sábado, 9 de diciembre de 2017

. CASTILLOS DEL LOIRA (7):
De Amboise a Chinon
          La Granja de Meslay es un ejemplo de granja fortificada del siglo XIII. Lo que tiene de particular esta granja es lo bien conservadas que tiene las fortificaciones; por lo demás es una más de las muchas que hay por todo Francia para evitar los saqueos de los nobles cercanos. Por lo que se ve esto de robar al vecino era una cosa muy frecuente. La granja no la puedo ver porque está cerrada.
 
Le Chateau de Luynes tampoco lo puedo ver. Me conformo con verlo de lejos, hacerle unas fotos que me salen mal y pongo esta de Internet, y en dar un pequeño paseo por el pueblito y, ¡con la música a otra parte!
Langais sí que lo puedo ver una vez más. Es el castillo que más se parece al castillo fortaleza de fines defensivos; es el menos palacio de todos los que he visto. Pero su aspecto de fortaleza no quita que tenga sus lujosos aposentos para los nobles de la época; pero su lujo es un lujo comedido, no es el lujo de muebles lujosos, paredes doradas muy cercanas al concepto de lujo palaciego que tenemos hoy.

 En general todo el interior es muy espartano, es un lujo antiguo: alfombras en algunos suelos, pocos muebles y maravillosos tapices en las paredes.

 
 No soy experto en tapices pero me parecen tapices franceses, con unos colores azules muy vistosos. Las vigas del techo son de madera muy de madera y las paredes que no tienen tapices ofrecen un aspecto como descuidado.
Y en este castillo queda alguna que otra princesa. Deben ser princesas olvidadas que corretean por las habitaciones y se sientan en los bancos de piedra que hay junto a las ventanas. Y estas princesas se saltan el protocolo y no se sientan como Dios manda, sino que lo hacen de cualquier manera, con las piernas cruzadas encima del asiento. Y como no suelen ver a mucha gente sonríen cuando se les hace una foto y enseñan la muñeca que llevan, muñeca que suele ser su amiga inseparable, con la que conversan cuando ven o tienen algo interesante que contarse. ¡Qué mundo más bonito el de estas princesas!
 Saché es el castillo de Honoré de Balzac. No era de su propiedad, pero aquí pasó largas temporadas y escribió muchos de sus libros. Todo está reconstruido como cuando él vivía aquí, están los muebles, el escritorio, su dormitorio, etc. y numerosos escritos y recuerdos personales. 

 Que recuerde no he leído nada de Balzac y por lo tanto este lugar no me dice nada en cuanto a este personaje, pero me parece un castillo muy bonito. El exterior es un edificio que no tiene casi nada que ver con un castillo, pero hay un algo de castillo de fortaleza; quizá sean esa especie de torres y esos tejados tan empinados los que le dan un cierto aire guerrero. El castillo está en un entorno muy tranquilo, yo diría que bucólico.  
 
Miro por esa ventana, adornada con las hojas otoñales de la enredadera y veo un paisaje amable, un tanto melancólico, quizá nostálgico o quizá familiar, donde pueden transcurrir cosas normales, cotidianas, que quizá ocurrieron pero que a lo mejor no, de ahí su carácter de nostálgico y melancólico.  
 
Y después de estas ensoñaciones me marcho hacia St. Epain, un pequeño pueblito que tiene restos de edificaciones importantes pero que enseguida se ve.
 Este pueblo es un cruce de caminos y desde aquí tomo el que va hacia Crissay-Manse. Este es un pueblito casi deshabitado. No me encuentro con nadie en la calle, y eso que recorro todo el pueblo, de un extremo a otro. 
 
Hay hermosas casas antiguas, con torreones cilíndricos y tejados cónicos  de esos que imaginamos en castillos y palacios de donde salen hadas y brujas. Y casi todas las casas tienen empinados tejatejados, yo diría que empinadísimos, por los que debe escurrir rápidamente el agua y la nieve, y así no se forman goteras.
 
Y aún queda algún que otro pozo con su manivela para subir el cubo ¿por qué aquí habrá sobre todo manivelas y en España e Italia hay sobre todo poleas? Un buen tema de investigación para aquellos que se dedican a investigar cosas inútiles.
        Ille Bouchard está en sus orígenes en una isla alargada en el rio Vienne. Es tarde para Francia, la gente ya se va recogiendo. Recorro las calles en busca de las iglesias que se mencionan en la guía que manejo.

            Las iglesitas románicas están cerradas y me tengo que contentar en ver las portadas. Son portadas sencillas, como humildes, pero bonitas. Tienen la belleza de lo humildemente bien hecho.
           Las iglesias góticas sí que están abiertas. Son unas magníficas iglesias pero que no me aportan nada nuevo a lo que ya he visto.
Cerca está Tavant, otra pequeña localidad ya casi totalmente desierta dada la hora que es. Su pequeña iglesia románica está cerrada. También es una iglesita sencilla, sin grandes alardes arquitectónicos ni escultóricos, pero que resulta muy agradable.
        Voy a dormir a Chinon, en el camping que está frente a las ruinas del castillo. Y digo ruinas porque es lo que más abunda. Construido se conserva poco, y yo creo que es sobre todo reconstruido. Los franceses, tan amantes de su historia y de sus reyes, enseñan orgullosos un tapiz en el que se ve a Juana de Arco en el momento en que reconoce como tal al Delfín Charles. Me acuesto y me levanto con la vista del castillo y recorro un poco de la ciudad que ya había visitado más detenidamente en mi anterior visita a los castillos del Loira.


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