martes, 29 de noviembre de 2016

ESPAÑA – Las Hurdes
            Nunca he estado por aquí. Esta es una de las zonas vacías que tengo de España y quería llenarla. Siempre he asociado Las Hurdes a una de las zonas más pobres y más abandonadas de España, la visión del documental de Buñuel sobre la visita del rey Alfonso XIII a esta zona sirvió para que me hiciese esa idea. De lo que no tenía ni idea ni me había hecho ninguna imagen era del aspecto físico de la zona. Así que todo está por descubrir y por ver.


           Está lloviendo. El verde está más brillante. Los ríos bajan pletóricos. Y miro y miro y veo montañas escarpadas (no tienen mucha altitud pero el desnivel es muy pronunciado). Los pueblos tienen las casas nuevas, totalmente nuevas. Muchas de ellas son chalets, otras edificios de pisos, incluso hay bloques de pisos. Desde luego que aquí ha habido una gran transformación. No veo el aspecto de pueblos tradicionales por ninguna parte. Las carreteras son estupendas, con un buen firme, anchas y con las curvas quitadas. Aquí se han hecho grandes mejoras, el gobierno autónomo ha conseguido que esto no sea una de las zonas más pobres de España.

  
      En estos pueblitos casi no se ve ganado. Algún señor mayor, ya jubilado, añora su vida anterior y con el pretexto de no aburrirse saca sus 8 ó 10 cabras al monte. ¡Cómo ha cambiado el atuendo de pastor! Ahora este hombre se pone una bata para salir con sus cabras.



          Y aunque aquí los ríos están en su curso alto se ven numerosos meandros; meandros de libro de texto. Es curioso verlos, pero nada más.


         En las laderas de las montañas se ven muchos bancales. ¡Cuánto esfuerzo y cuánto trabajo supuso hacerlos! Hoy en día creo que tanto el esfuerzo como el trabajo (los bancales) pasan desapercibidos.


         Y miro y miro detenidamente los pueblitos en busca de la arquitectura popular, en busca de lo que puede ser más característico de aquí, pero no veo casi nada. Todo se ha debido de tirar. De esa forma de vida no se quiere ni el recuerdo.
         Pero sí, aún quedan tres pueblitos con edificaciones populares: El Gasco, Riomalo de Arriba y El Ladrillar.


 A mí me parecen edificaciones únicas, características, distintivas de esta zona y que es una pena que se vayan tirando. No voy a decir que la gente viva en estas casas pero sí que se conserven unos pueblitos o parte de ellos, como recuerdo y testimonio de las formas de vida que hubo aquí durante bastantes siglos.


         Callejas empinadas con escalones hechos en la piedra. Tejados de pizarra, que parece que están juntos de lo arrimadas que están entre sí las construcciones. Gatos que recorren a sus anchas las calles. Los gatos son los dueños de la calle, las golondrinas del cielo. Hay muchas, muchas golondrinas.
          Viendo esto si que creo que esta era una de las zonas más pobres de España. Hay gente que parece que se avergüenza de haber vivido aquí, yo me sentiría orgulloso por haber sobrevivido en estas condiciones tan duras, tan inhumanas.


          Riomalo de Arriba me produce una profunda tristeza. Todo está en ruinas, todo está abandonado. Todo es silencio y desolación. No me encuentro con nadie.  Puertas abiertas, ventanas caídas, muros y tejados que se han derrumbado.






 En la puerta de la iglesia queda una cruz en la que se lee: "Gloriosos caídos por Dios y por España. Presentes" Sí, quizás haya que morirse para ser recordado.




¿Qué fue de esta gente, de la gente que vivió aquí, que levantó estas casas, que cultivó esta tierra?. Cuando visito una ciudad, un pueblito, no suelo tener un recuerdo para los que vivieron allí; aquí sí. No sé porqué, pero aquí me acuerdo de unos desconocidos.


          Y subiendo y bajando por montañas me marcho de las Hurdes hacia las Batuecas, una zona muy cercana pero muy diferente.

sábado, 26 de noviembre de 2016

ARGELIA – Djanet – Tikobaouine
        diciembre 2009
          Es por la mañana temprano. En Djanet los hombres charlan en las esquinas, en medio de la acera, frente a una puerta, sentados en una valla. Sobre todo charlan. Es bonito ver como las personas hablan unas con otras. ¡Qué lejos está esta ciudad de las grandes ciudades europeas donde la gente anda deprisa y casi nadie habla con nadie!  
        Los que más se ven son hombres. Hombres comprando, charlando o simplemente mirando. Las pocas mujeres que se ven van rápidamente de un lugar a otro. Van muy tapadas y no les gusta que las fotografíen.
        ¡Cómo me gusta ver a los Tuareg hablando de pie o sentados! Tienen un porte erguido, altivo, lleno de dignidad. Sus turbantes y sus ropajes son la imagen perfecta  que yo tenía de los hombres del desierto.

