LA RUTA
DE LA SEDA (10) MERCADOS
EN KASHGAR Y YARKANDA
Hoy es domingo 23 de
agosto. Hoy hay que ir a ver el mercado de ganados de Kashgar.
Relativamente temprano, cuando aún están
llegando los ganaderos con sus animales empiezo a visitarlo.
Ya no
hay camellos en el mercado de Kashgar. Ya no se cambian por caballos por los
viajeros que van hacia el oeste. Ya no se cambian los caballos por camellos por
los viajeros que van a bordear el desierto de Taklamakán. Ya los comerciantes
no van con caravanas. Por eso no hay camellos en el mercado de Kashgar.
Como
cada domingo, desde hace cientos de años, se celebra en Kashgar el mayor
mercado de ganados de todo el Asia Central.
Los
animales llegan en camiones, en remolques de tractores, en motocarros, en
carros y andando. ¡Qué curioso ver carritos con rediles improvisados
transportando cabras u ovejas! ¡Qué curioso ver ovejas como empaquetadas, pero
sin estar atadas, sobre un carrito! Y
cada especie animal ocupa su sitio en el mercado.
¡Cómo me recuerda este mercado el que
yo veía los viernes en Ávila cuando era niño y jovencito! Recuerdo con alegría
los paseos por aquel mercado. El recuerdo de aquellas imágenes se mezcla con
las que estoy viendo ahora. ¡Cabritas blancas, lanudas, pequeñas! ¡Cabritas
como de juguete! Cabritas que al ser tan pequeñas necesitan menos comida y
pueden vivir en los lugares más pobres e inhóspitos. Cabritas llevadas algunas
con mimo, quizá con pena, pues es la única cabrita que vende el hombre y la
lleva atada como si fuera un perrillo. ¿Por qué sólo venderá una? Es una
cabrita que me recuerda, no sé por qué, el cuento de Clarín de “Adiós cordera”
Los machos cabríos tienen un mirar altanero,
orgulloso.
Hay ovejas de varias clases, de varios colores. Están atadas por la cabeza y colocadas unas junto a otras. Me detengo y me fijo en ver como las colocan. Lo hacen con energía, pero con cuidado, con cariño. Son el fruto de un arduo y duro trabajo y con eso no se juega.
Unas ovejas están con
lana, vienen de las montañas y de zonas frías y los animales tienen que protegerse
del frío, otras están recién esquiladas y algunas esquiladas aquí mismo para
que se vea mejor su lustre y se puedan vender antes y mejor.
Las cabritas son pequeñas,
pero las ovejas no. Son como las españolas o incluso más grandes. Son unas
ovejas diferentes de las de España. En la parte de atrás, alrededor del culo,
tienen unos bultos que luego en la carnicería he visto que son bolas de grasa;
y esa grasa, que en España tiraríamos, aquí es muy apreciada.
Si hay muchas ovejas y cabras, los burros no se
quedan atrás. Son burros negros, finos, elegantes. Son burros que se ven por
todas partes, por todos los pueblecitos, por los caminos. Son burros que se ven
tirando de un carro, que se ven como montura de un hombre, de un anciano, de
algunos niños, son burros que se ven con grandes cargas de hierbas o de leña.
Comprar
o vender el ganado es algo muy importante para estos hombres. Las transacciones
son largas. Duran bastante tiempo. Casi siempre hay un hombre que hace de
mediador, de facilitador de la compraventa. Otros hombres, amigos, conocidos o
simplemente curiosos, y de todas las edades, desde niños hasta ancianos, se
acercan a ver y a oír. Y entre ellos hacen comentarios, aunque lógicamente no sé cuales son porque no
entiendo nada de lo que dicen. Este aspecto, estas costumbres de los ganaderos
a la hora de comprar y vender también me son familiares pues son muy similares
a las que veía en el mercado de Ávila desde que era niño.
Hay
más vacas de las que me esperaba. Algunas son de las mismas razas que hay en
España y Europa.
Otras son muy diferentes y para mí desconocidas, como esas
vacas con esos colores como jaspeados nunca vistas por mí hasta ahora o esas
otras con los cuernos en una dirección casi contraria a la que tienen las vacas
de Europa.
Y
tantas personas que vienen aquí a comprar o a vender ganado también aprovechan
para comprar o vender otras cosas. Los alimentos es lo primero con lo que se
comercia. Alimentos para llevar a casa o alimentos para comer aquí pues el día
es muy largo. ¡Cómo me llaman la atención estas zanahorias amarillas! ¡Nunca
las había visto! Y veo montones y montones de sandías.
¡No me imaginaba que
aquí se produjeran y se consumieran tantísimas sandías! ¡En todos los
pueblitos, por las carreteras, por todas partes se ven puestos de sandías!
Con el
pretexto del mercado de ganado también hay otro mercado de cosas relacionadas
con la vida agrícola y con la vida en el campo tal como ellos la viven.
Por estas tierras son escasos los árboles. Los que
hay están en los oasis. Aquí, en el mercado, hay un importante comercio de
madera. Los carros vienen cargados de ella y muchos se van cargados también de
ella.
Los
carros son importantísimos para estos hombres. Por todas partes hay carros. En
el mercado también se venden.
MERCADO DE YARKANDA.
En Yarkanda también hay mercado. No es tan famoso
como el de Kashgar pero es muy grande y muy variado. ¡Ah! ¡Y aquí no hay
turistas! La gente me mira y me mira y me doy cuenta que posiblemente lo hagan
porque soy la única persona que lleva gafas.
Y
nada más entrar en el mercado de Yarkanda veo a esta pobre mujer pidiendo.
