viernes, 8 de abril de 2022

ESPAÑA - GALICIA - COSTA DA MORTE.

 ESPAÑA – GALICIA - COSTA DA MORTE.

El nombre de esta comarca hace referencia a la cantidad de catástrofes marinas ocurridas debido a la peligrosidad de sus acantilados y frecuentes temporales. Es posible delimitarla entre Malpica y el cabo Finisterre.

        Fueron los marinos ingleses los que pusieron nombre y delimitaron esta zona hace más de dos siglos, considerando este tramo de costa muy peligroso por la cantidad de bajos que se escondían a pocos metros de la superficie alejados de la costa, por las fuertes corrientes, grandes temporales y repentinas cerrazones de niebla. Sus gentes fueron testigos de numerosos naufragios, donde se hundieron más de sesenta navíos en poco más de cien años.

Galicia cuenta con la mayor cantidad de naufragios documentados en el mundo. En la Costa da Morte hay documentados 1400 barcos naufragados, y en el resto de la costa atlántica gallega unos 2.050, sin contar las pequeñas embarcaciones consideradas de menor relevancia, lo que eleva la cifra a más de tres mil naufragios registrados y documentados en Galicia.


        Pero claro, desde Ávila hasta allí hay un buen tramo, y no se llega en un pis-pas. Y para hacer pis nos paramos en el alto del Cebreiro, y así lo vimos un poco y nos comimos la merienda que llevábamos para la ocasión a la sombra de unos árboles, tomando la brisa que corría por esas alturas.


Aquí se conservan antiguas pallozas, construcciones rurales en las que vivían los campesinos y ganaderos de aquí, hasta hace unos 50 o 70 años. Con el auge de las peregrinaciones a Santiago de Compostela se convirtieron en refugio y albergue para peregrinos. Para mí son sobre todo un magnífico testimonio etnográfico de una forma de vivir ya desaparecida.

        En esta pequeña localidad perdida entre las montañas gallegas ocurrió el famoso Milagro de la Eucaristía, o Leyenda del Santo Grial de Galicia que se extendió por toda Europa. Por el año 1300 un hombre que vivía en un pueblo que distaba unos dos kilómetros de la iglesia de El Cebreiro, era tan devoto que todos los días iba a misa, aunque lloviese o nevase. Un día se desató una furiosa tormenta y el sacerdote de la Iglesia al ver entrar solamente a este hombre, para menospreciar su esfuerzo y fe exclamó ”¡ … viene con tan gran tempestad y con tanta fatiga para ver un poco de pan y de vino!"  "no había merecido la pena". Pero en el momento de la Consagración la Hostia se convierte en carne sensible a la vista, y el cáliz en sangre, que hierve y tiñe los corporales. Los corporales con la sangre quedaron en el cáliz y la hostia en la patena. E inmediatamente, la imagen de la Virgen, colocada en un lateral de altar mayor, se postra de rodillas, para adorar el cuerpo y la sangre del redentor.

El milagro, convertido en leyenda, recorre Europa en boca de peregrinos alemanes y franceses. La ópera Parsifal, de Richard Wagner, está inspirada en él.

Los Reyes Católicos peregrinaron a Santiago de Compostela en 1486 y donaron el relicario que, junto con el cáliz, se expone en la iglesia.

Según la tradición popular, la reina Isabel quiso llevarse las reliquias de O Cebreiro y así se hizo, aunque pocos kilómetros más adelante, repentinamente los caballos se detuvieron. La comitiva que acompañaba a la reina decidió dejar libres a los caballos, que volvieron a las puertas de la iglesia de Santa María do Cebreiro. Ante esta situación, la reina Isabel decidió no llevarse las reliquias y dejar que siguiesen en O Cebreiro.  

Esta historia del cáliz se relaciona con la del Santo Grial de la tradición literaria del sobre el rey Arturo. Según esas leyendas los caballeros del rey Arturo buscan el Grial -el cáliz de la Última Cena- y uno de ellos, Galahaz, llega a Galicia y encuentra la reliquia eucarística en O Cebreiro.

Y desde aquí, con la cabeza llena de historias, nos vamos de un tirón a Malpica, un pueblito tremendamente cambiado desde hace 47 años en que lo visité por última vez.

