LA RUTA DE LA SEDA (5)
SARY TASH - KASHGAR
La noche del 18 de agosto llueve. Me da mucha
rabia sentir la lluvia porque eso supone que por la mañana no podremos ver la
cordillera del Pamir y el pico Lenin. Cuando amanece las montañas están
cubiertas. Hay nubes y claros por doquier.
Sary Tash es una pequeña aldea perdida en la meseta del Pamir que sólo está
habitada en los meses de verano.
Pronto
partimos hacia la base del pico Lenin. Todas las carreteras son de tierra, los
caminos también. Cruzamos un río y empieza el tormento del camión: golpes y más
golpes, traqueteo y más traqueteo. Llanura inmensa, inacabable. Montañas que
están ahí pero a las que tardamos dos horas en llegar, montañas que cuanto más
nos acercamos son más altas y más grandes.
Acaba
el camino. Empieza un sendero que sube hasta la base de un alto glaciar. Las
nubes van y vienen y dejan entrever las enormes montañas y las enormes masas
glaciares. Esto no se parece en nada a los Alpes. Los Alpes son montañas como
de juguete al lado de estas. Estoy sobrecogido ante tanta inmensidad, ante
tanta grandiosidad. No caben en la cámara de fotos todas las montañas y todos
los glaciares que tengo frente a mí. Estoy mucho rato mirando y mirando para
intentar asimilar estas dimensiones y esta grandiosidad.
Borracho de visiones
de montaña me marcho andando por donde vinimos en camión. Como por allí las
montañas son más bajas el cielo se aclara. El altiplano donde estoy tiene una
altitud de algo más de 3000
metros .
Las montañas casi no tienen nieve y los colores
de la tierra y de la hierba son bellísimos. Todo se empieza a llenar de ganado
y de las yurtas donde viven los ganaderos.
Las yurtas se agrupan en
determinados lugares que están como más recogidos, aunque a veces están en
otros que parece que no tienen protección por ningún lado.
De vez en cuando
salen a mi encuentro niños de unos 8 ó 10 años y me piden con gestos que les
haga una fotografía; como no me cuesta nada se la hago, se la enseño y ellos se
ponen tan contentos. A veces intentamos hablar, pero la comunicación es
imposible.
Y sigo andando y andando y creo que ya debía haber
llegado al lugar de la comida, al lugar donde había quedado con el resto. El
terreno me es desconocido, creo reconocer un cerro que está a mi izquierda,
pero eso supone alejarme del camino. Me alejo pensando en que a lo mejor he
cogido otro camino pero no encuentro ninguno más.
Regreso a donde estaba y este
despiste me supone una hora de andar campo a través y estar con la preocupación
de qué hago si no doy con el lugar de encuentro. Al final veo a mis compañeros
que vienen por el camino que yo había dejado. Todo queda en un buen susto.
La mañana del 19 de agosto amanece con nieblas. No
veo la cordillera del Pamir. Partimos hacia China. Enseguida las nieblas se
disipan y aparece en todo su esplendor la cordillera del Pamir.
Me acompañará durante mucho tiempo. Me acompañará
hasta entrar en China. A medida que el sol se va levantando va cambiando la luz
y va cambiando la visión de esta grandiosa cordillera. Al principio todo está
como malva, luego pasa a rosa y luego a un blanco deslumbrante. Pero siempre
está grandiosa. No me imaginaba unas montañas de estas dimensiones y de esta
belleza.
Y con
las montañas siempre a mi derecha llego a la frontera con China. Nunca me podría
haber imaginado los trámites para pasar a China. Desde la frontera de
Kyrgyzstan tenemos que ir andando 500 metros hasta la frontera China. Allí hay
una barrera custodiada por un soldado que nos pide los pasaportes. Se los
enseñamos y continuamos andando. Un poco más adelante unos soldados nos vuelven
a pedir los pasaportes, nos miran las cámaras de fotos y nos registran los
equipajes. Viene un autobús a recogernos. A 2km llegamos al puesto fronterizo
de verdad. Allí nos miden la temperatura, nos vuelven a registrar los
equipajes, nos vuelven a ver las cámaras de fotos y nos sellan los pasaportes,
pero antes de salir un soldado nos vuelve a pedir el pasaporte para verificar
que el sello correspondiente está puesto. Nos montamos en el autobús y empieza nuestro
recorrido por la provincia autónoma China de Xinkian, donde habita la minoría
de los uigures (sólo son 22 millones de personas; una minucia frente a los
1.300 millones de chinos)
Y
entramos en China y se acaba la cordillera del Pamir, pero empiezan unas
montañas de arenisca, de mil colores y de profundos barrancos. Unas montañas
secas, desnudas, sólo algo verdes en su base, por donde corren pequeños
riachuelos. Veo los primeros camellos bactrianos y me imagino la cara de
asombro que pondrían Elena y Alicia si estuviesen aquí.
Cuando ya estamos a 40km
de la frontera aparece otro puesto militar donde nos mandan bajar del autobús,
nos vuelven a pedir los pasaportes y donde por fin nos dan el último visto
bueno para ir a Kashgar.
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