LIBIA (4) – Las aldeas y pueblos del desierto.
El desierto no es un hábitat donde
abunden o hayan abundado ciudades grandes. Aka, el guía tuareg, me comenta que
las antiguas ciudades tuareg son Ghat,
Djanet, Tamanraset y Tombuctú. Todas las poblaciones permanentes están en los
oasis. Cuanto más grande sea el oasis más grande es la ciudad. Aquí en Libia
casi no quedan las edificaciones de las antiguas ciudades. Esos edificios se
han caído o se han tirado y en su lugar se han levantado nuevas viviendas.
En Ghat se ha conservado la parte
antigua de la ciudad. Son casas de barro con paredes lisas, sin ventanas, con
pequeñas puertas de madera de las palmeras. Muchos techos se han caído, pero
los que se ven están hechos de ramas de palmera con barro por encima. Cuando ando por sus callejuelas observo que
no hay casi ventanas; es muy raro ver un pequeño ventanuco.
Aka nació aquí y nos enseña su antigua casa.
Desde la calle se accede a un patio en el que hay varias puertas. Cada puerta
es una vivienda independiente. Abrimos una de esas puertas y entramos en una
habitación. Ya no hay nada más. Esa es toda la vivienda. Allí ha vivido una
familia durante muchos años, allí han vivido generaciones de familias. En las
viviendas más ricas hay dos habitaciones; en las que casi se consideran casi
palacios hay dos o tres habitaciones y una pequeña despensa. Desde alguna de
las viviendas hay una escalerita que sube a la terraza, al tejado. No es una
terraza para estar, pues lo que la sustenta es muy endeble.
En viviendas más ricas el patio es
amplio y en él se podían reunir los vecinos o familias que ocupaban las
viviendas a las que se puede acceder. Allí también podían jugar los niños
pequeños. Aunque los niños podían jugar por todos los sitios. Todo está lleno
de recovecos, de pasadizos y de esquinas que convierten a las calles en el
lugar ideal para jugar lal escondite, al pilla pilla o a cualquier otra cosa
que se les ocurra a los niños.
Casi todas las casas están vacías. Las
puertas están abiertas. Se puede andar libremente por ellas. No son casas de
nadie, son del que la utilice. El gobierno actual ha proporcionado modernas
viviendas a los antiguos habitantes de estas casas. Pero todas las puertas no
están abiertas ni todas las casas están vacías. Hay algunas ocupadas. Las
ocupan los pobres de los pobres. Las ocupan gente que vienen de Níger, de
Mali y del Chad. Las ocupan gente que viene de los países más pobres de la Tierra.
Algunas casas tiene la puerta en forma
de arco, pero pocas, eso era signo de riqueza. La mezquita tiene pequeños
adornos, pero también pocos.
Una muralla baja rodea la ciudad. Hay
unas pocas de puertas que se cerraban al atardecer. Las murallas persisten en
casi su totalidad, pero las puertas no. Y digo yo ¿de quién había que
protegerse con unas murallas?
Pasamos por Jarmah, una ciudad nueva
junto a un amplio oasis.. Cerca de aquí estuvo Garama, la antigua capital de
los garamantes, un pueblo del que habla Herodoto. Hoy solo quedan ruinas.
Pequeñas paredes y palmeras secándose es lo que queda de la antigua Garama. No
sé por qué se visitan esas ruinas.
Hay un vigilante enorme, grande, gordo,
sentado en una silla con un ayudante que está medio tumbado a sus pies. De vez
en cuando pasan algunos turistas, pero no muchos. Seguro que el hombre no se
cansa de vigilar ni de cobrar entradas.
Las palmeras se están secando, pero en el oasis ahora se cultiva alfalfa
y otras plantas para alimento de los dromedarios que van con los turistas; sí,
porque de aquí parten numerosos treking por el desierto, los dromedarios llevan
los equipajes y todo lo necesario, y los turistas van solamente con una pequeña
mochila.
En
estas ruinas quedan tres viviendas en
pie. No sé si estarán reconstruidas o es que no las dejaron caer. Estuvieron
habitadas hasta los años 30. La estructura es la misma que la de las casas de
Ghat. Entrada común, patio y corredores que dan acceso a las viviendas de una
sola habitación. La ventilación sería la
cortina de la puerta o el enramado del techo. El agua se tendría en un bidón
comunitario o cada uno tendría el suyo.
Un joven montado en un dromedario se
detiene a hablar con sus amigos y de paso a hacer una exhibición de sus
habilidades frente a las pocas mujeres turistas que hay. Yo creo que todos le
hacemos alguna foto.
En el lago de Gabraoun se ve una pequeña
aldea hoy deshabitada, en la que vivían los
duwaba o comedores de gusanos, pues una de sus fuentes de alimentación
eran pequeños crustáceos que pescaban
las mujeres en las orillas del lago.