        Las casas son muy altas, muy feas, modernas sin gusto, ni armonía entre sí ni con el entorno. Pero cuando el pueblo se ve desde lejos todo cambia, la costa, el mar, el cielo, el blanco de las casas, y cuando lo ves así, en conjunto dices: ¡Qué bonito! A un señor que veo en el puerto le pregunto:

- ¿Desde dónde hay una vista bonita?

- Depende de lo que usted quiera ver.

- Quería ver el mar.

- Desde casi todos los sitios se ve el mar, depende que clase de mar quiera ver usted.

- Un sitio que se vea bonito.

- Es que lo que para mí es bonito para usted puede ser feo.

En vista de que no le sacaba ningún tipo de información, y que más que un antiguo pescador debía ser un filósofo que había profundizado en las ideas estéticas y en las diferencias personales, me despedí como pude de él y subí a lo alto del pueblo, hice unas fotos y una señora nos hizo otras a Aymara y a mí.


            Después paseamos junto al mar y nos fuimos a dormir a Ponteceso. Y allí dormimos mucho y bien.

        Y bien descansaditos y bien desayunados nos fuimos a la cima del Monte Branco, un mirador excepcional sobre toda la zona. Desde la cima se ve el estuario de un rio, varios pueblos, el mar, los montes, … Aquí hay un buen menhir, que es como decir una estatua prehistórica de un falo o pene o como se quiera llamar. Y cuentan las malas lenguas que en aquella época vivía aquí un hombre al que le llamaban “El preñador de Monte Branco”, dignísimo antecesor de “El Cipote de Archidona”. Y aquí venían las mujeres prehistóricas de la zona a quedarse embarazadas de tan magnífico cipote, y tan efectivo era el embarazo que los bebés que nacían eran hermosos y robustos y contribuyeron a que los gallegos sean tan gallardos como lo son actualmente. ¿Y no merece un cipote de tal categoría un gran monumento?


            Y esta señora que está aquí no vino para quedarse embarazada, pues ya se le había pasado el arroz, sino para ver tan hermoso paisaje y ver si el monumento hacia honor a tan legendario falo o cipote.


            No muy lejos de allí hay un curioso monumento Pedra de Serpe, piedra de la serpiente.

        Esta escultura se asocia con los cultos precristianos a las serpientes. Para algunos historiadores está relacionada con la llegada de los celtas, que tenían como símbolo heráldico la serpiente, para otros es anterior. Sin andar buscando el significado en diversas culturas y remitiéndonos solo a España, sabemos que en las tradiciones orales de los vascos se cuenta que una deidad masculina de serpiente protege los rebaños, aumenta la fertilidad de los animales domésticos, tiene poderes curativos y ahuyenta tanto a la muerte como a la enfermedad.

        En A Pedra da Serpe de Penalba (un lugar que no está muy lejano a este), se efectuaba un rito de fecundidad, que consistía en que los casados sin hijos, debían ir de noche a la piedra y realizar allí el acto sexual. Para que la ceremonia tuviese éxito, debían llevar un cuartillo de leche de vaca, sin hervir, que estuviese criando a un becerro, mientras la pareja yacía allí, la serpiente bebería la leche. En este mito la leche sirve para desencantar a la serpiente, conjurarla para recibir su favor y conseguir que la pareja estéril pueda procrear hijos.

        El menhir o falo para procrear, la serpiente también para procrear y así por toda la Galicia Celta y por otras muchas partes del mundo que no tienen nada que ver con los celtas pero que sí coinciden en el poder de las serpientes y en su representación como una divinidad.

        El cristianismo intenta acabar con todas estas leyendas y las transforma. La leyenda cristiana cuenta que esta zona era inhabitable debido a una plaga de serpientes. San Adrián, que se encontraba predicando por allí, golpeó fuertemente con el pie en el suelo, desapareciendo aquella terrible plaga. Todas las serpientes fueron a cobijarse debajo de aquella piedra, quedando una de ellas petrificada en señal de este hecho. Como símbolo de la cristianización de este lugar se le puso una cruz encima.

