LIBIA (2) – EL FESTIVAL TUAREG DE GHAT.
Los tuareg son un pueblo bereber,
que se supone descendiente de los antiguos garamantes, que tiene una lengua
propia, el tamasek, y un alfabeto propio, y que ha vivido siempre en el
desierto del Sahara, en una zona que comprende parte de los países de la lista
que hay a continuación, y donde se indica el número estimado de tuaregs que
hay. En ocasiones hay divergencias entre las diversas fuentes y por eso se
escriben dos cifras.
Níger
= 720.000 ,, Malí = 440.000 – 500.000 ,,
Argelia = 25.000 – 65.000
Burkina
Faso = 60.000 - 37.000 ,, Libia =17.000 – 20.000 ,, Nigeria = 23.000
Senegal
= 7.000 ,, Chad = muy pocos y sin datos.
Se
estima que el total de tuaregs que hay en la actualidad oscila entre 1.200.000
y 1.400.000.
Su forma de vida ha sido el pastoreo
nómada, el comercio de la sal, el control de las caravanas por el desierto, a
las cuales se les obligaba a pagar un canon para protegerlas de los saqueos que
si no hacían ellos mismos, y del comercio de esclavos. A lo largo de los siglos
han adoptado algunas ideas del Islam, en la medida de que esto no se
contrapusiera con sus propias creencias, manteniendo intactos su sistema de
justicia, sus leyes y sus costumbres.
Ghat es una de las antiguas ciudades
tuareg. Y creo que este festival es un intento de mantener la identidad de este
pueblo que no tiene estado. Aquí se reviven y se recrean costumbres
ancestrales, posiblemente con un doble carácter: uno reivindicativo de su
cultura y de un estatus propio para este pueblo y otro cultural para que no se
olviden ni pierdan costumbres seculares.
Ya anochecido se inaugura el festival en
una gran explanada, con un desfile de representantes de los diversos países y
de las diversas tribus o familias. Todo está lleno de colorido y todo me
recuerda mucho a las exhibiciones que se hacían en Madrid por el 1 de mayo, el
día del trabajo, cuando actuaban los grupos de coros y danzas.
Al día siguiente, por la mañana, las
calles del viejo Ghat están llenas de gente, muchos ataviados con sus vestidos
tradicionales, y en algunas viviendas se ha reconstruido las formas de vida y
el escaso mobiliario habitual.
Las mujeres llevan sus vestidos de gala,
pero no todos son iguales. Aka, nuestro guía, me indica de qué país son nada
más verlas. Son unos vestidos llenos de brillos y de colores muy vivos. Las
niñas van preciosas, tan guapas, tan adornadas. Es curioso ver como las jóvenes
y mujeres en general van con la cara descubierta y los que se tapan dejando
sólo ver los ojos son los hombres; al revés que en el resto del Islam.
Imagino que las han adornado de manera
especial para este festival. No me imagino ninguna vivienda tuareg con estas
telas tan brillantes en las paredes de sus casas, ni unas alfombras tan
coloridas.
Normalmente no les importa que les hagas
fotos, aunque si no se pide permiso se pueden tener problemas, como le ocurrió
a Luciano, que le hizo una foto muy de cerca a una chica joven muy guapa. Vino
el padre y empezó a echarle una bronca
porque su hija estaba soltera y a las chicas solteras sólo se les puede hacer
fotos con permiso (por lo menos eso es lo que decía el señor). Sin embargo hay
algunas señoras mayores que se tapan la cara cuando ven que las vas a
fotografiar. Estas señoras mayores, que ellos ya consideran ancianas, tienen sobre
60 años, y el parecido en el aspecto físico con una mujer europea de esa edad
es nulo.
En el interior de unas viviendas han
reconstruido la casa del novio y de la novia antes de la boda. Al novio le
acompaña un amigo o familiar que le ha ayudado en la pedida de mano de la
novia.
En la de la novia se ha recreado como ésta se tumbaba para que la
peinasen y como lucía todas las joyas que poseía y la dote que le había
aportado su futuro marido. Cuanto más dote más categoría tenía el marido y más
segura estaba la mujer de que iba a vivir con un gran bienestar. Luego he leído
que entre los tuareg nómadas era la mujer la que elegía realmente y que era
ella la que llevaba su dote, pues ningún hombre se podía casar con una mujer
que tuviese más categoría social que él. Pero bueno, dejemos todas estas cosas
porque sino voy a tener que empezar a estudiar y voy a tener que terminar por
escribir todo un tratado antropológico sobre los tuareg.
En las calles las mujeres se sientan
por grupos en el suelo y no se preocupan de poner daba debajo para no
mancharse, porque la verdad es que no se manchan. Cuando se levantan ni se
sacuden, pues su ropa no está nada sucia.
¡Lo que hacen las costumbres! ¡Qué elasticidad tienen como consecuencia
de haberse sentado siempre así! Yo ya no podría sentarme como lo hacen ellas ni
estar tanto tiempo sentado como ellas.
Algunas mujeres se ponen a vender.
Son mujeres mayores, son viejas, que se tapan la cara. A mi me parece una
estampa muy típica y muy bonita, aunque preferiría ver sus ojos y una sonrisa.
