domingo, 12 de febrero de 2017

INDIA
 Fuerte de Gawalior
 
Llegamos a GAWALIOR al mediodía, nos alojamos en un hotel que fue el palacio de los invitados del maharajá de aquí, y ha tenido este uso hasta hace relativamente pocos años. Ni que decir tiene que es un hotel bastante lujoso y a muchas personas del grupo les hace mucha ilusión alojarse en un establecimiento así.  Y a la gente le gusta tanto que después de comer no tienen prisa y se quedan a tomar café en los jardines. Yo tomo un ritso y me voy al Fuerte de Gwalior.
         Hay una primera muralla defensiva que marca el lugar en el que ya no se permite el acceso a casi ningún vehículo, asi que al llegar allí me bajo y continúo andando.
 
 
 Pocas veces me he alegrado tanto de tener que ir andando, pues la carretera va por un barranco con unos cortados rocosos que están llenos de estatuas esculpidas en la roca.
 
 
Yo no sé qué imágenes son, pero la verdad es que me gustan mucho, me resultan muy impresionantes. Nunca había visto nada parecido. No sé exactamente a quien representan las estatuas. A mi me parecía que eran budas, luego alguien me dice que son profetas, pero yo no sé de qué religión.
 
 
 Al final decido no preocuparme por este tema y me dedico a observar, y ya es bastante. Algunas estatuas son enormes, otras más pequeñas. A algunas les falta la cabeza, se la rompieron cuando las invasiones musulmanas, por eso de que no se puede representar la figura humana. Es algo similar a lo que han hecho recientemente los talibanes en Afganistán con esos Budas enormes que eran patrimonio de la humanidad.
 
 
 El sol ya va bastante bajo y da un bonito color a esa serie de budas sentados. Todas ellas son figuras que me dan sensación de inmortalidad, de eternidad.
 
 
Son imágenes muy hieráticas, muy tranquilas, a la vez que solemnes y grandiosas. Las voy mirando a todas muy lentamente; en ocasiones vuelvo hacia atrás para remirar alguna.

 
        Una segunda muralla da acceso al fuerte propiamente dicho, que tiene una extensión muy grande y casi todo él está con muy pocas  edificaciones y hay varios templos antiguos cuya datación  va desde el
 

 
s.VIII al s.XI, en general pequeños, con un aire exótico, diferente a lo que me voy acostumbrado a ver, pues se parecen algo a los templos mayas, lo cual es una casualidad pues no ha habido ninguna influencia.
 

Las mujeres con sus ropas ponen una nota de color preciosa, vamos, ¡qué arreglan cualquier foto! Y mientras voy de un templo a otro me cruzo con grupos de mujeres que llevan sacos de heno o haces de leña en la cabeza, y que todas llevan unos vestidos maravillosos. Es una de las cosas que más me gustan de la India.

 
El fuerte propiamente dicho es muy bonito. Le llaman el palacio pintado por los azulejos de colores que representan ánades, elefantes, tigres y cocodrilos.
 

          Me siento en un mirador y dos jóvenes hindúes de unos 20 años se ponen a charlas conmigo sobre cómo es Europa y qué me parece la India.
 
 
          Al anochecer, cuando ya me iba a ir por otro camino, llegaron mis compañeros. Les dio tiempo a echar un vistazo desde el mirador y poco más. Llegaron, como se suele decir, al humo de las velas o al Ite misa est.

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