        A media mañana nos vamos hacia el desierto,  a ver la vaca que llora, uno de los grabados rupestres más bellos de todo el Sahara. Está en un gran pitón rocoso que ya de por sí es espectacular.
¿Para qué habrán hecho unas vacas que lloran? ¿Qué significado tiene? La verdad es que las vacas me parecen muy bonitas. Sobre todo me gustan esos cuernos tan largos y tan delicadamente curvados ¡Qué gran artista el que hizo esto!

        Continuamos por el desierto. Arena, rocas. Unos burritos comen unos pocos hierbajos que hay por allí. 
Unos enormes torreones rocosos aparecen en medio de la arena. Me recuerdan un poco a los que aparecen en algunas películas del oeste. Son unos torreones muy altos, muy poderosos y muy bonitos.



        En un horizonte inmediato hay algunas formaciones rocosas no muy grandes. De vez en cuando aparece una acacia solitaria que me parece un milagro de vida, allí sola, rodeada de arena, sin nada ni nadie que la acompañe. Estas acacias solitarias son las que mejor representan la fuerza de la vida.
        Paramos a comer a la sombra de un risco. Mientras el cocinero hace la comida doy un paseo por los alrededores. 
Una llanura inmensa se extiende hacia el oeste. Es una llanura sin fin. El horizonte está lejos, lejísimos. El color dorado de la arena lo domina todo. Las rocas son de granito y si las rocas no son de color dorado ¿por qué la arena es de ese color? Misterios del desierto.
        Todo es grande, todo es enorme. Las rocas  parecen pequeñas pero sólo hay que fijarse en el coche para ver lo grandes que son.
        ¡Qué gran sensación de soledad se percibe en cuanto te separas un poquito de las otras personas! En cuanto no ves a nadie parece que estás solo en el mundo. Las rodadas de los coches es lo único que altera un poco esa sensación de soledad.


      Después de comer continuamos. Nos encontramos con un Tuareg que lleva unos camellos cargados con hierbas. El guía se para y se ponen a hablar, la soledad del desierto les debe impulsar a ser tan comunicativos. Cuando proseguimos busco con la mirada de donde podía venir el Tuareg. Todo me induce a pensar que no venía de ninguna parte ni iba a ninguna parte. Yo no veo nada. Pero el que no lo vea no quiere decir que no exista. Hay que tener ojos especiales para ver en el desierto.

        Esta noche dormiremos al pie de unos riscos, junto al arco de piedra. Mientras se hace la cena paseo. Rápidamente el sol se pone, los rayos caen muy inclinados, las sombras se alargan. Hasta el suelo coge un color violáceo. Las rocas tras las que se pone el sol parece que se encienden. Las luces cambian rapidísimamente y siempre son bellísimas. Aquí sólo miro. Si se piensa no se presta la debida atención al bello espectáculo del atardecer.


  Cuando el sol ya se ha puesto y las rocas vuelven a tomar su color gris marcho al campamento. Tardo 20 minutos en llegar. Cuando lo hago ya es casi de noche. Hoy dormiré por primera vez bajo las estrellas en el desierto.

jueves, 24 de noviembre de 2016

HOLANDA: Leiden – Delft – Molinos de Kinderduk - Breda
junio 2012

           LEIDEN es la primera ciudad de Holanda donde se cultivaron tulipanes y donde nació Rembrandt. La ciudad es una  preciosidad,  donde pasear es un autentico recreo para la vista. 



          Hay numerosos canales, viejas casas, iglesias enormes, antiguos edificios suntuosos que hoy albergan organismos oficiales, viejos molinos, puentes de diversas clases y esa luz gris tan característica de Holanda que todo lo envuelve.





           También hay numerosos museos que no visito porque son de temas muy concretos que no me interesan y de los que no entiendo, además de que en los museos todo está escrito en holandés y algo en inglés, y mis conocimientos del segundo idioma no me permiten enterarme bien de lo que allí se dice.




