jueves, 5 de enero de 2017

INDIA: GAWALIOR
octubre 2011

Desayuné temprano, y como aún quedaban unas horas para que nos marchásemos me fui a ver despertarse la ciudad. Al amanecer es muy agradable andar, la temperatura es ideal para hacerlo.
¡Qué pronto entran en actividad las calles de esta ciudad de un millón de habitantes! Los puestos de flores para ofrecérselos a los dioses y dar la bienvenida a los forasteros es de lo primero que ponen. ¡Es tan bonito ofrecer flores de bienvenida!


Y los puestecitos donde venden comida o bebida para desayunar también están puestos y enseguida se llenarán de clientes ¿Y por qué no lo tomarán en su casa? ¿No les sería más barato?


 Los amigos y conocidos enseguida se acoplan en “su asiento” y se cuentan las últimas novedades. Es una buena manera de empezar el día.


Y por la mañana hay que coger agua en la fuente que está en la calle y hay que ir a los servicios que también están en la calle y que los utiliza todo el barrio y que no sé quien limpiará pues los hindúes casi no limpian los servicios de su casa porque eso es algo impuro. Imagino que les tocará hacerlo a los intocables.



Ahora por la mañana hay una luz preciosa, totalmente diferente a la europea. Todo se suaviza y todo se  llena de una atmosfera cálida y dulce a la vez.  Hay momentos en que todo se vuelve rosa, es como si los vestidos de las mujeres contagiaran a todo de su color.


Las mujeres friegan los cacharros en la calle, algunos hombres se lavan en un barreño o con una manguera que han conseguido acoplar a un grifo. Otros hombres esperan a que les toque su turno.




En un minúsculo templo con columnas naranjas una mujer hace sus ofrendas y oraciones. ¡Esto es la India profunda y real!


La pequeña canalización al aire libre de aguas residuales se ha atascado en una pequeña pasarela y el agua rebosa y se extiende, pero nadie parece preocuparse, ¡esto no es de nadie!


Las calles más amplias se van llenando de ritsos, estas moto taxis que tan buen servicio hacen y que cuestan tan barato.


Algún anciano se “sienta” a su manera en la silla y ve como pasa la gente. ¿Quién se podría sentar así en Europa?


         La luz hace maravillas en ese grupo de personas y en ese suelo embarrado. ¡Qué bonita es la luz subtropical!


         Me voy hacia el hotel que está rodeado de jardines y zonas con mucha vegetación. Una mujer está segando a la manera tradicional hindú,


 y cuando creía que mi recorrido había terminado me encuentro de repente con un espectáculo maravilloso en esta zona de verdor y de flores. A esta hora temprana todo está lleno de pajaritos pequeños y de mariposas. Y claro, me entretengo en mirarlos. 

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