ANDANDO Y MIRANDO POR LAS
CALLES
Salgo
a la calle, a la calle de Nueva York. Todo es bullicio, todo es ajetreo, pero
la mirada se va a lo alto, buscando el cielo, tomando las distancias. Tiene que
pasar un buen rato hasta que me acostumbro a tanta altura, a tanta
verticalidad, y me empiezo a fijar en lo que ocurre en la calle, en lo que hay
casi a ras del suelo.
Muchas
estaciones de metro pasan inadvertidas, están como escondidas. Hay que
buscarlas, hay que saber por donde pueden estar y entonces se buscan, y se
buscan junto a una tienda, en un portal, en sitios insospechados e impensables
para Madrid, Barcelona, París. Pero esto es diferente.
Aquí
no hay la luz de Provenza ni los colores de países exóticos. Aquí predominan
los colores grisáceos, y quizás por ello se notan más los colores vivos y
chillones, quizás por ello se aprecien mejor matices y variaciones de color muy
bonitos en los edificios y pequeños o grandes contrastes de color que se dan
ocasionalmente. Hay escaparates que son una autentica explosión de color, hay
escaparates que llaman la atención por lo exótico de los productos que
presentan, hay marcas que con sus colores vivos y chillones se adueñan de un
edificio entero y a la fuerza la atención se centra allí.
Times Square y las calles adyacentes son
el lugar de la publicidad por excelencia. Aquí todo está pensado y hecho para
llamar la atención. Es lógico que por la noche las luces acaparen nuestra
mirada, lo que yo no me esperaba, ni siquiera podía imaginar, es que en pleno
día y a plena luz del sol, los anuncios luminosos fueran de tal potencia que
pudiesen con la luz del sol aunque esta les diese directamente.
La verdad es
que me parecen un derroche innecesario de energía; quizá por eso los rechacé y
apenas los miré.
Y aquí en este entorno parece que todas
las marcas comerciales tienen que estar representadas, aunque sea en un local
muy pequeño.
Pero claro, tantos locales pequeños y tantos anuncios por todas
partes consiguen en mi el efecto contrario al deseado: como no puedo ver todo,
como no puedo fijarme en todo, no me fijo en nada.
Es como si mis receptores
sensoriales se cerrasen y me inmunizo frente a este bullicio que me rodea.
Pero
hay cosas que sí me llaman la atención, como ese hombre que está en
calzoncillos en un día en que la máxima son -2ºC y junto al que las chicas se
hacen fotos abrazadas a él o tocándole el culo a cambio de una propina en forma
de billetes. Una mujer de unos 50 años se le come con los ojos, sobre todo el
paquete, le toca bien el culo, su marido o su acompañante le hace unas fotos y
al despedirse de él con ojos de deseo le da un billete de 50$; imagino que una
generosa propina.
Y no sé por qué pero también me llama
la atención ese basurero con su mono rojo empujando un cubo de basura en medio
de una calle toda llena de carteles de todos los colores, incluido el rojo.
Y como estoy en New York y tengo
hambre, entro en un Mac Donald donde venden lo mismo que en España y a un
precio similar. La hamburguesa no sabe igual, ni tampoco es igual el local.
Este es un almacén o tienda con una estructura de hierro y muy bien decorado.
Aquí si que tengo la sensación de estar en Estados Unidos.
Entro a ver los almacenes Macy’s, la
tienda más grande del mundo construida en 1901 y en la que es un autentico
placer pasear y mirar.
De vez en cuando hay que descansar ¿y
qué mejor lugar para hacerlo que en la Sala de los Pasos Perdidos de la Grand
Central Terminal? ¡Qué bullicio! ¡Qué animación! ¡Qué ajetreo! Por los
rincones, de forma que no son muy visibles hay soldados armados para evitar un
posible atentado. Sin querer me viene a la mente ese dicho de que “el que algo
teme, algo debe” No puedo evitar pensar así.
¡Qué variedad de edificios hay en Nueva
York! ¡Cuánto disfruto mirándolos y buscando con la vista y con el alma más
cosas que ver!
¡Viejos edificios de
ladrillo tras los que surgen otros más altos que parece que se los van a
tragar!
Edificios de muy diversos estilos que enriquecen el paisaje urbano y
hacen muy agradable pasear por esta enorme y variada ciudad.
Aparcamientos como no he visto en
ningún otro sitio y que surgen de la necesidad de buscar espacio y que como no
lo hay horizontalmente se busca en la vertical. Estos aparcamientos están
guardados por un operario que también se encarga de subir o bajar un coche de allá arriba. Este es el
primer aparcamiento que veo así en la ciudad, luego he visto muchos más.
Y aquí hay unos camiones que no se ven por Europa, camiones
con el morro muy largo, como los que veía cuando era niño, quizás por eso me
llamen tanto la atención. ¡Ah!, y la mayoría son de color rojo.
Veo y huelo unas
tiendas donde sólo venden café. Venden café en grano de todas partes del mundo
y lo tienen en sacos a granel. Hay cafés de América Central y del Sur, de
África y del sudeste de Asia, lugar que yo ignoraba en el que hubiese café. Me
quedé con ganas de comprar de casi todas clases, si no lo hice es porque no
tenía sitio en la maleta ni tengo cafetera para hacerme el café en grano luego
en casa.
