viernes, 23 de febrero de 2018


ALPES – Francia – La Vanoise

         La mañana está esplendida.  Nada más salir de Briançón la vista de los cols de Lautaret y Galibier es magnífica.

En el col Lautaret me paro a recrearme con la vista de una de las montañas más bonitas de los Alpes: la Meige y su fantástica cara norte  con esos glaciares suspendidos que la hacen única. Y desde aquí continúo por el col del Galibier viendo unas vistas magníficas en todas direcciones.

         Hace bastante calor y la nieve acumulada a los bordes de la carretera se ha movido. Un quitanieves está limpiándola. Me sorprende ver esto en el mes de junio, pero los Alpes son así.

         Llego al parque nacional de la Vanoise. Voy desde el refugio de l’Orgere al lago de la Partie. El caminito sube y sube y las vistas son maravillosas en todas direcciones. De vez en cuando me cruzo con alguien, pero hay poca gente.

Desde el lago de la Partie la vista se extiende hasta la Barre des Ecrins. Las praderas se están llenando de flores, de unas flores preciosas. Es la primera vez que veo pensamientos silvestres.

 
 
 
         Al regreso el sol me da de espaldas y la vista del valle es maravillosa. Cumbres nevadas, verde grisáceo de las praderas lejanas, verde oscuro de los bosques, verde brillante de la hierba cercana y un cielo rabiosamente azul. ¡Qué bonito!
 

         Otro día magnífico, esplendido. Hoy toca de Mont Bocher al refugio y col de la Vanoise.

         El cielo está rabiosamente azul, la nieve parece que es más blanca y por todas partes corren riachuelos y todo está lleno de flores. ¡Qué bonita está la montaña por estas fechas! Por arriba, por la nieve, se anda mal pero por los valles el espectáculo es de primer orden.

         Los lagos están deshelándose y a medida que se va subiendo se empieza a pisar más y más nieve.  Doy alcance a un grupo de niños de 10 años que vienen a pasar el día con sus profesores. Algunos se quedan atrás, otros no continúan, pero la mayoría corren y corren y algunas maestras se las ven y se las desean para seguirles. Eso sí, de vez en cuando se paran a descansar y no hay quien les mueva.

         La vista desde el refugio es muy bonita, pero a mí me gusta más lo que veo cuando voy bajando: veo el valle, montañas, nubes y muchas, muchas flores a mí alrededor. Ya las ví cuando subía, pero no quise detenerme. Ahora que sé que tengo tiempo me paro a mirarlas y a fotografiarlas. Y así disfruto de una de las cosas más lindas que hay sobre la Tierra.
 
 

 

martes, 20 de febrero de 2018


ROMA (1)
 
 
         Por la tarde estoy en Roma. Visito el Coliseo, el Foro Romano y el Palatino. Ahora que ya han cerrado, sentado frente al arco de Constantino, me paro a descansar. Casi todo son ruinas y la verdad es que no me gustan, no me dicen nada. Serán muy interesantes para los arqueólogos intentar reconstruir las formas de vida de otras épocas a partir de estos restos, pero a mi no me interesan.

 
 
           De todo aquel lujo, de todo aquel esplendor, quedan unas columnas por aquí y por allá, unos muros de ladrillo y relieves en los arcos de triunfo.
 
 
 Los relieves están muy deteriorados, pero aún se ven hombres encadenados y el botín conseguido. ¡Qué cabrones somos los humanos! Aun teniendo de sobra para vivir, atacamos a otros pueblos, les quitamos sus riquezas, les hacemos nuestros vasallos y les obligamos a pagar tributos.
 
 
 Pero el tiempo lo arregla todo. Hasta las putadas se acaban. Porque ¿qué queda de todas aquellas conquistas, de tanto dolor, de tanta destrucción? Nada. Todo se acabó. Sólo queda el recuerdo porque se escribió.
 