Imagino que esos panes y esa gallina que están junto a ella serán donativos de
la gente que pasa por allí. Me da mucha pena ver a una pobre mujer pidiendo
como ella pide. Pide de una manera suplicante, pide con muchísima humildad,
pide como humillándose. Es muy triste ver a una mujer joven, posiblemente viuda
o repudiada, con el rostro totalmente tapado y alzando la mano a aquellos que
se aproximan. Iba a decir que es una nota agridulce, pero no es agridulce, es
tremendamente amarga.
Y en este mercado empiezo a ver de todo. Hay
alimentos, para llevar y para consumir aquí. Hay ropa, y hay muchos patos.
Enseguida veo a este hombre con su saco al hombro y a estos dos patos sacando
el cuello por esos rotos que tiene el saco. Es una manera lógica de llevarlos,
pero a mi no se me habría ocurrido.
Y me
encuentro con un puesto de medicina tradicional en el que se expone una garra
de oso, un hasta de ciervo, y muchos animales secos como: murciélagos, sapos,
ranas, lagartos, culebras, escorpiones e insectos. Su uso es muy simple: se
trituran en un mortero, los polvos se echan en un líquido y se bebe. A lo mejor
hasta son eficaces. Curiosos y pintorescos sí que lo son.
Hay puestos
de pimentón o algo parecido, llenos de color, color que hace juego con las
escobas que venden más allá.
Comidas exquisitas: cabezas de corderos recién
degollados. Cabezas que la gente mira con cuidado y escoge mirando mucho. Y al
lado unas mujeres ofrecen las cabezas sin piel y las vísceras ya listas para consumir.
Es una visión un poco dura para la sensibilidad de un europeo que ya se ha
acostumbrado a ver todo envasado y con
una limpieza casi de quirófano.
Un
poco más allá está la zona de los animales, de los pequeños animales
domésticos: patos, gallinas, conejos, palomas, gatos, erizos y pájaros. Los
patos son los que más abundan y esto me resulta curioso, pues toda esta zona es
desértica y donde vive la gente es un oasis. Supongo que habrá agua, pero al
fin y al cabo están en una zona desértica y parece que no pega mucho que haya
patos. Los patos los venden de todos los tamaños. Los hay pequeñitos, medianos
y grandes, algunos tan grandes que a lo mejor son gansos u ocas, no estoy
seguro. Los llevan en bicicletas, en cajones, en jaulas y hasta en la mano. Me
resulta muy chocante ver tanto pato aquí.
Ya he
dicho que además de patos hay otros muchos animales. Los pollos son los que
siguen en abundancia, pero los pollos no me llaman tanto la atención. Además
son pollos como con malas pintas, como mal cuidados. Será que no les gusta ni
la carne ni los huevos de gallina.
Una mujer vende unos gatos pequeños que tiene
metidos en una jaula. Un niño que hay al lado, y que vende pollos, los está mirando
continuamente.
Las palomas que hay por aquí son de esa raza que
tiene plumas en las patas. En España sólo las había visto en alguna exposición
de avicultura, aquí son las más corrientes. Las que son corrientes en España
aquí se ven muy poco.
Al ladito están los conejos, conejos casi todos
blancos. Conejos muy limpios, con las orejas sonrosaditas. Conejos a los que
sacan de la jaula para que los posibles compradores los cojan y comprueben lo
gorditos o flaquitos que están.
Y en una jaula veo todos estos erizos. No veo más.
No sé para qué servirán, imagino que a lo mejor es para comerse caracoles,
escarabajos, ratones u algún otro animal.
Y aquí también hay afición a los pájaros. Sólo veo
un puesto donde venden distintas clases de pájaros de jaula. Casi todos son
desconocidos para mí, sólo algunas cotorras me son familiares.
Y aquí, en el mercado de Yarkanda, si que hay
camellos. No hay muchos, pero hay algunos. Yarkanda está en un oasis, todo
alrededor es un desierto. El gran desierto de Taklamakán está muy cerca. Estos
camellos son muy grandes, enormes; dan una gran sensación de fuerza y poderío.
Algunos tienen las jorobas tersas, otros caídas.
Mucho, muchísimos más abundantes que los camellos
son los burros. Yo creo que aquí hay más que en el mercado de Kashgar, aquí hay
más carros, más gente que vive en el campo y del campo.
La gente ha venido
desde todos los pueblos de alrededor en sus carros. Toda la familia ha venido
aquí. Los niños están cansados y se duermen en el carro. Los padres o descansan
con ellos o buscan mercancías en el mercado.
Aquí también hay muchos troncos de
árbol al igual que en Kashgar. Yo creo que aquí hay un almacén permanente donde
se puede comprar y vender madera cualquier día.
Estamos en Asia y el arroz es más abundante que el
trigo. El arroz es una de las bases de la alimentación. La gente compra el
arroz por sacos. Sólo hay unos pocos abiertos para que la gente vea las
variedades que hay o para que de muy tarde en tarde alguien se lleven unos
kilos en un talego.
Las mujeres están sobre todo en la zona de las
telas y de la ropa. Todo es muy coloreado, hasta la ropa interior. Sólo hay
ropa interior de color blanco y rojo. Ninguna de las mujeres que iba en el
viaje había visto tanta ropa interior de color rojo.
En
otra calle venden pequeños objetos de madera que no sé bien para que sirven.
Unas mujeres agachadas en cuclillas miran detenidamente algunos objetos. El
vendedor indolentemente mira hacia otro lado. Un bebe sentado al lado del
vendedor se entretiene con su biberón. El tiempo aquí no pasa. Todo ocurre
igual desde hace siglos. El tiempo aquí se ha detenido.
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