lunes, 17 de diciembre de 2018


JARDINES Y PLAZAS, PLAZAS Y JARDINES
El gran jardín de New York es Central Park, pero hay muchos pequeños jardines en pequeñas placitas. Yo diría que cada pequeña placita se ha convertido en un pequeño jardín. Nunca había estado en jardines como éstos.
Los jardines que más se parecen a estos son esos pequeños y escasos jardines naturales de los Pirineos, de los Picos de Europa o de los Alpes en los que hay un pequeño lago o una pequeña pradera en un claro del bosque, y todo está rodeado de altivas y poderosas montañas.

Casi todos los jardines de New York tienen un aspecto salvaje, como descuidado, y todos están rodeados de esos altivos torreones que son sus rascacielos. Ahora en invierno los árboles están desnudos y entre las ramas se entrevén muy bien las siluetas altas, enormes y poderosas de los edificios.
En muchas ocasiones los árboles se quedan abajo y por encima de ellos sobresale un buen trozo de rascacielos. Quizá aquí, en los jardines, los rascacielos me dan aún más sensación de  fuerza y de poderío al alzarse sobre los árboles.
 En Central Park es donde los rascacielos me dan más sensación  de torreones y agujas como las de las montañas. Todo el parque está rodeado de torres y más torres que se vislumbran a través de las ramas o que aparecen de repente al llegar a un claro o a un altozano del parque.

Y cuando hace bueno y uno se puede sentar en un banco de una pequeña plaza,  se disfruta mucho de la caricia del sol y de las vistas. De las vistas de los rascacielos, de las vistas de los humanos y de las visitas de las ardillas.
En cuanto hay unos pocos árboles y un poco de césped ya hay ardillas. Unas ardillas grises que se acercan descaradas a solicitar comida, y la gente les da avellanas, piñones, cacahuetes o un trozo de bizcocho que se comen rápidamente. Y yo creo que como agradecimiento se lo comen a tu lado, sin moverse, dando tiempo a que se les haga una fotografía. Estas ardillas grises son más bonitas de cara que las  ardillas rojas de España, pero su pelaje es menos vistoso, sobre todo el de las orejas.

 En los parques muchas personas van con sus perros a pasear, todos los perros van con su correa, pero en cuanto ven a las ardillas intentan irse a por ellas. Si están muy cerca las ardillas se echan una pequeña carrerita y se vuelven a quedar tan tranquilas, si están un poco lejos ni se inmutan, ellas siguen a lo suyo.

         En muchas partes de la ciudad los árboles están adornados con luces como las de Navidad, es como si quisieran que esa alegría y ese ambiente festivo perduren en ese lugar.  A lo mejor simplemente es que les parece bonito que los árboles estén con luces y siempre las tienen puestas, y no se andan haciendo más planteamientos, ni andan con más filosofías.

         Me da la sensación que a los neoyorquinos les gusta mucho estar en la calle. Siempre hay gente sentada en los bancos de las placitas aunque no haga muy buen tiempo, y en algunas siempre hay gente jugando a juegos de mesa, como en Chinatown.
 Hay pequeñas plazas casi sin árboles, pero en casi todas hay mesas y sillas para que la gente se siente y charle. La placita se convierte así en un lugar de encuentro.
         Hay otras plazas un poco más amplias en las que hay un mercado semanal. En Union Square se celebra los fines de semana un mercado de arte y de alimentos cultivados por  campesinos.
    

     Los cuadros son de esos que se hacen para vender a los turistas, y los puestos son para la gente de aquí. Me acuerdo de Alfredo cuando veo un puesto en el que venden hasta 8 clases de patatas, yo creo que ni él conoce tantas clases. Allí compro unos bizcochos tipo casero que están deliciosos. Cada uno cuesta 2,50 ó 3$ pero son grandes y están buenísimos. A las ardillas les gustaba mucho el de zanahorias.
En las fotos de las plazas se ven perfectamente alguno de los edificios que las rodean. Paso mucho tiempo mirando y mirando esos edificios que casi siempre me parecen muy bonitos.

Árboles y árboles en el borde de las calles, en pequeños ensanchamientos que no pueden ni llamarse plazas. Y siempre la sorpresa en forma de gran edificio, bien sea un moderno rascacielos, una preciosa casa de ladrillos o la silueta de uno de los puentes que unen Manhattan con las otras partes.
 Los puentes parecen todavía más aéreos, más ligeros, como más sutiles. Desde los jardines que hay a la orilla del río Hudson se disfruta de unos preciosos atardeceres. Son unos atardeceres monocromos, que se llenan como de nostalgia con esas luces que se reflejan en el agua.
 Parece que en cualquier momento aparecerán unos hombres que se bajarán de unos coches  vestidos con largos gabanes, hablarán unos momentos sobre  turbios negocios y enseguida se volverán por donde han venido. Son imágenes de películas. Quizás he visto demasiadas películas.


         En la zona cero, donde estaban las  torres gemelas, se está construyendo no sé qué. Enormes grúas están por todos lados, son grúas que están sobre camiones. Imagino que lo que se construirá serán otras torres porque no se puede dejar un espacio tan grande vacío. Allí, en esa zona, hay una de las mayores concentraciones de rascacielos de todo Manhattan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario