NEW YORK - EL ARTE.
Uno de los motivos por el que tenía muchas ganas de visitar Nueva
York era por ver sus grandes museos, sobre todo los museos de arte moderno y
contemporáneo.
Hace tiempo que oí que New York era la capital mundial del arte,
pero no por la calidad de los artistas, sino porque allí se compraba y vendía
el mejor arte del mundo.
Visto lo visto creo que es verdad. No creo que los
artistas estadounidenses sean mejores que los europeos, africanos,
sudamericanos o asiáticos, lo que sí creo es que el dinero americano ha
conseguido las mayores y mejores colecciones de arte desde finales del siglo
XIX hasta ahora.
En los museos
neoyorquinos he visto más cuadros impresionistas que en ningún otro lugar de
Francia.
Para mi gusto los
cuadros adolecen de una colocación más didáctica, que muestre claramente la
evolución o el paso de un estilo a otro. Los museos requieren una buena guía
que no siempre te dan a la entrada y que no está disponible en varios idiomas.
En eso estamos mejor en Europa. De todas formas las colecciones son
impresionantes. Casi todos los cuadros los conocía, ya los había visto en los
libros de arte contemporáneo.
Me he emborrachado de arte del siglo XX. He visto montones de
obras fundamentales del impresionismo, del expresionismo, fauvismo, y todos los
ismos que ha habido. ¿Qué es lo que más me ha gustado?
Pues la verdad es que
todo, pero si tengo que nombrar algo diré que he mirado con mucha atención las
obras de los expresionistas abstractos, las de Matisse, Cezanne, Kandisky,
Gaugin y las de los fauvistas.
Me han sorprendido agradablemente esos niños que sentados en el
suelo miraban con mucha atención enormes cuadros abstractos.
También me he
quedado mucho rato mirando a esa niña de unos 3 ó 4 años a la que su abuela le
iba hablando de diversas pinturas; la niña miraba y miraba y no decía nada.
Mientras la miraba me acordaba de mis rubias. Me hubiese gustado mucho estar
aquí un rato con ellas, hablando de estos cuadros.
El museo de Brooklyn y sobre todo el Metropolitan Museum son un
abanico impresionante de arte, pero de todo tipo de arte: arte americano;
africano; asiático; de Oceanía; europeo medieval, renacentista y barroco; arte
contemporáneo; griego y romano; egipcio; copto; bizantino y todo lo que uno
pueda imaginarse relacionado con el arte.
Casi todo son donaciones de familias
millonarias en las que uno o varios de sus miembros se dedicaron a coleccionar
o a buscar arte por todo el mundo.
La colección de Oceanía procede de las
expediciones que hizo uno de los hijos de Rockefeller y que, cuando desapareció
en Nueva Guinea, su padre donó al Metropolitan, pero para que hubiese sitio
mando construir toda un ala para albergar la colección.
Imaginaba que aquí vería mucho arte contemporáneo y así ha sido.
Las colecciones del MOMA, del Metropolitan, del Gugenheim y del Witney es de lo
mejorcito que he visto en arte del siglo XX, pero lo que he visto de arte
Precolombino, africano, asiático me ha impresionado mucho, por la variedad, por
la calidad, por el exotismo y por ser un arte casi desconocido para mí.
Lo que no me esperaba, y ha sido una enorme sorpresa, es la
colección de pintura clásica europea. No me podía imaginar que aquí hubiese 8
ó 10 Rembrant comprados a golpe de talonario, ni que hubiese la cantidad de
Grecos, Ribera y Zurbarán que he visto. Alguna que otra vez me he sorprendido
con Simone Martini, Boticelli, y algunas
tablas flamencas de Van der Veyden y compañía. Vamos, que estos norteamericanos
no compraron cualquier tontería, o compraban lo mejor o no compraban nada, y en
eso les alabo el gusto.
La colección de arte chino es, según los expertos, de lo mejorcito
que hay, aunque en conjunto la mejor colección de arte asiático es la que está
en París. No me extrañaría que cualquier día la comprasen y se la trajesen para
acá.
En el Metropolitan doy con la colección Robert Lehman, que es un
claro ejemplo del patronazgo de los mecenas. Esta familia legó su colección de
arte europeo: cuadros del renacimiento toscano, de la escuela holandesa,
impresionistas franceses y paisajistas norteamericanos al museo, pero en vez de
repartir las obras por estilos las dejaron todas juntas disponiéndolas de un
modo similar a como estaban en la vivienda de los donantes. Algo similar a esto
se repite en varios museos y es algo inhabitual en Europa. De esta colección lo
que más me gustó fue un Matisse de la época fauvista, un cuadro simple pero
precioso.
