viernes, 28 de diciembre de 2018


LA RUTA DE LA SEDA (5)

SARY TASH - KASHGAR


         La noche del 18 de agosto llueve. Me da mucha rabia sentir la lluvia porque eso supone que por la mañana no podremos ver la cordillera del Pamir y el pico Lenin. Cuando amanece las montañas están cubiertas.  Hay nubes y claros por doquier. Sary Tash es una pequeña aldea perdida en la meseta del Pamir que sólo está habitada en los meses de verano.
        Pronto partimos hacia la base del pico Lenin. Todas las carreteras son de tierra, los caminos también. Cruzamos un río y empieza el tormento del camión: golpes y más golpes, traqueteo y más traqueteo. Llanura inmensa, inacabable. Montañas que están ahí pero a las que tardamos dos horas en llegar, montañas que cuanto más nos acercamos son más altas y más grandes.

        Acaba el camino. Empieza un sendero que sube hasta la base de un alto glaciar. Las nubes van y vienen y dejan entrever las enormes montañas y las enormes masas glaciares. Esto no se parece en nada a los Alpes. Los Alpes son montañas como de juguete al lado de estas. Estoy sobrecogido ante tanta inmensidad, ante tanta grandiosidad. No caben en la cámara de fotos todas las montañas y todos los glaciares que tengo frente a mí. Estoy mucho rato mirando y mirando para intentar asimilar estas dimensiones y esta grandiosidad.

Borracho de visiones de montaña me marcho andando por donde vinimos en camión. Como por allí las montañas son más bajas el cielo se aclara. El altiplano donde estoy tiene una altitud de algo más de 3000 metros.
Las montañas casi no tienen nieve y los colores de la tierra y de la hierba son bellísimos. Todo se empieza a llenar de ganado y de las yurtas donde viven los ganaderos.
 Las yurtas se agrupan en determinados lugares que están como más recogidos, aunque a veces están en otros que parece que no tienen protección por ningún lado.
 De vez en cuando salen a mi encuentro niños de unos 8 ó 10 años y me piden con gestos que les haga una fotografía; como no me cuesta nada se la hago, se la enseño y ellos se ponen tan contentos. A veces intentamos hablar, pero la comunicación es imposible.

Y sigo andando y andando y creo que ya debía haber llegado al lugar de la comida, al lugar donde había quedado con el resto. El terreno me es desconocido, creo reconocer un cerro que está a mi izquierda, pero eso supone alejarme del camino. Me alejo pensando en que a lo mejor he cogido otro camino pero no encuentro ninguno más.
Regreso a donde estaba y este despiste me supone una hora de andar campo a través y estar con la preocupación de qué hago si no doy con el lugar de encuentro. Al final veo a mis compañeros que vienen por el camino que yo había dejado. Todo queda en un buen susto.


La mañana del 19 de agosto amanece con nieblas. No veo la cordillera del Pamir. Partimos hacia China. Enseguida las nieblas se disipan y aparece en todo su esplendor la cordillera del Pamir.
Me acompañará durante mucho tiempo. Me acompañará hasta entrar en China. A medida que el sol se va levantando va cambiando la luz y va cambiando la visión de esta grandiosa cordillera. Al principio todo está como malva, luego pasa a rosa y luego a un blanco deslumbrante. Pero siempre está grandiosa. No me imaginaba unas montañas de estas dimensiones y de esta belleza.
  

      Y con las montañas siempre a mi derecha llego a la frontera con China. Nunca me podría haber imaginado los trámites para pasar a China. Desde la frontera de Kyrgyzstan tenemos que ir andando 500 metros hasta la frontera China. Allí hay una barrera custodiada por un soldado que nos pide los pasaportes. Se los enseñamos y continuamos andando. Un poco más adelante unos soldados nos vuelven a pedir los pasaportes, nos miran las cámaras de fotos y nos registran los equipajes. Viene un autobús a recogernos. A 2km llegamos al puesto fronterizo de verdad. Allí nos miden la temperatura, nos vuelven a registrar los equipajes, nos vuelven a ver las cámaras de fotos y nos sellan los pasaportes, pero antes de salir un soldado nos vuelve a pedir el pasaporte para verificar que el sello correspondiente está puesto. Nos montamos en el autobús y empieza nuestro recorrido por la provincia autónoma China de Xinkian, donde habita la minoría de los uigures (sólo son 22 millones de personas; una minucia frente a los 1.300 millones de chinos)

        Y entramos en China y se acaba la cordillera del Pamir, pero empiezan unas montañas de arenisca, de mil colores y de profundos barrancos. Unas montañas secas, desnudas, sólo algo verdes en su base, por donde corren pequeños riachuelos. Veo los primeros camellos bactrianos y me imagino la cara de asombro que pondrían Elena y Alicia si estuviesen aquí.

Cuando ya estamos a 40km de la frontera aparece otro puesto militar donde nos mandan bajar del autobús, nos vuelven a pedir los pasaportes y donde por fin nos dan el último visto bueno para ir a Kashgar.

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