viernes, 9 de marzo de 2018

ALPES – Italia – Dolomitas - Alpe Fanes
         Por las fotos que he visto y por mi experiencia en los Dolomitas, no me seducía mucho ir a Alpe Fanes, pero ayer Paola me lo describió como un lugar maravilloso, como un lugar que no podía perderme.
         Salgo temprano del camping, son las 7 de la mañana. La carretera discurre por lugares con unas vistas espectaculares. De vez en cuando aparecen enormes montañas que parecen que van a caer sobre mí, adornadas de esbeltos torreones y pináculos.
         Entro en el Tirol italiano, donde los carteles están en italiano y alemán. Aparecen verdes prados, pequeños pueblecitos con casas de madera, con ventanas llenas de flores y con  iglesias cuyas torres terminan en un bulbo. Las montañas son como más suaves, más amables, aunque de vez en cuando aparece una gran pared o un esbelto torreón.
         Y saboreando este paisaje, tomando numerosas desviaciones llego a mi destino. Pago los 4€ preceptivos por aparcar el coche y a las 10 me pongo a andar. Total han sido 3 horas de coche para hacer unos 120 Km. pero el tráfico es muy denso y las carreteras no están hechas para correr, además mereció la pena ir despacio para ver los majestuosos paisajes que han aparecido por doquier.
         Para empezar lo que parece obligatorio: una buena cuesta. Y luego el altiplano con el verde de las praderas, el verde de los pinos, y la gama de pasteles de las rocas: amarillo, naranja y rojo teja.
         Las rocas no forman paredes ni pináculos, forman como unas enormes lajas que parece que van a empezar a deslizarse unas sobre otras. Hay un par de chalets de madera antiguos que todavía se utilizan para el ganado,  hay dos refugios nuevos que se asemejan a restaurantes y hoteles y que están llenos de gente, dos coches todoterreno hacen de taxis y constantemente pasan en una dirección u otra llevando viajeros y todo este decorado está lleno de gente, pero de la gente más variada y variopinta que uno se puede imaginar, familias con niños de diversas edades, familias con bebés que llevan en su cochecito, señoras con zapatos de tacón fino, gente vestida con una elegancia que parece que está fuera de lugar,  niños y padres que dan pan a las cabras y  que sujetan a los perros para que no salgan detrás de ellas, hay también un pavo que es el centro de atención de numerosos niños.
 Y todo este gentío tan variopinto es posible que esté en este lugar porque las cuestas son pocas y  poco pendientes, hay amplios altiplanos bastante llanos, hay numerosos ríos y laguitos y una magnífica propaganda de este lugar, en la que no faltan las leyendas ladinas.
 Estas leyendas narran que un magnífico reino se extendía de Val Badia a Val Pusteria, habitado por el pacífico pueblo de Fanes. Un reino de hadas, enanos y gnomos, un reino próspero en que reinaba la reina Cunturines con sus guerreros a caballo. Los Fanes habían hecho un trato con el pueblo de las marmotas y vivían como estas, refugiándose bajo tierra en caso de peligro y para pasar el invierno. La leyenda también habla de un portón que se abre en medio de la noche por el que sale la reina Cunturines  con su hija Luyanta para pasear en barca.  Todo este reino es un lugar idílico en el que los hombres y los animales viven en armonía y en paz.  Pero los cuentos también se acaban y  al final llega la hora de marcharme.
 
En otra ocasión volví a Alpe Fanes pero por el extremo opuesto al anterior, por la parte alta del Valle de San Casiano, desde Armentarola. Había llovido por la noche y por la mañana el calor de la tierra producía maravillosas nubes intermedias que jugaban en los valles.
 
 
         Por este lado, para empezar, también hay una buena cuesta, pero pronto se llega al altiplano. Los pastos están llenos de vacas de diversas razas.

  Su presencia da una nota de color y de vida en el paisaje, paisaje que me parece más bonito que por el otro lado: montañas más altas y más agrestes, valles que se pierden entre las nubes y que tienen un aspecto misterioso, ríos limpios cuyo rumor rompe el silencio de la montaña, nubes que juegan entre los riscos, y siempre la ilusión. Pero esa la pone el que va andando.



         Ya de regreso, las nubes y los últimos rayos de sol me ofrecieron esta preciosa vista. ¡Hermoso juego de luces y sombras! ¡Riscos que parece que se encienden!
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario