JARDINES Y PLAZAS, PLAZAS Y
JARDINES
El gran jardín de New York es Central Park, pero hay muchos
pequeños jardines en pequeñas placitas. Yo diría que cada pequeña placita se
ha convertido en un pequeño jardín. Nunca había estado en jardines como éstos.
Los
jardines que más se parecen a estos son esos pequeños y escasos jardines
naturales de los Pirineos, de los Picos de Europa o de los Alpes en los que hay
un pequeño lago o una pequeña pradera en un claro del bosque, y todo está
rodeado de altivas y poderosas montañas.
Casi todos los jardines de New York
tienen un aspecto salvaje, como descuidado, y todos están rodeados de esos
altivos torreones que son sus rascacielos. Ahora en invierno los árboles están
desnudos y entre las ramas se entrevén muy bien las siluetas altas, enormes y
poderosas de los edificios.
En muchas ocasiones los árboles se quedan abajo y
por encima de ellos sobresale un buen trozo de rascacielos. Quizá aquí, en los
jardines, los rascacielos me dan aún más sensación de fuerza y de poderío al alzarse sobre los
árboles.
En Central Park es donde los rascacielos me dan más sensación de torreones y agujas como las de las
montañas. Todo el parque está rodeado de torres y más torres que se vislumbran
a través de las ramas o que aparecen de repente al llegar a un claro o a un
altozano del parque.
Y cuando hace bueno y uno se puede sentar en un banco de una
pequeña plaza, se disfruta mucho de la
caricia del sol y de las vistas. De las vistas de los rascacielos, de las
vistas de los humanos y de las visitas de las ardillas.
En cuanto hay unos
pocos árboles y un poco de césped ya hay ardillas. Unas ardillas grises que se
acercan descaradas a solicitar comida, y la gente les da avellanas, piñones,
cacahuetes o un trozo de bizcocho que se comen rápidamente. Y yo creo que como
agradecimiento se lo comen a tu lado, sin moverse, dando tiempo a que se les
haga una fotografía. Estas ardillas grises son más bonitas de cara que las ardillas rojas de España, pero su pelaje es
menos vistoso, sobre todo el de las orejas.
En los parques muchas personas van
con sus perros a pasear, todos los perros van con su correa, pero en cuanto ven
a las ardillas intentan irse a por ellas. Si están muy cerca las ardillas se
echan una pequeña carrerita y se vuelven a quedar tan tranquilas, si están un
poco lejos ni se inmutan, ellas siguen a lo suyo.
En muchas partes de
la ciudad los árboles están adornados con luces como las de Navidad, es como si
quisieran que esa alegría y ese ambiente festivo perduren en ese lugar. A lo mejor simplemente es que les parece
bonito que los árboles estén con luces y siempre las tienen puestas, y no se
andan haciendo más planteamientos, ni andan con más filosofías.
Me da la sensación
que a los neoyorquinos les gusta mucho estar en la calle. Siempre hay gente
sentada en los bancos de las placitas aunque no haga muy buen tiempo, y en
algunas siempre hay gente jugando a juegos de mesa, como en Chinatown.
Hay
pequeñas plazas casi sin árboles, pero en casi todas hay mesas y sillas para
que la gente se siente y charle. La placita se convierte así en un lugar de
encuentro.
Hay otras plazas un
poco más amplias en las que hay un mercado semanal. En Union Square se celebra los
fines de semana un mercado de arte y de alimentos cultivados por campesinos.
Los cuadros son de
esos que se hacen para vender a los turistas, y los puestos son para la gente
de aquí. Me acuerdo de Alfredo cuando veo un puesto en el que venden hasta 8
clases de patatas, yo creo que ni él conoce tantas clases. Allí compro unos
bizcochos tipo casero que están deliciosos. Cada uno cuesta 2,50 ó 3$ pero son
grandes y están buenísimos. A las ardillas les gustaba mucho el de zanahorias.
En las fotos de las plazas se ven perfectamente alguno de los edificios que las
rodean. Paso mucho tiempo mirando y mirando esos edificios que casi siempre me
parecen muy bonitos.
Árboles y árboles en el borde de las calles, en pequeños ensanchamientos
que no pueden ni llamarse plazas. Y siempre la sorpresa en forma de gran
edificio, bien sea un moderno rascacielos, una preciosa casa de ladrillos o la
silueta de uno de los puentes que unen Manhattan con las otras partes.
Los
puentes parecen todavía más aéreos, más ligeros, como más sutiles. Desde los
jardines que hay a la orilla del río Hudson se disfruta de unos preciosos
atardeceres. Son unos atardeceres monocromos, que se llenan como de nostalgia
con esas luces que se reflejan en el agua.
Parece que en cualquier momento
aparecerán unos hombres que se bajarán de unos coches vestidos con largos gabanes, hablarán unos
momentos sobre turbios negocios y
enseguida se volverán por donde han venido. Son imágenes de películas. Quizás
he visto demasiadas películas.
En la zona cero,
donde estaban las torres gemelas, se está
construyendo no sé qué. Enormes grúas están por todos lados, son grúas que
están sobre camiones. Imagino que lo que se construirá serán otras torres
porque no se puede dejar un espacio tan grande vacío. Allí, en esa zona, hay
una de las mayores concentraciones de rascacielos de todo Manhattan.
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