jueves, 7 de mayo de 2020


LIBIA (4) – Las aldeas y pueblos del desierto.

El desierto no es un hábitat donde abunden o hayan abundado ciudades grandes. Aka, el guía tuareg, me comenta que las antiguas ciudades tuareg son  Ghat, Djanet, Tamanraset y Tombuctú. Todas las poblaciones permanentes están en los oasis. Cuanto más grande sea el oasis más grande es la ciudad. Aquí en Libia casi no quedan las edificaciones de las antiguas ciudades. Esos edificios se han caído o se han tirado y en su lugar se han levantado nuevas viviendas.



En Ghat se ha conservado la parte antigua de la ciudad. Son casas de barro con paredes lisas, sin ventanas, con pequeñas puertas de madera de las palmeras. Muchos techos se han caído, pero los que se ven están hechos de ramas de palmera con barro por encima.  Cuando ando por sus callejuelas observo que no hay casi ventanas; es muy raro ver un pequeño ventanuco.



 Aka nació aquí y nos enseña su antigua casa. Desde la calle se accede a un patio en el que hay varias puertas. Cada puerta es una vivienda independiente. Abrimos una de esas puertas y entramos en una habitación. Ya no hay nada más. Esa es toda la vivienda. Allí ha vivido una familia durante muchos años, allí han vivido generaciones de familias. En las viviendas más ricas hay dos habitaciones; en las que casi se consideran casi palacios hay dos o tres habitaciones y una pequeña despensa. Desde alguna de las viviendas hay una escalerita que sube a la terraza, al tejado. No es una terraza para estar, pues lo que la sustenta es muy endeble.


En viviendas más ricas el patio es amplio y en él se podían reunir los vecinos o familias que ocupaban las viviendas a las que se puede acceder. Allí también podían jugar los niños pequeños. Aunque los niños podían jugar por todos los sitios. Todo está lleno de recovecos, de pasadizos y de esquinas que convierten a las calles en el lugar ideal para jugar lal escondite, al pilla pilla o a cualquier otra cosa que se les ocurra a los niños.


Casi todas las casas están vacías. Las puertas están abiertas. Se puede andar libremente por ellas. No son casas de nadie, son del que la utilice. El gobierno actual ha proporcionado modernas viviendas a los antiguos habitantes de estas casas. Pero todas las puertas no están abiertas ni todas las casas están vacías. Hay algunas ocupadas. Las ocupan los pobres de los pobres. Las ocupan gente que vienen de Níger, de Mali y del Chad. Las ocupan gente que viene de los países más pobres de la  Tierra.



Algunas casas tiene la puerta en forma de arco, pero pocas, eso era signo de riqueza. La mezquita tiene pequeños adornos,  pero también pocos.


Una muralla baja rodea la ciudad. Hay unas pocas de puertas que se cerraban al atardecer. Las murallas persisten en casi su totalidad, pero las puertas no. Y digo yo ¿de quién había que protegerse con unas murallas?


Pasamos por Jarmah, una ciudad nueva junto a un amplio oasis.. Cerca de aquí estuvo Garama, la antigua capital de los garamantes, un pueblo del que habla Herodoto. Hoy solo quedan ruinas. Pequeñas paredes y palmeras secándose es lo que queda de la antigua Garama. No sé por qué se visitan esas ruinas.


 Hay un vigilante enorme, grande, gordo, sentado en una silla con un ayudante que está medio tumbado a sus pies. De vez en cuando pasan algunos turistas, pero no muchos. Seguro que el hombre no se cansa de vigilar ni de cobrar entradas.



  Las palmeras se están secando, pero en el oasis ahora se cultiva alfalfa y otras plantas para alimento de los dromedarios que van con los turistas; sí, porque de aquí parten numerosos treking por el desierto, los dromedarios llevan los equipajes y todo lo necesario, y los turistas van solamente con una pequeña mochila.


 En estas  ruinas quedan tres viviendas en pie. No sé si estarán reconstruidas o es que no las dejaron caer. Estuvieron habitadas hasta los años 30. La estructura es la misma que la de las casas de Ghat. Entrada común, patio y corredores que dan acceso a las viviendas de una sola habitación.  La ventilación sería la cortina de la puerta o el enramado del techo. El agua se tendría en un bidón comunitario o cada uno tendría el suyo.


 
Un joven montado en un dromedario se detiene a hablar con sus amigos y de paso a hacer una exhibición de sus habilidades frente a las pocas mujeres turistas que hay. Yo creo que todos le hacemos alguna foto.


En el lago de Gabraoun se ve una pequeña aldea hoy deshabitada, en la que vivían los  duwaba o comedores de gusanos, pues una de sus fuentes de alimentación eran  pequeños crustáceos que pescaban las mujeres en las orillas del lago.