        Y por temor a que salga alguna serpiente de la piedra nos vamos hacia la Punta o cabo de Roncudo, del que se dice que los percebes que nacen sobre sus rocas son considerados los mejores de toda la costa gallega.



        Hace bastante viento y hay abundante oleaje. El mar está precioso con esos colores que van de toda una gama de verdes esmeralda hasta otra gama de azules. Y este oleaje también tiene sus monumentos, pero en lugar de ser por su belleza es por las vidas que se ha llevado.

Pero los acantilados de O Roncudo son también conocidos por su peligro. Muchos “percebeiros” encontraron la muerte en este agreste cabo. En memoria de estas personas, se fueron plantando cruces sobre las rocas, cruces que hasta quedan bien en las fotos, pero que mejor sería que no existieran.


Hay momentos en que el viento arrecia y Aymara se pone el gorro de su chubasquero para no “despelujarse”, palabra que he recordado al pensar en mi hija Ana. Cuando era pequeña, 4 ó 5 años, no quería montarse en el tren de la bruja porque les daba a los niños con una escoba en la cabeza y la despelujaba. Aquí es el viento el que despeluja, y cuando se lo cuento a Aymara me dice que nunca había oído esa palabra y yo le tengo que explicar que esa fue una de las muchas palabras que se inventó Ana.

Castro de Borneiro.

Estuvo habitado entre los siglos IV y I a. C., sin haberse observado signos de romanización. Habiéndose descubierto en 1924, las excavaciones se hicieron, sobre todo en los años setenta y ochenta. Todo el castro está rodeado por un foso y dos muros defensivos. Las viviendas son circulares o cuadrangulares con las esquinas redondeadas, destacando por su gran tamaño en comparación con otros yacimientos.

Cabo Vilán

El Cabo Vilán es uno de los tramos más peligrosos de la Costa de la Muerte, pero también uno de los más hermosos y grandiosos. Es el faro eléctrico más antiguo de España, empezando a funcionar en enero de 1896.

En esta zona ha habido 8 naufragios y 245 las víctimas. El más trágico fue el del Serpent la noche del 10 de noviembre de 1890. De los 175 tripulantes solo se salvaron 3. Los vecinos de la zona sepultaron a las 172 víctimas.


Porto de Cereixo

La iglesia parroquial de Santiago de Cereixo es uno de los mejores ejemplos del arte románico de la Costa da Morte, de finales del siglo XII

En la puerta Sur de la iglesia aparece la representación más antigua del traslado del cuerpo del apóstol Santiago. Según se recoge en el Codex Calixtinus (S. XII), después del martirio del Apóstol, sus siete discípulos robaron el cuerpo del santo y, en el puerto de Jaffa, lo metieron en una barca que fue guiada por la mano de Dios hasta llegar a Galicia.



Esta es la escena representada en la iglesia. Se ve una barca de madera sobre las olas. Dentro está cuerpo de Santiago, en posición horizontal, rodeado por los siete discípulos y en los arcos de arriba aparecen las figuras de un obispo con el báculo en la mano y un ángel que parecen presenciar la escena.

Aldea de O Allo.

        Para ir a la aldea de O Allo, hay que recorrer estrechas y retorcidas carreteras rodeada de bosques y prados. A veces la carretera se mete en un túnel de verdor en el que la salida se ve allá a lo lejos. Pero no llegamos a la aldea.

        Dejamos el coche en una esplanada de un pazo del s.XVI que se ha reconstruido y transformado en un centro de interpretación sobre la vida rural gallega de esta zona. Y allí hay tres magníficos hórreos, de esos viejitos, en medio de un prado, donde meter el heno, pero que me da que ya no se utilizan para ese fin; yo creo que ahora están para adornar.

          Y por una calleja nos vamos hasta el otro extremo del prado, donde está la iglesia de S. Pedro y el cementerio. Un cementerio de nichos para que los difuntos no se ahoguen en la humedad del suelo y que desde lejos me parecen edificios con un regusto gótico que me sorprende. La iglesia es pequeña, de sólido granito, y a la entrada nos reciben unos desnudos Adán y Eva que tapan sus vergüenzas. Quizás son un símbolo de que entrando en la iglesia se nos perdona ese pecado original y podemos salir limpios y nuevos, y todo esto me suena a la simbología del románico, que tan rico fue en Galicia y que aún pervive en estas perdidas aldeas.


