LIBIA (6) – Pinturas y grabados en el desierto.
Resulta que el desierto del
Sahara no ha sido siempre un desierto.
Hace 12.000 años era una zona rica en
pastos donde vivían numerosos animales salvajes. Los hombres también vivían
allí.
Viajando por el desierto se ven cauces de antiguos ríos, cauces que hoy
están secos y en los cuales se encuentran restos de aquellos hombres que
vivieron aquí cuando esto aún no era un desierto. Los restos están en forma de
pinturas y grabados.
Las pinturas suelen estar en pequeños abrigos y los
grabados están sobre rocas planas. Ambos, tanto pinturas como grabados, están
en las orillas de aquellos antiguos ríos.
Estamos en Wadi Mathendush. Todo está lleno de cantos rodados, pero hoy
no hay agua en este antiguo río. Vamos andando a lo largo del cauce.
Las
paredes son altas y bastante verticales y en muchos lugares hay grabados de
animales salvajes: elefantes, jirafas, rinocerontes, hipopótamos, leones, cocodrilos,
búfalos, felinos, avestruces, … Estos grabados se hicieron desde hace 12.000
años hasta hace 10.000 en la época que se llama
fase de la gran fauna salvaje, en la que los grabados representan
a los animales salvajes que se cazaban y que poco a poco fueron desapareciendo
pues la desertización obligó a los animales a emigrar hacia el sur.
Algunos grabados están muy bien hechos,
algunos de aquellos hombres eran auténticos artistas. Hay grabados en los que
la sensación de movimiento está magníficamente conseguida. Es muy entretenido
ir andando despacio y con la mirada descubrir un hipopótamo, o un cocodrilo o
cualquier otro animal inimaginable ahora aquí.
El cauce del antiguo río
va como hundido respecto a la llanura que le rodea. Pero lo que le rodea es una
gran desolación. Es un reg o pedregal inmenso que se pierde en un lejanísimo
horizonte. Y viendo ésto, el cocodrilo y su cría que hay a mi lado deciden
quedarse un poco más donde están, esperando en que cambie a mejor.
Desde las altas orillas se ven
magníficamente los cauces de estos antiguos ríos. Aún hay algo de humedad. Una
especie de sandías que ningún animal come porque son muy amargas, crecen por
algunos sitios. Cuando se secan los pastores las pulverizan y se las dan a las
cabras mezcladas con otras hierbas.
Ya
no veo más grabados. Ya sólo veo pinturas que están en pequeños abrigos junto a
estos antiguos ríos. Entre el 10.000 y el 8.000 a.C se dibujan cazadores y
representaciones humanas, es la fase de las cabezas redondas.
Los
antiguos ríos son como ríos de arena. Desde estos altos los comparo con esos
otros ríos de hielo que también me gustan tanto.
Este color dorado de la arena,
con manchas verduscas y como con morrenas o islotes alargados de rocas negras,
me gusta mucho. Me da mucha sensación de fuerza. ¡Montañas con ríos de arena que
sirven de carreteras! ¡Paradojas y encantos del desierto!
Y
estos valles encajonados eran magníficos lugares para cazar. Se conducía a los
animales salvajes hacia valles sin salida, hacia corrales de donde era
imposible escapar y allí se les daba muerte. Pero los animales salvajes eran
cada vez más escasos. Fue un gran invento domesticarlos. Esto ocurre hace 8.000
años. Las pinturas de esa época son de la llamada fase pastoril, en la que se ven
los comienzos de la práctica ganadera,
aunque aún se siguen representando escenas de caza.
Junto
a estos abrigos donde están las pinturas viven también los nómadas. Estos
abrigos les han servido como apriscos para sus cabras. Allí estaban doblemente
protegidas, pues a la protección natural se sumaba la protección de los
espíritus que habían hecho esas figuras. Porque esas figuras, esos escritos en
la roca, no son de otros hombres, son de espíritus que las hicieron desde el
principio de los tiempos.
Algunos de esos dibujos son
preciosos. Y al amanecer o al atardecer, todo depende de la orientación del
refugio, las pinturas adquieren un brillo especial, adquieren un mayor
colorido. No me extraña que los hombres del desierto, que no habían salido
nunca de aquí, pensasen que eran cosa de espíritus. Eran cosas de espíritus que
conocen a los animales actuales y que se imaginaban a otros animales desconocidos
y que eran largos, finos y ágiles, con unas características que no tienen los
mortales. Son seres que corren más y manejan arcos y flechas grandísimos. Son
espíritus.
Las
pinturas muestran un gran alboroto, una gran actividad. Todo está lleno de vida
y dinamismo. Hoy esa vida y ese dinamismo, ese cazar y pastorear, ese correr y
laborar en actividades domésticas es impensable.
Todo es calma, todo es quietud.
La única vida posible es la del espíritu, la de pensar e imaginar cosas
inimaginables en otro sitio. Quizá sea el sitio el que haga que los espíritus
imaginen seres y situaciones que no se nos ocurrirían en ningún otro lugar. En
sitios como éste se inventaron dioses, se crearon leyes de dioses, se crearon
religiones ¿Y no son las religiones invenciones, creaciones, del espíritu?
Aquí en el desierto, en las montañas del
Akakus, pienso y siento cosas que no siento ni pienso normalmente. Estos valles,
estas planicies eran enormes pastizales. Hoy son espacios sublimes donde el
alma se recrea y se ensancha y piensa en cosas hermosas. ¡El desierto! ¡Hay qué
cosas tiene el desierto!
Sobre el 4.000 a.C. varias
zonas se vuelven todavía más inhóspitas y muchos de sus habitantes se refugian
en las pocas zonas que aún ofrecen oportunidades de supervivencia, como los
valles y los cursos de los ríos.
Los dibujos que hacen pertenecen a la fase
llamada del caballo porque aparece este animal tirando de carros, así como
personas vestidas. A mis estos dibujos me parecen mucho más feos y más faltos
de vida que los de épocas anteriores
Y
estos antiguos cauces de ríos me parecen preciosos. Voy pisando la arena, voy
viendo grandes paredes rocosas, agujas que surgen por algunos sitios, arcos de
piedra iniciados por el agua y continuados por el viento y la arena, arena que
se amontona contra algunas paredes rocosas y forma como unas dunas que no
acaban de serlo,
y cuando el río se ensanchaba el efecto que produce hoy es
magnífico: una ondulada extensión de arena, con montañas negras en los bordes,
con pequeños islotes negros y con pinceladas, muy pocas pinceladas, de color
verdoso.
Sobre el 2000 a.C. el clima
ya es decididamente desértico. En los dibujos aparece el camello, que junto con el avestruz son los únicos capaces
de sobrevivir en estas condiciones. A causa de la creciente aridez los lugares
del arte rupestre se abandonan y como los pocos nómadas que viven luego por
aquí les consideran obra de los espíritus se logra que lleguen intactos hasta
nosotros.
No me interesan casi los
dibujos y grabados prehistóricos, pero éstos han sido un magnífico pretexto para
recorrer uno de los lugares más impresionantes de la Tierra: el desierto.
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