         Los turistas han ido desapareciendo. Aún queda algún vendedor de pañuelos y collares que se los ofrece a los turistas que pasan. Una chica luce una espléndida pamela, otra una graciosa minifalda, otra un generoso escote. Unos chicos van con aspecto de cansados. Se sientan cerca de donde estoy.

         Las estatuas de la parte superior del arco de Constantino tienen un aspecto grave, serio, meditabundo. No sé que pensarán. Quizá desde donde están y desde hace XX siglos, estén viendo siempre las mismas cosas, aunque con diferentes decorados. Y entonces ¿qué mejor hacer que seguir mirando y hablar de cómo las personas que pasan ahora, en el fondo, son las mismas que las de los últimos XX siglos? ¡Ah, ya caigo! ¡Si a Roma la llaman la ciudad eterna! ¿Por qué será? Quizá las estatuas de la parte superior del arco de Constantino tengan la respuesta. 

 
         Hoy voy a los museos vaticanos. Hay arte griego y romano por doquier. Estatuas y más estatuas. Muchas están consideradas obras maestras y no sé por qué.  Y aquí me vuelvo a cuestionar la calidad del arte. ¿Por qué una estatua del siglo IV a.C que exprese cansancio es una obra maestra?

 
         Todo este arte, heredero del griego, se produce debido a la gran riqueza de Roma, riqueza basada en la conquista y sometimiento de otros pueblos. Aquel sufrimiento pasó, los desastres y las matanzas se olvidaron. Quedó el arte. ¿Mereció la pena?

 
Pasan grupos de adolescentes protestando que no quieren ver más, que quieren ir a la calle.

     - Sólo vemos la capilla Sixtina y nos vamos, dice la profe.

         - Yo paso de ver ese rollo, prefiero irme ya.

         Y digo yo, ¿para qué traerán a estos jovencitos aquí?

 
         Las estancias de Rafael son preciosas. Frescos de una gran belleza, gran luz y magnífica composición. En el fresco de la prisión de S. Pedro hay tres clases de luz; la de la luna, la de la antorcha y la del ángel. Todo un derroche de imaginación y de arte.

         La capilla Sixtina es asombrosa. Y asombra la mires por donde la mires. El techo es una maravilla de composición, de color, de alegría; es la alegría de la creación. Hay que ser muy bueno para hacer una cosa así. Y luego el Juicio Final. Trágico, patético. Quizá representa la justicia o la ira de Dios; no lo sé, pero está muy lejos del amor de Dios que pregona hoy la alta jerarquía eclesiástica: “El Juicio Final será la gran exaltación del amor de Dios. Será el triunfo del amor” ¿Cómo se puede cambiar tanto en unos años en algo tan fundamental?

         Y además están las composiciones de la parte media. Esos frescos alegres, luminosos de Boticelli, Perugino, Pinturicchio, etc. ¡Qué bonita es la capilla Sixtina! El esplendor y el ocaso del Renacimiento están en esta gran sala.  Y menos mal que estas grandes obras no están sustentadas en el sufrimiento y dolor humanos.

         Todo está lleno de gente. Una niña pequeña, sentada en su silla, se coge su falda, la hace un rebujito en una mano y se chupa el dedo gordo de la otra y se pone a dormir. Su barriguita queda al aire. La niña está preciosa. No me atrevía a hacerla una foto. Me recordó a Moncho con sus pañuelos.

       La iglesia de San Pedro es la grandiosidad y magnificencia de Dios. Es el esplendor de la grandeza de Dios. Todo es lujo, todo es magnificencia, y encima una buena luz. ¡Qué tumbas las de los papas! ¡Y eso que creían en la inmortalidad y en la otra vida! ¡Qué lujo! ¿Qué diría el jefe si lo viera?
      
 
   Oigo como un sacerdote hispano dice a otra persona: “El mayor tesoro de la iglesia es la humildad. La iglesia es humilde y el papa es humilde” Ya no le oigo hablar más, pero me quedo asombrado de la diferencia de percepciones que tenemos los humanos y como en el fondo cada uno ve lo que quiere ver. Si este hombre en el Vaticano asocia a la iglesia y al papa con la humildad ¿Qué sería para él manifestación de lujo y pomposidad?