Dolmen de Dombate.

El dolmen de Dombate es un monumento de época neolítica que fue utilizado, como lugar funerario, entre el 3800 y el 2700 antes de  Cristo, momento en el que fue abandonado.

En las recientes excavaciones para acondicionar la zona y hacer un estudio en profundidad del dolmen, se encontraron, en el inicio del corredor de entrada, 20 pequeños ídolos, que no sabemos ni su sentido ni su interpretación, aunque quizás protegiesen la entrada para asegurar un descanso eterno de los difuntos. En las losas, hay pinturas geométricas con colores blanco, rojo y negro: zigzagueos, franjas verticales y oblicuas, onduladas, retículas, etc. que a lo mejor solo hicieron para pasar el rato o para hacer el lugar más bonito o para que los dioses se encontrasen más a gusto y no se marchasen de allí enfadados. ¡Vaya usted a saber lo que querían hacer los gallegos de aquella época


El espacio que se ha construido sobre él no me gusta. El dolmen lleva miles de años a la intemperie (y otras partes con pinturas bajo tierra) y no se ha estropeado. Preferiría que estuviese al aire libre, así los espíritus de los muertos que allí acudan pueden salir y entrar con más facilidad.

Muxia.

        El lugar de Muxía está ligado a la existencia de un conjunto de piedras situadas en la Punta de la Barca y al culto de tipo mágico-religioso que a éstas se practicó a lo largo de los siglos. Este conjunto originó un gran número de ritos y creaciones legendarias precristianas que perduraron en la posterior etapa de cristianización hasta nuestros días. Sin duda, la “Pedra de Abalar” fue la que despertó una mayor curiosidad y atracción.

La piedra es un símbolo de la invariabilidad si se relaciona con un hecho trascendente que le otorgue una cierta “sacralización” pasa a ser objeto de adoración o culto, y un caso especial es el de las piedras que se mueven.

La piedra de abalar se mueve con ayuda de al menos una persona, pero hay una creencia popular que dice que la piedra oscila o se mueve (abala) cuando quiere, y que cuando se mueve sola presagia una desgracia. Esta cualidad de presagiar, de adivinar, se les atribuyen a otras piedras que se mueven, sobre todo en las zonas donde habitaron los celtas. Esta piedra posiblemente se usó en la antigüedad como probatoria, para probar por ejemplo la fidelidad conyugal, a semejanza de otras piedras bretonas, y no solamente la fidelidad, sino también como instrumento para probar la culpabilidad o inocencia de las personas en asuntos importantes.

Otra piedra relevante es La “Pedra dos Cadrís”, a la que se le atribuyen propiedades curativas para dolores de riñones, reuma, dolores de espalda, etc. Para que estas enfermedades curen es preciso pasar nueve veces por debajo de ella.

Uno de los hechos que nos muestra la fuerza de estas antiguas divinidades es el interés que la iglesia católica puso en cristianizar este lugar de la Punta de la Barca, con leyendas con personajes cristianos.

La principal de estas leyendas es la de la aparición de la Virgen al Apóstol Santiago, que justifica la construcción de la primera capilla en aquel lugar. Cuenta la leyenda que:

El Apóstol Santiago, estando de retiro en Muxía para rezar por los habitantes de Duio (Fisterra), tragados por el mar como castigo por rendir culto al sol y hacer oídos sordos a las predicaciones del apóstol, y para pedir al Señor que las gentes no fuesen hostiles a sus palabras, vio una barca de piedra que se acerca a la orilla. En ella va la Virgen que le da ánimos y le comunica el éxito de sus homilías, ordenándole que retorne a Jerusalén, que su misión en estos lugares ya estaba cumplida. La Virgen desapareció, el Apóstol viajó a Tierra Santa y la barca de piedra se quedó allí y la embarcación es la Pedra de Abalar, la vela es la Pedra dos Cadrís y el timón la Pedra do Timón.