La aldea está hoy vacía. El estado
construyó nuevas viviendas en Jarmah y allí se desplazó la población. No hace
mucho que se marcharon, las viviendas aún no están muy estropeadas, y los
vendedores de recuerdos para los turistas viven en algunas de ellas durante las
épocas de mucho turismo.
La antigua mezquita aún está en uso. La puerta estaba abierta y el suelo está
con alfombras en buen uso.
Estas viviendas son diferentes de las
que he visto antes. Aquí hay ventanas y pequeños porches a la entrada. El
interior de todas las que ví era el mismo: una sola habitación con el suelo de
arena. Aún quedan corrales hechos de cañas. Al pasear entre estas casas no
siento ninguna sensación de abandono, de olvido. No tengo esa sensación que he
tenido en pueblos abandonados de España. En los pueblitos españoles queda como
algo del alma de las personas que allí habitaron, que allí vivieron. Aquí es
como si el viento se hubiese llevado todo, como si nunca hubiese estado nadie.
Quizá la concepción de la vivienda de estos hombres es distinta que la nuestra,
quizá sólo era el sitio de dormir y poco más.
Quizá esta fuera una casa como prestada, quizá su autentica casa fuese el
desierto. Quizá fuese allí donde soñaban, donde planeaban su futuro, donde
lloraban sus penas y donde reían sus alegrías. Quizá por eso su alma no
impregnó estas viviendas, quizá por eso su alma impregnó todo el desierto.
Y
mientras pienso en estas cosas veo salir a un hombre de una casa de las que aún
tienen techo. Es una casa que está como en las afueras.
Demasiados plásticos
adornan ¿? los alrededores. Unas palmeras parece que quieren nacer junto a las
paredes de la vivienda. Al fondo las dunas tienen un bello color dorado. El
cielo está de un intenso color azul. Yo estaría más a gusto a la sombra de una
palmera que bajo la techumbre de la casa. Creo que el hombre también. Aka
piensa lo mismo que yo.
Los pueblos y aldeas que veo son nuevos.
Están construidos hace pocos años. Todos están donde estaban los de siempre, en
los oasis, en los lugares donde había agua. Hoy también hay pueblos en lugares
estratégicos para las comunicaciones y para la industria petrolífera.
A mi me parecen pueblos sin
personalidad, sin carácter, sin alma. Me parece muy bien que hayan hecho
viviendas nuevas, con comodidades actuales: electricidad y agua corriente, y
con un espacio en el que las personas no tengan que estar amontonadas. Pero me
hubiese gustado que las viviendas, exteriormente tuviesen el aspecto que han
tenido secularmente en esta zona. Lo único que conservan es el aspecto cúbico
del edificio y la cubierta plana, como si fuera una terraza. Hay demasiadas
ventanas al exterior, demasiadas terrazas y cornisas. Si antes no hacían
ventanas al exterior quizá fuese una manera de combatir el calor. Y esta gente
debía saber mucho de combatir el calor.
La carretera es el eje del pueblo. Es la
calle principal. Los comercios están a ambos lados y la mayor animación está
allí. Generalmente los coches pasan demasiado deprisa para ser una calle, creen
que siguen en la carretera. Las calles normalmente no están asfaltadas, es la
arena la que las recubre. Todo tiene un aspecto bastante moderno y
occidentalizado: los mis-mos modelos de farolas, los carros de los barrenderos,
los automóviles, las antenas parabólicas, las persianas, las puertas, las
contraventanas.
Los chicos jóvenes se sientan en un
bordillo y allí charlan de sus cosas, y se ríen y hacen las mismas burradas que
los chicos jóvenes de cualquier parte del mundo.
Pero aquí están sólo los chicos; las chicas no
están. Cuando salen del instituto (liceo) pasan en grupitos delante de los
chicos; se dirigen pocas palabras y ellas continúan solas. Aquí no hay
discotecas, ni bares, ni lugares de encuentro donde vayan chicos y chicas. Cuando
hay algún acontecimiento las chicas van en grupos y los chicos sólo las miran.
No sé cuando ni donde se verán, es algo que no he llegado a averiguar. Lo que
sí me explicó Aka es que hablan mucho por el teléfono móvil; esa es la manera
como más se relacionan. A mi me parece que esa es una costumbre un poco aburrida
y sosa. ¿Y por qué no cambiarán con lo que a los chicos les gusta estar con las
chicas y a las chicas con los chicos? ¿Por qué algunas costumbres serán tan
difíciles de modificar? A lo mejor el carácter eterno e inmutable del desierto
tenga algo que ver.
Y
las puestas de sol, también aquí en las aldeas, son maravillosas. El carácter
eterno e inmutable del desierto que se manifiesta en todas las cosas.
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