 
El castillo de Sant Angelo es austero, tétrico. Las salas lujosas son pocas y muestran el lujo del renacimiento, que está alejado del lujo barroco. ¡Ah!, y para calabozos hay que ver estos. Son auténticos agujeros.

 
         El barrio de Sant Angelo es el barrio de la Roma lujosa del renacimiento. Era el barrio de los comerciantes, de los banqueros y de la gente rica hasta que a un papa se le ocurrió hacer allí las prisiones, nuevas prisiones para que los presos estuvieran mejor. La idea no era mala pero los ricos no quieren vivir cerca de los presos y se marcharon del barrio, pero allí quedaron sus edificios. Hoy está lleno de gente, de tiendas y de anticuarios. Es un barrio que todavía está vivo.


         Las iglesias son magníficas. Son unas grandes iglesias barrocas y con una magnífica luz. Las fotos son de la Chiesa Nuova. ¡Qué gran efecto produce el buen barroco! ¡He venido a Roma a ver el gran barroco romano y no creo que salga defraudado!

 
         Hoy ya me recojo. La silueta de San Pedro, el puente de Sant Angelo y el Tiber tienen un aspecto bucólico, nostálgico. Me paro un rato para mirar tan preciosa vista. ¡Ah!, y de paso descanso.

         Junto a mi, en el camping, hay dos bellísimas princesas rubias que corren, juegan, se ríen y se pelean, pero tengo la mala suerte de que no son las mías, son holandesas. La más pequeña, la que es como Alicia, se sonríe con cara de pilla cuando veo a su hermana en bragas pues su madre la está cambiando de pantalones.  ¡Qué lenguaje más universal el de los niños!

 
          Nada más salir del metro me encuentro restos de las murallas de Roma. Son murallas pequeñas, como de adorno, porque ¿para qué necesitaba Roma murallas? ¿Quién la iba a atacar?

 
          San Juan de Letrán es enorme, lujosa, con el lujo de gran barroco romano. Hay mucha gente y mucha rezando.

         Cerca de allí está la escalera santa: la escalera por donde subió Jesús cuando fue conducido ante Pilatos, escalera que trajo a Roma la madre de Constantino. Esta escalera la suben los fieles de rodillas. ¡Es el poder de las creencias en estado puro!

 
La iglesia de la Santa Croce de Jerusalén, otra gran iglesia.
 
 
 
Y desde allí continúo andando y paso por Porta Maggiore, Aqua claudia y Templo de Minerva Médica, restos romanos bastante deteriorados pero que aún están llenos de grandeza.

 
         La Plaza Vittorio Enmanuelle es una plaza moderna para la edad de Roma. Esta plaza me recuerda por sus soportales y por la forma de los mismos a las calles y plazas que vi en Turín.

 
         La iglesia de San Prassede, del 822, tiene unos mosaicos preciosos de esa época. Pero ¿por qué los ponían en lugares tan oscuros? ¿Quién los iba a ver y a mirar? ¿Qué devoción podían inspirar? No he encontrado respuesta a estas cuestiones ni a otras parecidas referidas a este lugar o a otros lugares que se encuentran en circunstancias similares.

 
         Y aquí en Roma todo va de reliquias. En esta iglesia se conserva la columna en la que ataron a Cristo. No me extraña que Roma fuera la ciudad santa por excelencia.

martes, 6 de febrero de 2018

POR LA COSTA BRAVA (6)
         Hoy voy a recorrer el Montseny por su vertiente sur y luego por la norte en un viaje de ida y vuelta a Vich. Comienzo el Montseny  en Sta. Mª del P y voy por una entretenida carretera hacia el Brull.
 
La montaña se levanta con fuerza. Todo está lleno de bosques. Es una montaña tal como me la imaginaba. Venir a esta montaña y ponerte a andar por sus senderos es como ir a cualquier bosque, árboles y más árboles.
 