En la museum mille está el Guggenheim, otro soberbio museo de arte
moderno en el que se aprecia la importancia de los mecenas. Allí está íntegra
la colección Tannhauser con magníficas obras de Gaugin, Picasso y un largo
etcétera. Aquí me emborracho viendo cuadros de Kandisky; su colección es
soberbia.
La disposición de
este museo es originalísima. Se sube en ascensor (cuando no está estropeado)
hasta la última planta y luego se baja plácidamente por una rampa helicoidal en
la que están colocados los cuadros. El paseo es muy relajado y menos cansado
que en los museos habituales.
Y este museo o fundación
es para mí un claro ejemplo de la comercialización del arte. Hay museos por
todo el mundo y como su fondo de obras es enorme lo que hacen es irlas
exponiendo poco a poco, en forma de temas monográficos, con lo que cada cierto
tiempo es necesario volver a ver esos museos. Como tienen editoriales de libros
y revistas sobre arte, ya se encargan de valorar a los artistas y a las obras
que ellos poseen, sobre todo de los nuevos artistas que están surgiendo; pero
muchas veces esa crítica positiva sólo tiene una finalidad exclusivamente
comercial: acrecentar y afianzar el valor monetario de las adquisiciones que
ellos han hecho, olvidando lo que realmente importa, que es su valor artístico.
Y entre museo y museo veo el arte de la calle. En New York hay
algo de arte urbano, menos de lo que yo creía pues imaginaba zonas llenas de
graffitis y eso no lo he encontrado. La decoración urbana me gusta cada vez más
y cada vez me fijo más en ella y empiezo a buscarla en algunas ciudades, pero
por desgracia hay muchas obras que son manchas hechas por chavales y que su
calidad es muy poca por no decir ninguna.
Aquí en Nueva York he visto pinturas murales por Harlem (el barrio tradicional de la gente de color), por Tribeca y Soho, por East Village (el barrio hippy), por Chelsea (el barrio de las galerías de arte) y por Flatiron District.
Lo que he visto en general me ha gustado bastante y para mi satisfacción había pocas pinturas murales de letras, que son las que ahora más abundan en España. Hay algunas tiendas que tienen sus pinturas en los cierres y solamente se pueden ver cuando están cerradas, muchas de estas pinturas se han convertido en atractivo turístico y lógicamente los dueños de las tiendas no las han quitado.
Viejas casas, viejas paredes, tiendas tapiadas, son los espacios que han utilizado estos pintores.
Hace años vi un reportaje en el que se hablaba de Nueva York como la ciudad que estaba llena de graffitis, tantos que hasta el metro, los trenes de cercanías y los autobuses aparecían llenos de pinturas, y se creó un servicio especial de vigilancia para que no se pintasen por las noches, pues las empresas propietarias no deseaban ver pintados sus vehículos. Los pintores o grupos de pintores se vanagloriaban de haber pintado un vagón o dos, o X autobuses en una noche. Aquella época dorada de los graffiti pasó y ahora se ve muy poco, por lo menos por los lugares por donde yo me he movido.
Aquí en Nueva York he visto pinturas murales por Harlem (el barrio tradicional de la gente de color), por Tribeca y Soho, por East Village (el barrio hippy), por Chelsea (el barrio de las galerías de arte) y por Flatiron District.
Lo que he visto en general me ha gustado bastante y para mi satisfacción había pocas pinturas murales de letras, que son las que ahora más abundan en España. Hay algunas tiendas que tienen sus pinturas en los cierres y solamente se pueden ver cuando están cerradas, muchas de estas pinturas se han convertido en atractivo turístico y lógicamente los dueños de las tiendas no las han quitado.
Viejas casas, viejas paredes, tiendas tapiadas, son los espacios que han utilizado estos pintores.
Hace años vi un reportaje en el que se hablaba de Nueva York como la ciudad que estaba llena de graffitis, tantos que hasta el metro, los trenes de cercanías y los autobuses aparecían llenos de pinturas, y se creó un servicio especial de vigilancia para que no se pintasen por las noches, pues las empresas propietarias no deseaban ver pintados sus vehículos. Los pintores o grupos de pintores se vanagloriaban de haber pintado un vagón o dos, o X autobuses en una noche. Aquella época dorada de los graffiti pasó y ahora se ve muy poco, por lo menos por los lugares por donde yo me he movido.