La "Pedra da Abalar"

Esta Piedra, que no dejó de balancearse durante muchos cientos de años, en diciembre del año 1978 un fuerte temporal la movió de su lugar primitivo y rompió un trozo.

Una leyenda cuenta que en una ocasión que quisieron robar en el Santuario de la Barca, la Piedra comenzó a balancearse tan fuerte que con su ronco sonar despertó a todos los vecinos, asustando a los ladrones.

La "Pedra Dos Cadris"


La "Pedra do Timón"

Finisterre

            Siempre que he podido he venido a Finisterre. Finisterre, el fin de la Tierra, el lugar donde el sol muere cada día cayendo en los abismos, y que sostienen los Atlantes para que todo el plano de la Tierra no caiga en ellos. Finisterre es el lugar de lo eterno, del renacimiento permanente del sol y de la vida; el sol muere cada día, pero al día siguiente vuelve a revivir saliendo por el lado opuesto. ¿Y cómo es que sale por el lado opuesto? Porque el opuesto es el lugar de la vida, y sale por allí porque los Atlantes recogen al sol y le llevan al otro extremo que es donde empieza la Tierra.


        ¿A que es una historia muy curiosa? Es muy grande la similitud de este mito con el de la reencarnación del alma humana. Aquí los dioses recogen el alma del muerto y la ponen en el cuerpo de un ser que vaya a nacer pronto, y así se origina el ciclo de la vida.

        Los peregrinos que han ido a Santiago se acercan hasta aquí, queman sus viejas ropas y se ponen otras nuevas, como señal de que han renacido también a una nueva vida.


            A Aymara le gusta mucho este sitio. Aquí se le ensancha el alma, y pasea hacia un lado y hacia otro y le advierto que si se cae al mar, tiene que irse nadando hacia el mar adentro, hacia el horizonte, para que llegue al borde de la tierra y al caer a los abismos la recojan los Atlantes y la devuelvan de nuevo a la vida. Me mira, se sonríe y sigue andando, pero con más cuidadín.

        Y desde Finisterre nos vamos hacia Padrón por estrechas carreteras y caminos de tierra. Queremos ver la Galicia rural, la Galicia profunda. Pasando por una aldea vimos a unos ancianos sentados en un banco y a una señora apoyada en una pared.


        Había una escondida e íntima relación entre la vaguedad de la luz, el mar inmenso que acabamos de dejar atrás, el sentimiento de la muerte y los viejitos sentados, silenciosos, inmóviles. ¡Teño medo d’unha cousa que vive e que non se ve! Decía Rosalía de Castro.




Hay en esta frase una sensación de la Galicia triste y trágica, este algo que vive y que no se ve, esta difusa aprensión por la muerte, este siniestro presentir de la tragedia que se avecina, este misterio de las aldeas centenarias y de las abruptas soledades. ¡Teño medo d’unha cousa que vive e que non se ve! No se ve el dolor que nos cerca, no se ve el drama que está suspendido en el aire; no se ve la muerte, la escondida e inexorable muerte, que nos anuncia la silueta del peregrino que llega a nuestra puerta, o el perro que aúlla lastimeramente en la noche.

        La Galicia profunda, la Galicia rural, tiene algo que embruja, que encanta, quizá sea el embrujo y encantamiento de las meigas, Esas meigas en las que la gente no cree, pero haberlas, las hay "Eu non creo nas meigas, mais habelas, hailas". Esta frase, este dicho, resume a la perfección el equilibrio del alma gallega entre lo práctico, la incredulidad y el misticismo. No sé por qué, quizás sea porque vivo en Ávila, pero lo que más me atrae es el misticismo que se respira en el campo y en la naturaleza de Galicia.

Andando por esos caminos, por esas corredoiras, por las orillas de los ríos, siento como un fluir de algo que viene y marcha para otros sitios, trayéndose y llevándose algo del alma. Es sentir una inmensa paz y pasar a sentir una cierta turbación. Es identificarse anímicamente con las brumas y nieblas que envuelven y transforman la realidad en algo confuso que no sé bien lo que es, y a la vez identificarse con las claridades que hacen que todo se vea en orden, en su sitio, en su lugar.