Algo que me llamó
muchísimo la atención es el ver la bandera estadounidense en todos los vagones
del metro, en todos los autobuses y en un montón de viviendas particulares. En
España, y en el momento actual es impensable ver algo así. Pero bueno,
esto es América y su patriotismo está
fuera de toda duda y su afán por manifestarlo también.
Andando
por Nueva York veo la ventana de una casa actual, de estilo románico con capiteles y columnas
labradas. ¡Cosas de los americanos!
Y también son cosas de los americanos
el que una plaza sea de los propietarios de las viviendas que hay alrededor. La
plaza tiene una verja y cada uno de los vecinos tiene una llave. Nadie más
puede entrar. Hay que aclarar que este
no es un barrio de pobres ni de gente humilde.
Y junto a estas viviendas lujosas que
tienen plazas privadas en medio de la calle, hay casas con las fachadas llenas
de escaleras de incendios, de esas que salen tanto en las películas y que
algunas son preciosas y están magníficamente arregladas y restauradas. Me gusta
mucho ver tanta variedad de edificios y algunos de gran belleza.
Junto algunos árboles hay plantadas
como una especie de coles de invierno y otras hortalizas que tienen aspecto de
escarolas, repollos y lombardas. Luego me han dicho que en Madrid también las
ponen en los jardines. Nunca las había visto.
Nueva
York es la ciudad de los contrastes, de la variedad, de la diversidad.
Edificios y locales antiguos, muchos de ellos sótanos son hoy prestigiosas
galerías comerciales.
Junto a casas tradicionales de ladrillo, en antiguos
barrios obreros, surgen hoy viviendas de vanguardia con ventanas redondas que
parece que ahora están de moda pues ya las he visto en varios lugares.
Antiguas zonas elevadas para el metro, trenes
o coches sirven hoy como lugares de paseo para viandantes ociosos a los que les
gusta mirar desde allá arriba. Y como telón de fondo surgen modernos edificios
muy bonitos que conviven con otros que son horrorosos.
Y paseando y paseando se ven preciosos
edificios de ladrillo rojo; cines con fachadas que parecen sacadas de un libro
de estilos arquitectónicos; hombres que llevan unos sombreros altos, altísimos
y a los que no me atrevo a
fotografiar de frente y escaparates de tiendas en
los que te ofrecen una minimaleta en la que cabe, perfectamente doblada, la
ropa para un fin de semana, sobre todo calzoncillos y polos.
Y de vez en cuando se ven edificios que
imagino similares a los de Inglaterra, todos de ladrillo, con árboles delante y
con ventanas góticas y renacentistas.
Andar por Nueva York es llevarse
constantes sorpresas, como cuando veo esos montones de basura delante de las
viviendas a la espera que los recojan: aquí no hay contenedores y cada uno
tiene su basura en su casa y se saca a la hora en que la recogen, igual que se
hacía cuando yo era niño.
Y estas
bolsas de basura están frente a escaparates de lujosas tiendas en las que los
maniquíes de las niñas llevan bolsitos y pulseras inimaginables en niñas
europeas de 7 a 10 años.
En esto me parece que los americanos son un poco horteras,
así como en esos trajes de hombres con las solapas plateadas o esos sombreros
rojos que debe ser todo un arte llevarlos en la cabeza sin que se caigan.
Y junto a los rascacielos quedan
pequeñas viviendas pintadas y decoradas con un magnifico buen gusto; y en otros
lugares los anuncios parece que salen de la pared y te van a agredir. Aquí
entiendo lo de la publicidad agresiva.
No sé quién pondrá sillas y mesitas en
las calles para que la gente se siente, pero la verdad es que están casi
bastante ocupadas a pesar del frío. La gente habla y mira lo que pasa a su
alrededor.
Y alrededor a veces pasan personas que
pasean perros de distintos dueños, son paseadores de perros. Los perros que veo
llevan chubasqueros de verdad y uno lleva como unos zapatitos del mismo color
para no mojarse las patitas.
Una
de las imágenes que siempre he tenido de Nueva York, que me formé por las muchas
películas que vi desde niño, es la del
humo o el vapor saliendo por las alcantarillas y por tapas que hay en el suelo
como las de la electricidad o las de la telefónica en España. Nada más llegar
veo unas chimeneas colocadas en la calle por las que sale mucho vapor. El vapor
es el que calienta los edificios y cuando su presión aumenta sale por donde
puede. Este es el vapor cuya imagen tenía desde hace mucho tiempo. Y esta
especie de chimeneas las van poniendo por un sitio o por otro para equilibrar
la presión y para evitar que el vapor se hiele en el suelo cuando hace mucho frío
y sobre todo para que no sea como una especie de espesa niebla que no deja ver
a los conductores durante algunos metros y pueda provocar accidentes.
Este vapor es una de las primeras cosas
que vi en esta ciudad y también es una de las últimas. Este humo le da como un
cierto misterio a esta ciudad. Uno espera que tras uno de estos penachos de
vapor aparezca un gángster, Marilyn Monroe, James Dean o el chico o la chica de
nuestros sueños. Este humo, este vapor forma parte de la magia y del encanto de
esta ciudad. Si algún día desapareciese entonces faltaría algo peculiar y
característico de mi Nueva York.
No hay comentarios:
Publicar un comentario