En una obra de la calle, la tela de plástico que separaba la obra
de la acera estaba pintada con escenas de la obra y de la calle. Nunca había
visto nada parecido.
Vi un cafés decorado
en el exterior con fotografías de desnudos masculinos y femeninos, y la verdad
es que los distintos formatos, la posición de las personas y el colorido me
llamaron la atención. Me gustó mucho.
Afortunadamente hay arquitectos que consideran su profesión dentro
de las bellas artes y se preocupan de la estética del edificio. En Nueva York
hay bastantes bellos edificios y he disfrutado mucho viendo y mirando por aquí y por allá. A veces no
hacen falta grandes obras, basta con saber pintar bien la fachada. Este
edificio blanco, gris y rojo es un claro ejemplo de lo que digo.
Nueva York es la
capital mundial del arte no por la calidad de los pintores americanos, sino
porque en esta ciudad es donde más se comercia con el arte, y para realizar
este comercio están las galerías. Todo el barrio de Chelsea está lleno de
galerías, en todas se puede entrar libremente y todo el conjunto es un gran
escaparate del arte actual mundial, pues aquí se expone y se oferta la obra
de artistas americanos, japoneses,
españoles, franceses, etc. Es como un gran museo de arte contemporáneo. Como el
arte me gusta mucho paso una tarde aquí, entrando, mirando y saliendo. Y
también pensando en lo que acabo de ver y en el resto del arte.
Y mirando y mirando veo
obras que me gustan mucho, otras que me parecen un timo y otras que no me dicen
nada. Y pensando en lo que veo, relaciono estas obras con otros pintores y otras
escuelas, hay cuadros que me recuerdan a Boticelli, al ver otros pienso que así
pintaría Klimt si hubiese pintado abstracto, otros cuadros son variantes del
expresionismo abstracto de Pollock o de Cliffor Still, otros cuadros son de un
gran lirismo y de ellos se desprende como una especie de poesía, los
hiperrealistas le encantarían a Jose, el conjunto de fotos de Marilyn me parece
sugestivo y sugerente, y toda una pared llena de colores diferentes le
encantaría a Angelina y quedaría estupenda en su salón variando un poco las
dimensiones. La verdad es que ha merecido la pena ver las galerías de arte de
este barrio de Chelsea.
Mientras me voy
hacia mi hotel, ya anochecido, voy pensando en que sería interesante escribir
una historia del arte contemporáneo, desde los impresionistas hasta hoy, en la
que se mostrase como unas tendencias y estilos derivan de otras, como nada o
casi nada surge porque sí, sino que siempre ha habido pintores y artistas
precursores, que se han adelantado a su tiempo y que han abierto numerosos
caminos que luego otros han seguido. Y también sería interesante profundizar en
lo que yo llamo la intelectualización del arte, en esas corrientes artísticas
que se basan en determinadas ideas de lo que es el arte e intentan llegar hasta
sus últimas consecuencias. Escribir sobre esto me serviría sobre todo para
aclarar mis ideas y tener una visión clara y coherente de todo el arte
contemporáneo, pero creo que me llevaría mucho tiempo, quizá demasiado.
Y andando y pensando
llego al metro, y mira por donde una de las estaciones tiene azulejos de arte
contemporáneo y esculturas sujetas a la pared. El hall del metro queda así
mucho más bonito, más alegre y más limpio que cuando no hay nada. Lástima que
no hayan puesto murales o azulejos en casi todas las estaciones. Ya dije en
otra ocasión que los andenes del metro producen una extraña sensación con
tantas vigas y con unas vigas tan sucias.
Enseguida me acordé del bosque de
Oma, con sus árboles pintados de mil maneras diferentes y lo bien que podían
quedar estas estaciones pintando cada una de una manera diferente. Imagino que
sería muy costoso y que la empresa del metro no estará dispuesta a disminuir
sus beneficios, pero creo que muchos artistas estarían dispuestos a hacerlo con
tal que su nombre se asociase a las estaciones pinta-das del metro de Nueva
York.
Me imagino cada estación pintada por un pintor – o por varios si
es muy grande – e imagino que el efecto sería estupendo, además de otro
atractivo turístico añadido a Nueva York. En Madrid el metro es mucho más
bonito, está más limpio y más decorado que el de la gran manzana. En España
algunas cosas no las hacemos tan mal, yo diría que algunas cosas las hacemos
muy bien.
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