 
 De vez en cuando hay un pequeño claro que nos permite ver algo en una determinada dirección; pero hay que llegar muy arriba, a la línea en que desparece la vegetación para poder tener unas vistas amplias, como las que estoy acostumbrado a ver en las montañas que he solido visitar.
 
 
 En algunas zonas más llanas se ven cultivos. Hay caseríos ¿masías? por algunas partes.
 
Llego a un pequeño pueblito. Es Santa María del P; hay una iglesia románica con aspecto de muy primitiva, pero está cerrada para no perder la costumbre. Me da mucha rabia no poder ver las iglesias, pero bueno, las cosas son así.
         Se acaba la carretera de montaña, cojo una autovía y enseguida llego a Vich. Como hoy es festivo no tengo ningún problema para aparcar en el centro de la ciudad. Aunque los catalanes suelen ser madrugadores aquí no se madruga para andar por la ciudad y casi todo está vacío.
 
 
Las casas de la Plaza Mayor están muy arregladas y presentan unos colores pastel vivos, pero no estridentes. Imagino que estos no serían los colores tradicionales pero es bueno cambiar. En cuanto empiezo a andar hacia la parte antigua todo cambia. No hay nadie por las calles, solo algún turista despistado. Hay hermosos edificios del siglo XVIII y XIX muy bien conservados.
 
 
La torre de la catedral me gusta mucho pero el interior ya no tanto pues es una mezcla de estilos a la que le falta unidad aunque cada parte, de manera aislada está bastante bien.
 
 
 Lo que me maravilla es el museo episcopal. La colección de altares románicos pintados, así como diversas tablas es magnífica, solo mejorada por el museo de Barcelona. Viendo esto me doy cuenta de que las colecciones de pintura románica española, y concretamente las catalanas, son con diferencia las mejores del mundo.
 
 
 
 La colección de escultura y pintura gótica tampoco está nada mal, pero de esta época ya hay muchas y buenas muestras por España y Europa. En el museo coincidimos dos o tres personas y puedo ver el museo con toda tranquilidad y sin agobios. La lástima es no poder hacer fotos con tranquilidad pues lo tienen prohibido aunque sea sin flash.
 
 
A la salida veo estupendos edificios del siglo XIX y comienzos del XX. El modernismo catalán produjo obras muy bellas y muy variadas en muchos lugares de Cataluña y no solo en Barcelona. En esto se nota la pujanza económica de esta región desde finales del XIX.
 
  Regreso por la vertiente norte del Montseny. Está menos habitada, casi no hay viviendas o masías en el campo. La montaña parece más abrupta aunque no lo veo bien porque está muy cubierta de bosques. La carretera pasa por un puerto muy alto desde el que se ve perfectamente la cima del Montseny y las crestas colindantes, más escarpadas y rocosas. En ese puerto paro a comer y me emborracho de enormes visiones.
          Y desde aquí, sin ninguna otra pausa parto para BLANES. Quiero visitar el jardín botánico. Lo recomiendan todas las guías. 
 
 
 El jardín es muy bonito sobre todo por la ubicación. No entiendo de botánica y no puedo opinar sobre el interés o rareza de las plantas que hay, pero me gusta mirarlas. Los cactus siempre me han gustado mucho y verlos tan grandes, tan erguidos y tan altivas me produce una satisfactoria sensación.
 
 
 Los macizos de clivias florecidas también me gustan mucho y más que por el color por los contrastes que se forman con la luz del sol de poniente que se cuela entre los árboles.
 
 
          La ubicación es magnífica en lo alto de los acantilados con unas vistas impresionantes sobre los mismos, sobre peñascos que surgen como torreones y que están llenos de nidos de gaviotas y otras aves marinas.
 
 
 El mar además está de un bellísimo color azul. De un azul brillante y luminoso. Me siento en un banco y paso tiempo mirando hacia el mar y de vez en cuando hacia las plantas del jardín.
 
 
Aquí uno se siente rodeado por la hermosura, lo cual no está nada mal.