La aldea está hoy vacía. El estado construyó nuevas viviendas en Jarmah y allí se desplazó la población. No hace mucho que se marcharon, las viviendas aún no están muy estropeadas, y los vendedores de recuerdos para los turistas viven en algunas de ellas durante las épocas de mucho turismo. 



La antigua mezquita aún está en  uso. La puerta estaba abierta y el suelo está con alfombras en buen uso.
Estas viviendas son diferentes de las que he visto antes. Aquí hay ventanas y pequeños porches a la entrada. El interior de todas las que ví era el mismo: una sola habitación con el suelo de arena. Aún quedan corrales hechos de cañas. Al pasear entre estas casas no siento ninguna sensación de abandono, de olvido. No tengo esa sensación que he tenido en pueblos abandonados de España. En los pueblitos españoles queda como algo del alma de las personas que allí habitaron, que allí vivieron. Aquí es como si el viento se hubiese llevado todo, como si nunca hubiese estado nadie. Quizá la concepción de la vivienda de estos hombres es distinta que la nuestra, quizá sólo era el sitio de dormir y poco más. Quizá esta fuera una casa como prestada, quizá su autentica casa fuese el desierto. Quizá fuese allí donde soñaban, donde planeaban su futuro, donde lloraban sus penas y donde reían sus alegrías. Quizá por eso su alma no impregnó estas viviendas, quizá por eso su alma impregnó todo el desierto. 



Y mientras pienso en estas cosas veo salir a un hombre de una casa de las que aún tienen techo. Es una casa que está como en las afueras.


 Demasiados plásticos adornan ¿? los alrededores. Unas palmeras parece que quieren nacer junto a las paredes de la vivienda. Al fondo las dunas tienen un bello color dorado. El cielo está de un intenso color azul. Yo estaría más a gusto a la sombra de una palmera que bajo la techumbre de la casa. Creo que el hombre también. Aka piensa lo mismo que yo.



Los pueblos y aldeas que veo son nuevos. Están construidos hace pocos años. Todos están donde estaban los de siempre, en los oasis, en los lugares donde había agua. Hoy también hay pueblos en lugares estratégicos para las comunicaciones y para la industria petrolífera.


A mi me parecen pueblos sin personalidad, sin carácter, sin alma. Me parece muy bien que hayan hecho viviendas nuevas, con comodidades actuales: electricidad y agua corriente, y con un espacio en el que las personas no tengan que estar amontonadas. Pero me hubiese gustado que las viviendas, exteriormente tuviesen el aspecto que han tenido secularmente en esta zona. Lo único que conservan es el aspecto cúbico del edificio y la cubierta plana, como si fuera una terraza. Hay demasiadas ventanas al exterior, demasiadas terrazas y cornisas. Si antes no hacían ventanas al exterior quizá fuese una manera de combatir el calor. Y esta gente debía saber mucho de combatir el calor.


La carretera es el eje del pueblo. Es la calle principal. Los comercios están a ambos lados y la mayor animación está allí. Generalmente los coches pasan demasiado deprisa para ser una calle, creen que siguen en la carretera. Las calles normalmente no están asfaltadas, es la arena la que las recubre. Todo tiene un aspecto bastante moderno y occidentalizado: los mis-mos modelos de farolas, los carros de los barrenderos, los automóviles, las antenas parabólicas, las persianas, las puertas, las contraventanas.


Los chicos jóvenes se sientan en un bordillo y allí charlan de sus cosas, y se ríen y hacen las mismas burradas que los chicos jóvenes de cualquier parte del mundo.


 Pero aquí están sólo los chicos; las chicas no están. Cuando salen del instituto (liceo) pasan en grupitos delante de los chicos; se dirigen pocas palabras y ellas continúan solas. Aquí no hay discotecas, ni bares, ni lugares de encuentro donde vayan chicos y chicas. Cuando hay algún acontecimiento las chicas van en grupos y los chicos sólo las miran. No sé cuando ni donde se verán, es algo que no he llegado a averiguar. Lo que sí me explicó Aka es que hablan mucho por el teléfono móvil; esa es la manera como más se relacionan. A mi me parece que esa es una costumbre un poco aburrida y sosa. ¿Y por qué no cambiarán con lo que a los chicos les gusta estar con las chicas y a las chicas con los chicos? ¿Por qué algunas costumbres serán tan difíciles de modificar? A lo mejor el carácter eterno e inmutable del desierto tenga algo que ver.


            Y las puestas de sol, también aquí en las aldeas, son maravillosas. El carácter eterno e inmutable del desierto que se manifiesta en todas las cosas.


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