          En esta ciudad hay enormes iglesias que están cerradas excepto una que están preparando para un concierto. Puedo entrar y admirar su grandioso interior. Es una iglesia muy luminosa, similar en luminosidad a otras que he visto por la Europa del Norte. Los grandes ventanales se pueden explicar en un intento de aprovechar la escasa luz que hay, aunque no creo que sea ese el motivo. En España el fenómeno es el contrario: ventanas pequeñas que hacen que las iglesias sean muy, pero que muy oscuras, sobre todo las románicas, renacentistas y barrocas. ¿Por qué? Posiblemente porque haya otra mentalidad.




          DELFT es otra maravilla, otra pequeña joya también unida al nombre de otro pintor: Vermer. Delft es pequeña, con muchos canales con árboles a los lados que producen un color del agua y de lo que les rodea especial, y que parece que hasta se trasmite a la luz que hay allí.




 Viejas iglesias, viejos edificios y que más que viejos convendría llamar antiguos, porque no están abandonados, ni para caerse, son edificios que tienen muchos años y mucho encanto derivado de eso mismo.  Las iglesias están cerradas y no puedo saborearlas bien. 




Aquí se saborea sobre todo la calle y el pescado que venden en la calle en puestos a los que se acerca mucha gente. Como me gusta probar de todo me acerco a uno de ellos y pruebo anguilas ahumadas, arenques y otros varios pescados que no sé cómo se llaman. Estaba en una de estas probaduras cuando se acerca un matrimonio argentino y el hombre dice a su mujer que le gustaría comer pescado, pero que no se atreve porque no sabe si le gustará el sabor que tiene. Me atrevo a decirle que como no lo pruebe nunca resolverá su duda, y que lo que puede hacer es pedir primero una pequeña cantidad y si el sabor es de su agrado que luego pida más; su mujer me da la razón pero él sigue sin probarlo y lamentándose de no comerlo por no saber si le gustará ¡Tonto dilema! ¿No?



 Y sigo paseando y mirando los hermosos rincones de la ciudad hasta muy tarde. El camping está cerca y   tengo ya todo hecho. Quiero aprovechar bien el tiempo.
          ¡Este recorrido está siendo un magnífico recorrido por Holanda!



      Los MOLINOS DE KINDERDIJK es un lugar emblemático de Holanda, es como la esencia de la antigua Holanda, de la Holanda llena de molinos que hemos visto en películas y leído en libros y novelas. Es uno de los pocos lugares donde quedan muchos molinos juntos, seguidos.


 Molinos que casi todos servían para bombear agua y desecar terrenos y también había alguno que otro que servía para moler o para usos industriales.  Este lugar tiene un acceso difícil y complicado y eso que llevo GPS. Hay turistas pero pocos, nada de grandes avalanchas. Se paga a la entrada del paseo y a andar y a hacer fotos.


Según se va andando la visión va cambiando y la cámara empieza a ver rincones bucólicos con el canal, el molino, la casita, los campos verdes,… y faltan las vacas, sí, porque aquí no veo vacas. Será que es tarde y ya están estabuladas. En otros momentos se ve un grupo de molinos agrupados, apelotonados, pero solo es cuestión de perspectiva, porque en realidad están alineados.


Y al final del paseo el plato fuerte: esos 5 molinos a lo largo del canal, tan fotografiados, tan vistos, pero siempre bonitos y que para mí son un descubrimiento: nunca había visto fotos con anterioridad y cuando los vi fueron como una aparición; menos mal que me decidí llegar al final del paseo, pues hubo un momento en que pensé que ya no había más que ver y que lo mejor era volverme.


          Y como los días son tan largos aún tengo tiempo de ver BREDA, la de la rendición. Son las 7 de la tarde y las calles ya están medio vacías. Hay sitios para aparcar por doquier, así que dejo el coche en un lugar que veo libre, que es zona azul y que pienso que no lo es a estas horas.


 Doy el paseo por calles medio vacías y llego a la catedral y a la plaza que hay junto a ella. Allí, en las terrazas aún hay gente. Y veo lo de siempre: una hermosa iglesia, hermosas casas antiguas y casas modernas que pegan muy bien en un entorno antiguo. 


Vuelvo al coche y veo que me han puesto una multa de 50€ por aparcar en zona azul. Me acerco al expendedor de tickets y veo que la zona azul acaba ¡a las 9 de la noche! Inconcebible, no lo puedo entender. A esas horas ya no hay nadie en la  calle y sobra sitio para aparcar en cualquier lugar del centro. Pero bueno, ellos lo han organizado así y ellos sabrán porqué. Lógicamente no pago la multa, pues no tengo conciencia de haber hecho nada malo ni de haber estorbado o dificultado el aparcamiento. Me monto en el coche y me voy a mi camping.  Hoy es mi último día de estancia en Holanda.