Ese segundo día por la tarde acudimos a
una gran explanada a las afueras de Ghat en la que se muestran formas de vida
tradicionales en el desierto. Unas mujeres hacen pan. Una sobre una especie de
cántaro de barro en el que se ha metido leña y cuando se ha calentado se echa
la masa por encima y así se hace un pan fino, riquísimo. Es como un horno al
revés. Otra ha calentado un recipiente metálico y en las paredes pega la masa
de pan. El resultado también es delicioso, y lo sé porque lo he probado bien,
ya que el pan que hacen se lo regalan a los que estamos allí.
Otras mujeres hacen cestos, con unas
hierbas ásperas y duras, similares al esparto. A lo mejor es una clase de
esparto.
Un grupo de niños de Argelia o de Malí están
sentados delante de una cabaña, vestidos con sus trajes típicos y están
preciosos. Se junta el colorido de sus ropas y el encanto de sus caras.
Me llama mucho la atención y me
maravillan los colores de las ropas de las mujeres y de los niños que están
sentados en la arena. Aquí no hay bancos ni sillas, y cuando se cansan se
sientan en la arena y se están charlando o mirando o haciendo las dos cosas a
la vez. Los hombres casi no se sientan, los hombres van de un sitio para otro o
hablan de pie.
En esta gran explanada grupos de
tuareg ataviados con diversas ropas se ponen a cantar separados unos de otros
para no estorbarse. Quienes cantan y tocan panderos y bidones vacíos y baten
las palmas son las mujeres. Los hombres son los que bailan. Y lo hacen en un
derroche de agilidad y rapidez de movimientos. Lo hacen en un derroche de
fuerza. Se les ve sudar por lo poco que les queda visible del rostro. Los
cánticos y chillidos de las mujeres les incitan a danzar y danzar cada vez más
rápidos. Ellos danzan mostrando sus habilidades, su agilidad y su fuerza. Todo
se me asemeja a los rituales de cortejo de algunas aves en los que los machos
se mueven delante de las hembras que muestran una aparente indiferencia para
que luego ellas escojan al macho que les parece más adecuado. Aquí hay un poco
más de sutileza, pues aquí las hembras animan a los machos con sus chillidos y
sus cánticos. La música no me parece
bonita, es muy monótona para mi gusto y está muy lejos del ritmo y musicalidad
de la música árabe, pero claro, estos hombres no son árabes.
Toda la explanada está llena de
gente. Es un espectáculo ver tanta gente con un ropaje tan distinto al nuestro
y de tanto colorido. Los hombres por un
sitio, las mujeres por otro. Los chicos casi no hablan con las chicas, lo único
que hacen es mirarse. Los matrimonios tampoco van juntos y si lo hacen el
marido va delante y la mujer detrás, como si fuera un perrillo, aunque ahora
con las correas los perros van delante y los dueños detrás. No veo ningún grupo
de matrimonios en el que hombres y mujeres hablen unos con otros.
A la mañana siguiente nos
desplazamos en coche unos 30 ó 40 Km., hasta una gran explanada. A un lado y al
otro unas montañas preciosas, que me recuerdan mucho a los Dolomitas. Hace
muchos años aquí se reunían la gente de los alrededores, que estaban a dos días
de camino, o a tres, o a uno, y aquí se hacía una especie de mercado de ganado.
En recuerdo de aquello (que no me explicó muy bien Aka, o yo no me enteré bien)
hoy se reúnen como acto final del festival de Ghat. Aquí es el final de la
carrera de camellos que viene desde un lugar a 20 Km. Todo es como una gran
romería, como una de esas romerías que se celebran en las ermitas en España. La
gente está en grupos, unos por sexo y luego por grupos familiares. Los hombres
siguen sin mezclarse con las mujeres. Hoy no llevan los trajes que yo llamo
regionales, sino que llevan sus trajes elegantes, pero los suyos. Todos quieren
lucir sus mejores galas. Pero lo que más quieren lucir son sus camellos.
Aquí vienen los hombres con sus
mejores animales totalmente engalanados. Los mejores camellos son los blancos,
y uno de estos machos cuesta unos 2.000 euros, una gran cantidad. Y estos
jinetes van de un lado hacia otro para que se les vea bien, y viéndoles desde
el suelo son imponentes. Dan una gran sensación de fuerza, de majestuosidad, de
poderío. Una de mis compañeras me dice que uno de sus sueños eróticos es que la
rapte un tuareg. Sus amigas le han dicho que si la intentan raptar que ella se
deje y ella les ha dicho que naturalmente que se dejaba para que hiciese con
ella lo que quisiese, aunque al quitarse tanta ropa a lo mejor se llevaba una
decepción, pero la emoción de todo el secuestro no había quien se la quitase. Y
oyéndola y mirándola, pues es muy fea, pienso en lo verdad que es eso de soñar
no cuesta dinero.
Me siento en el suelo a una sombra a
esperar al guía. Desde lejos veo a unas mujeres de Níger que vienen hacia mi.
Se sientan a mi lado. Una niña me ofrece un bote de naranjada y la mujer del
turbante me ofrece un bocadillo. Acepto. Y pienso en como nosotros ahora hemos
perdido en hospitalidad y generosidad. Ahora no se nos ocurre ofrecer comida a
un desconocido. Antes, en el tren, en los viajes largos, la gente ofrecía la
merienda que llevaba a los viajeros que estaban más próximos. ¿Y por qué
tenemos que perder costumbres que a todo el mundo le parece que estaban muy
bien?
No hay comentarios:
Publicar un comentario