Padrón

        El nombre de la ciudad procede de la palabra pedrón. El pedrón en sí es un altar de origen romano dedicado al dios Neptuno y que hasta el siglo XV se encontraba situado en el margen izquierdo del río Sar; actualmente, está colocado en el interior de la iglesia parroquial de Santiago de Padrón, pues en la Edad Media fue reinterpretado como la piedra donde quedó amarrada la barca que traía el cuerpo del apóstol Santiago.

La tradición dice que los restos del apóstol fueron trasladados por barca desde Tierra Santa hasta el Padrón (el pedrón), y posteriormente depositados a varios kilómetros de distancia, donde hoy está la catedral de Santiago.

Desde el descubrimiento de los restos del Apóstol Santiago, Padrón se convierte en el principio de la ruta hacia el sepulcro para los peregrinos que llegan por mar. También se convierte en objetivo para los saqueadores vikingos y normandos entre los siglos X y XI, pues con tanto peregrino aumentó la riqueza de la ciudad, por lo que el rey ordenó reconstruir las  Torres del Oeste, de origen romano, a principios del  siglo XI y, de este modo, la villa dejó de ser asaltada, y tuvo una gran prosperidad durante los siglos XII y XIII.

Por donde están sentadas esas personas estaba el pedrón, pues antiguamente el rio Sar era navegable hasta aquí, y era un puerto comercial importante en aquellos siglos. Hoy en día este es el paseo principal de Padrón, donde se celebra el mercado los domingos y donde están las estatuas de Camilo José Cela y de Rosalía de Castro.

Rosalía de Castro, una mujer que escribió poesía con el alma, aunque, ¿Con qué otra cosa se puede escribir la poesía? Y no sé el porqué leo en casa su obra “A orillas del Sar” y como humilde homenaje transcribo los siguientes fragmentos.

Te fuiste por siempre; mas mi alma

te espera aún con amoroso afán,

y vendrás o iré yo, bien de mi vida,

allí donde nos hemos de encontrar.

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Un manso rio, una vereda estrecha,

un campo solitario y un pinar,

y el viejo puente rústico y sencillo

completando tan grata soledad.

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Y en el otro extremo está la estatua de Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura, premio Cervantes y premio Príncipe de Asturias, con esas dos enormes bolas a los pies. Bolas que son un homenaje cariñoso y humorístico con el paisano que metió “los cojones” en el diccionario, y los metió porque consiguió que esa, y otras palabras malsonantes, se incluyeran en el diccionario de la R.A.E, después de aportar fragmentos de la literatura española, desde el siglo XIII hasta el XX, en el que aparecen dichas palabras.

Y nos sentamos a la orilla del Sar, y paseamos por Padrón, que está lleno de casas de piedra, para que duren y duren y también hagan honor al nombre de la localidad.

Y quizás Aymara, al encontrarse en este lugar lleno de poesía se puso a pensar y a imaginar cosas y su alma se fue por un rato a lugares maravillosos donde hay una grata soledad rota por la llegada de seres con los que te deseas encontrar.


Combarro.

        Combarro es un pueblo muy entrañable para mí. Lo vi por primera vez hace más de 45 años. Luego volví hace unos 40 años, y volví con todos mis hijos. Y los recuerdo jugando por esas placitas que tienen un crucero que parece salir de las rocas.



        Pero hoy no está ninguno de mis hijos ni ninguno de los niños que había por las calles en aquel entonces. Todo está vacío, nadie se asoma a las balconadas, no hay ropa tendida en los balcones, ningún anciano está sentado a la puerta de su casa, y parece que nadie reza a los cristos de estos cruceros.
        Y en este rincón, entre viejas piedras, hay una planta llena de flores rojas que pone una nota de color y de vida en medio de tanta soledad. ¿Y quién la regará? ¿Y quién cuidará de ella? No lo sé. Quizá en la pátina de vejez que cubre estas antiguas piedras se ha quedado el amor a las flores de aquella mujer que ya no está, o de aquel joven que las cuidaba tanto y ya se marchó. Y quizá ese amor y ese cariño que le tuvieron aquellas personas y que se ha quedado en la pátina de las piedras, sea lo que cuida de la planta.

