Siempre pensé que en el desierto había
sobre todo arena. Cuando los visité comprobé que además de la arena había sobre
todo zonas desnudas de vegetación y que podían ser llanuras, zonas con
montículos o incluso macizos montañosos. En Argelia conocí las grandes llanuras
pedregosas, los reg que llaman los tuaregs, y que me impresionaron muchísimo.
Ahora aquí, en el desierto de Libia, me vuelvo a encontrar con los reg, y otra
vez me vuelven a impresionar profundamente. Nunca puede imaginar grandes,
grandísimas extensiones llenas de piedras partidas, de grandes trozos de piedra
o de pequeños trozos, pero siempre piedras, al fin y al cabo.
Y si nunca me decidí a andar por las
grandes llanuras, por las llanuras infinitas e interminables, sí que me he
decidido andar por estas llanuras, también interminables, de piedras. Es un
andar difícil, delicado. Iba con botas pero siempre hay que ir mirando donde
pisas, donde pones el pie y como le pones. Por aquí se anda con calma, con quietud,
yo diría que casi con miedo. Mis compañeros
de viaje no se atreven a darse largos paseos por aquí. Dicen que puede haber
muchas serpientes y escorpiones. Yo, la verdad, no he visto ninguno.
Y entre medias de todas estas
piedras siempre hay arena. Más o menos, pero siempre hay. Las rocas suelen ser
negras, pero la arena no lo es. Y pensando y mirando creo que ya sé la
respuesta. También hay arena negra, pero en mucha menor cantidad que la del
color tradicional, pues las piedras oscuras son menos abundantes. Y la arena
negra, mezclada con la de las otras rocas claras, pasa desapercibida casi
siempre, excepto en muy contadas ocasiones. Por eso no se ven dunas ni grandes
extensiones de arena negra.
Casi siempre estos reg terminan de
forma brusca, de golpe. Las piedras se acaban de repente y comienza la llanura
u otra formación de tierra compacta. A veces la separación está trazada casi con
una línea. Es como si hubiese una clara frontera entre las piedras y la tierra.
En todos los reg en los que he
estado no he visto nunca ni una planta. Es una desolación absoluta. Nada me ha
dado tanta impresión de desolación, de algo muerto, como los reg.
Aka, nuestro guía tuareg, me cuenta
que estos reg son lugares apreciados por su gente para realizar los
enterramientos. Sólo basta con amontonar piedras, y los chacales no pueden
removerlas. Quizá en sus tumbas de piedras, los viejos tuareg pueden seguir
sintiendo el viento, el sol y la arena del desierto. Así pueden seguir
sintiendo lo que siempre les ha rodeado. Estas tumbas de piedras me recuerdan
la tumba de cristal de Blancanieves. A ella la podían ver los pajaritos y los
príncipes y la podían dar un beso para despertarla. Aquí también las diosas o
las hadas de los vientos pueden dar un beso al difunto tuareg y despertarle
para las acompañe y las guíe en su recorrido por estas inmensidades.
A veces, cuando los reg acaban
repentinamente, surgen acacias en las tierras limítrofes. Estas acacias son
como un gran canto a la vida en medio de tanta desolación.
Desde lo alto de un erg veo arena
negra y arena siena que comparten una llanura pero cada una en su sitio. La
siena recorre la llanura como si fuera un río de numerosos brazos. La negra parece
como si fueran enormes islotes. No se mezclan, y hacen bellísimo.
Al atardecer las rocas del reg brillan
por uno de sus lados y todo el suelo parece que está sembrado de ilusiones
doradas. El cielo va cogiendo mil
colores y poco a poco todo se queda oscuro. Todo se convierte como en un
inmenso reg. Todo se convierte en algo negro y oscuro. Pero esta oscuridad dura
poco. Cientos, miles de estrellas, convierten el cielo en un reg al revés. Todo
es como un gran reg en el que el suelo está negro y las rocas brillan.
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