muy crecidos y deben estar a punto
de volar. En las charcas y humedales que
hay cerca, muy cerca, los adultos buscan comida. Lo sorprendente es que puedo
pararme y mirar tranquilamente y las aves no se espantan, como mucho se alejan
un poco, pero nada más. Y no solamente están estas aves, también hay otras que
son como garcetas, aves acuáticas, córvidos, rapaces y algunos buitres. Situaciones
semejantes a esta las he visto en los Países Bajos donde las aves salvajes se
mueven a sus anchas por los parques y jardines de las ciudades, pero no son
estas aves tan exóticas para mí.
Y aquí en África no paro de mirar, bien
hacia arriba o hacia abajo. Hacia abajo veo a estas dos preciosidades, tan
chiquititas que todavía corren balanceándose y de vez en cuando se paran a
mirar no sé qué. No pude sacarlas la cara porque no se estaban quietas, pero
aún así al ver la foto aún me parecen preciosas.
Este es uno de los mejores restaurantes
de Ziguinchor. Aquí comí una carne exquisita, era vacuno y tenía un sabor
totalmente diferente a la carne europea. La verdad es que en todo el recorrido
he comido muy bien. La cocina de Senegal es simple pero muy rica: los pescados
fresquísimos y exquisitos, incluidos los langostinos a la plancha; la carne
jugosa y con mucho sabor.
Y esta es una muestra de algunos
comercios de esta ciudad. Como hace calor y la clientela no es mucha el
vendedor aprovecha para echarse una siesta y además así da tiempo a que la
fruta madure.
Y para no gastar en alquiler de locales
ni en iluminación de escaparates estos zapateros ponen su mercancía en la plaza
principal, en una acera y así animan la plaza y de paso ganan un dinero y
entretienen a los amigos que encuentran un lugar para reunirse y charlar.
Atardece muy rápidamente y la luz en
este intervalo de tiempo es maravillosa y cambia con una rapidez asombrosa.
La
mayoría de las calles son de tierra y la suciedad se amontona.
Mucha basura se
quema y en los alrededores se forma una especie de niebla. Pero solo se quema un
poco, muy poco.
Toda la basura orgánica se recicla de una forma totalmente
natural: se la comen los buitres, los cuervos y los cerdos. Los buitres que hay
aquí son algo más pequeños que los europeos, pero no se asustan ante la
proximidad de las personas, pues la gente no les hace nada, conscientes de su
labor limpiadora.
No hay malos olores, porque las sustancias orgánicas no se
pudren, antes se las comen los carroñeros. No logré enterarme de quien son
estos cerdos, ni qué hacen con ellos, pues en los restaurantes no sirven cerdo,
los musulmanes tampoco lo comen y en las carnicerías solo vi pollos, corderos y
vacas. A lo mejor solo los tienen como comebasuras y nada más.
Toda la ciudad me da aspecto de
decadencia, de abandono. Todas las calles son amplias y rectas. La ciudad es
una cuadrícula perfecta. Así es como la diseñaron y la construyeron los
franceses, pero cuando se fueron las cosas empezaron a cambiar. El esplendor
que tuvo la ciudad fue decayendo y muchos de los edificios oficiales se
abandonaron y ahora están casi en ruinas. La ciudad debió perder habitantes.
Hay edificios que fueron escuelas y hospitales que ahora están abandonados.
Muchas de las anchas calles son de tierra y la hierba ha invadido casi todo; en
algunas solo hay un estrecho sendero por donde pasa la gente andando; los
coches ya no pueden pasar por esas calles, pero no es mucho problema porque hay
muy pocos coches, razón pues que la gasolina está al mismo precio que en España
y un sueldo decente son 300 – 400 €, mientras que en España son 1.200 / 1500€.
Está atardeciendo y bandadas de aves pasan volando hacia sus dormideros.
Es
magnífico estar sentado en la plaza principal viendo como los últimos rayos
iluminan la gasolinera y como bandadas de cormoranes, de pelícanos, de patos y
de otras aves pasan hacia no sé dónde.
Cuando ya casi han pasado todas las aves
las luces de navidad que han puesto en la fuente que hay en medio de la plaza
se encienden. Quiero pensar que el tiempo lo miden según hacia donde vuelan las
aves. ¿No es así más poético?
Está amaneciendo. La luna aún está visible en el cielo. Todo
se pone de un espectacular color malva o lila, o como se diga. Me he levantado
muy pronto para ver llegar a los pescadores. Desayuno solo en el comedor y
enseguida me marcho.
Enfrente del hotel hay un basurero y los
buitres, cuervos y garcetas están desayunando. Me paro a mirarlos y ellos ni se
inmutan, siguen a lo suyo: comer, y de
paso limpiar de restos orgánicos la ciudad. ¿Caben basureros más eficaces y más
baratos? Los cuervos me recuerdan mucho a las urracas de España por esos
colores blancos y negros.
Los pescadores están llegando. Todo está
lleno de gente: de pescadores y de mujeres que compran pescado para irlo a
vender a diversas partes de la ciudad. De turista solo estoy yo y como no voy
con cámaras ostentosas ni nada parecido la gente no me concede ninguna
importancia, y eso que se nota mucho que soy turista.
Para mí no hace frio, yo
voy en mangas de camisa, pero la mayoría de indígenas van más abrigados que yo,
al fin y al cabo ellos están en invierno y hace más fresco que en su verano.
El espectáculo es sorprendente sobre todo por
el color. Los hombres solo miran. Las mujeres hacen
casi todo el trabajo de seleccionar el pescado en la misma barca, en echarlo en
cubos y en mostrárselo a los posibles compradores.
Todo es bullicio, todo es ajetreo y todo es
color, sobre todo color. Yo estoy alucinado, no sé hacia dónde mirar. Mire
hacia donde mire todo me parece único, diferente a todo lo que he visto y de un
colorido incomparable.
Tengo que recurrir a las mejores visiones de la India
para encontrar algo comparable a este color.
Me quedo sorprendido ante estas
mujeres con sus bebés, tan pequeñitos algunos y tan creciditos otros; los
llevan con ellas y ellas pueden trabajar y seleccionar pescado y llevárselo a
otro sitio y siempre con su bebé a cuestas. Aquí las guarderías no deben ser
buen negocio.
Poco a poco todo este ajetreo va
finalizando. Los hombres, los pescadores, arrastran sus barcas por el barro y
las dejan colocadas en su sitio. Las mujeres parten con sus cestos en la cabeza
camino de los lugares donde venderán el pescado. Un carro tirado por un burrito
lleva un poco más de pescado que el que lleva una mujer.
Las vendedoras de
carbón aguantan hasta última hora, hasta que todos se van. Su carbón vegetal
sirve para ahumar y guisar el pescado. A las 10 de la mañana ya no queda casi
nadie.
Es la hora de las aves que van a limpiar de restos de pescado toda la
zona. Al cabo de un rato no quedará nada de restos de pescado. Esto se llama
¡una limpieza rápida y eficaz! ¡Ah, y además, barata!
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