        Y quizás Aymara, que se ha apoyado en un viejo hórreo que mira al mar, piensa en su Venezuela, pues este es el mismo mar que está en las costas de su país. Y a lo mejor las aguas que están ahora en la ría de Pontevedra, estuvieron hace tiempo en Isla Margarita o en cualquier lugar maravilloso de esos que hay allí en su tierra, y la traen recuerdos, y ella envía esperanzas y sueños.



        Y los hórreos que están aquí, están casi todos arreglados y recién pintados para que hagan bonito, para que luzcan sus mejores galas frente al mar azul al que siempre miran y que es el que siempre les mira a ellos. Es como un amor de miradas, como un amor de esos jóvenes que se miran el uno al otro, pero que ninguno se atreve a iniciar una conversación o un acercamiento. ¿Y cuánto tiempo llevan mirándose y sin hablarse? ¿Y hasta cuándo van a estar así? Quizá sea imposible romper el hielo; los hórreos son para guardar cereales y grano, y eso no tiene nada que ver con el mar. Posiblemente el amor entre el mar y los hórreos hechos de piedra, sea un amor imposible y por tanto un amor deseado eternamente, desde el principio hasta el fin de la eternidad. ¡Y luego hay quien dice que no existen los amores eternos!

Pontevedra.

Paseamos por el viejo Pontevedra, por el de siempre. Vemos iglesias barrocas, airosas, atrevidas y lujosas. Hablamos de Azarías de que si estuviera aquí nos explicaría cosas de la movilidad y estética de estos edificios que tanto llaman nuestra atención.

        Y nos sentamos en la terraza de un bar, a la sombra de las arcadas de una plaza. Y pasa gente que va y viene, y que a veces nos miramos fugazmente y con los ojos nos decimos algo, pero no sé el qué, pues se me ha olvidado el lenguaje de los ojos.

        Y vamos por otras calles y por otras plazas. No hay mucha gente, pero hay una cierta calidez en el ambiente. Hay fachadas de granito muy antiguas, a las que el sol les ha dado durante siglos y quizá hayan guardado ese calor y por eso hay una sensación de calidez.

        Y Aymara dice como siempre ¡qué bello! ¡qué bello! pero a mí no me parece tan bello lo que ella está mirando. Creo que la belleza está dentro de ella, en su alma, y la proyecta sobre lo que ve y todo se llena de hermosura. ¡La belleza y la hermosura del alma de Aymara! ¡Qué suerte la mía al poder disfrutar de ella!


Peñalba de Santiago.

        Salimos de Galicia, nos vamos hacia Ávila, pero nos desviamos un poco para ver Peñalba de Santiago, un pequeño pueblo en medio de los montes Aquilianos.

        Y en cuanto entramos en estos montes todo es belleza. Los matorrales que recubren los montes están en flor.


        Todo es como una delicada sinfonía llena de matices de color, no son colores muy fuertes y ni vivos, todos son delicados, suaves, que parece que no quieren destacar, pero entre todos se arropan y complementan, y forman un conjunto maravilloso. Además, tenemos la suerte de ir a esta localidad por una carretera nueva que atraviesa estos montes y volver por la tradicional que va por el fondo del valle.

Y esto es Peñalba de Santiago, un pueblecito muy grande, como de cuento muy maravilloso, por eso es tan grande, porque en nuestro cuento, con nuestra imaginación, podemos hacerle tan grande como queramos.

        Y estas son las casas de Peñalba, tan rústicas, tan bien conservadas. Es un lujo poder pasear por una aldea que está en un entorno maravilloso y todavía con estas casas.



        La gran joya del pueblo es la considerada iglesia mozárabe del siglo X. Y digo considerada porque este término está siendo cuestionado por los historiadores actuales. El arte mozárabe sería el realizado por cristianos que vivían, o habían vivido, en la zona musulmana. Los cristianos del siglo IX y X que emigraran no debían tener muchos recursos económicos como para levantar un templo. Lo que sí se considera más probable es que este tipo de construcciones fuera hecho por cristianos que habían conocido el arte califal y les pareció mejor que el arte visigodo del que quedaban restos. Sería pues como una moda o algo relacionado con una mayor resistencia estructural.