martes, 15 de mayo de 2018


ROMA (5)

Por la mañana hay una luz especial en el camping. Es como una neblina, como un halo, como una luz romántica que envuelve las plantas  y que está por los pasillos. 

 
En el tren va mucha gente, y todavía es muy temprano (8,30 de la mañana). La porta del Popolo tiene aspecto de solemne, con un aire como de rotundidad. Es ligera y maciza a la vez, y a la vez cierra y abre. ¡Una difícil conjunción!


 
¡Qué grande! ¡Qué armoniosa es la Plaza del Popolo! ¿Por qué no quitan la cruz del obelisco egipcio? Me parece una falta de respeto total.
 

 
        La iglesia de Santa María del Popolo es diferente. Es del Renacimiento y se nota. Los cuadros de Caravagio son preciosos.
 
 

    
     Y desde aquí voy por la zona del Ara Pacis y veo iglesias y más iglesias con una rica decoración pero la mayoría sin luz, sin alegría. Son iglesias tristemente solemnes, cuando debían ser esplendorosamente solemnes. El estilo y el aspecto de las iglesias va por barrios, son como modas espaciales.

 
         La iglesia de San Carlo al Corso es clara, alegre, luminosa. Es lujosamente alegre y alegremente solemne.

         La via del Corso es como la calle de los paletos o de los tontos. Está llena de tiendas, sobre todo de ropa, y que son las mismas que hay en todas las grandes ciudades. Hoy domingo está todo abierto. Los turistas sobre todo miran los escaparates y entran como bobos a comprar ¿Para esto vienen a Roma?

 
   
        Los jardines de villa Borghese  están llenos de estatuas, palacetes, fuentes  y ruinas. Hay mucho arbolado y también hay mucha gente: turistas que descansamos, otros que pasan y sobre todo familias con niños pequeños.
 
 
       Por delante de mi pasan muchos que se dirigen al teatro de marionetas que hay un poco más allá. Una mujer toca maravillosamente el piano en un teclado. La música suena y suena, te envuelve y sólo la oyes a ella. La música no te deja oír el canto de las cigarras, el hablar de las personas o el piar de los pájaros, y cuando quieres oír algo de esto la música te vuelve a atrapar sin darte cuenta.  La mujer deja de tocar el piano y toca el órgano. Esta música es diferente, esta música no atrapa, se diluye. 
    

 
     En el Viale de las Magnolias todas están en flor. Un olor penetrante, dulzón, lo envuelve todo. Es un olor sensual, que parece que acaricia. Aquí se escucha otra música. Se escucha una música de trompeta con un acompañamiento de orquesta como fondo. Es una música de tango. Y todo el conjunto se transforma en algo deliciosamente sensual: el olor de las magnolias, la caricia del viento, el sonido del tango y las miradas de los niños pequeños que pasan a los que sonrío y que me devuelven la sonrisa. ¡Qué sensaciones más agradables! ¡Qué gran disfrute con los sentidos!

   
      No veo el museo de Villa Borghese porque hay que sacar la entrada con antelación. Te dan día y hora y en la Pinacoteca sólo puedes estar 30 minutos. Con estas condiciones no creo que vuelva.

         La villa Medicis es más famosa por el cuadro de Velásquez que por lo que se ve. Hoy es la embajada de Francia y para ver los jardines hay que pedir hora. La fachada exterior no es lo mejor que tiene.

  
       La plaza de España está llena de gente. En la escalinata hay obra y no hay una buena vista. Creo que las mejores sensaciones se sienten bajando la escalera. Tiene un bajar tranquilo, relajado. Ves el final pero no lo ves de un modo precipitado, vertiginoso; lo ves como poco a poco, como con pausas, con tranquilidad. Las curvas que va haciendo la escalera, la variación de la anchura de los escalones hace ir despacio y se tiene la sensación de que a cada momento vas por un sitio diferente, sin que haya sensación de monotonía.

 
         Esta foto tan bonita es de la Casa de España.

         Continúo paseando por calles con palacios enormes, magníficos. Suntuosos unos, como más humildes otros. A veces aprovechando torres medievales; otras de nueva planta.

 
        Y un palacio lo debe ser por dentro y por fuera. Hay uno del siglo XVI bastante destartalado. Por una ventana se ven esos cortinajes que uno sólo se imagina en los palacios, y que aquí resulta que es verdad.

 
         Me siento en la Via del Orso. Me descalzo. Me pongo a escribir. Los turistas me miran al pasar. ¿Por qué será?

 
         La iglesia de San Agostino es del renacimiento, y aunque está muy decorada se nota ese aire más alegre, más humano, no tan solemne.

 
         La plaza Nabona llena de gente. ¡Tan bonita, tan elegante, tan alegre!

         La iglesia de Sta María del Anima tiene una luz especial. Para mi gusto está demasiado adornada. A veces los adornos estropean el conjunto; en este caso abruman.

         San Ivo tiene una curiosa cúpula en espiral.


 
          La iglesia de S. Luis de los Franceses es muy francesa por la decoración y por el estilo peculiar que tiene. Los tres cuadros de Caravaggio que tiene son estupendos.
         La Madalena es pequeña pero es una preciosidad del rococó. La fachada, la nave, el órgano; todo es dinamismo y esplendor.


   
      El Panteón y su plaza están llenos de gente.  Los negros vendiendo bolsos, los carros de caballos, la gente andando de un lugar para otro   los colores de su ropa, los colores de las casas, los hombres vestidos de romanos que se hacen fotos con los turistas, los colores de las sombrillas, …Todo crea un mundo abigarrado y multicolor.

       
         La iglesia de San Ignacio es otro lujo barroco, otro derroche en los frescos del techo, del ábside, de la cúpula, otro lujo que expresa magistral mente la magnificencia de Dios.

 
La Plaza de San Ignacio es como un teatro. Es chulísima. Es el barroco llevado al urbanismo. La plaza es el escenario del teatro, las casas el decorado y las calles los lugares por donde aparecen los actores. Nunca había visto nada igual.

Me marcho despacito, observando, sintiendo la ciudad. Mañana será otro día.

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