lunes, 4 de mayo de 2020

LIBIA (6) – Pinturas y grabados en el desierto.

Resulta que el desierto del Sahara no ha sido siempre un desierto. 


Hace 12.000 años era una zona rica en pastos donde vivían numerosos animales salvajes. Los hombres también vivían allí. 


Viajando por el desierto se ven cauces de antiguos ríos, cauces que hoy están secos y en los cuales se encuentran restos de aquellos hombres que vivieron aquí cuando esto aún no era un desierto. Los restos están en forma de pinturas y grabados. 



Las pinturas suelen estar en pequeños abrigos y los grabados están sobre rocas planas. Ambos, tanto pinturas como grabados, están en las orillas de aquellos antiguos ríos.


            Estamos en Wadi Mathendush. Todo está lleno de cantos rodados, pero hoy no hay agua en este antiguo río. Vamos andando a lo largo del cauce.



 Las paredes son altas y bastante verticales y en muchos lugares hay grabados de animales salvajes: elefantes, jirafas, rinocerontes, hipopótamos, leones, cocodrilos, búfalos, felinos, avestruces, … Estos grabados se hicieron desde hace 12.000 años hasta hace 10.000 en la época que se llama  fase de la gran fauna salvaje, en la que los grabados representan a los animales salvajes que se cazaban y que poco a poco fueron desapareciendo pues la desertización obligó a los animales a emigrar hacia el sur. 



 Algunos grabados están muy bien hechos, algunos de aquellos hombres eran auténticos artistas. Hay grabados en los que la sensación de movimiento está magníficamente conseguida. Es muy entretenido ir andando despacio y con la mirada descubrir un hipopótamo, o un cocodrilo o cualquier otro animal inimaginable ahora aquí.


            El cauce del antiguo río va como hundido respecto a la llanura que le rodea. Pero lo que le rodea es una gran desolación. Es un reg o pedregal inmenso que se pierde en un lejanísimo horizonte. Y viendo ésto, el cocodrilo y su cría que hay a mi lado deciden quedarse un poco más donde están, esperando en que cambie a mejor.


            Desde las altas orillas se ven magníficamente los cauces de estos antiguos ríos. Aún hay algo de humedad. Una especie de sandías que ningún animal come porque son muy amargas, crecen por algunos sitios. Cuando se secan los pastores las pulverizan y se las dan a las cabras mezcladas con otras hierbas.



            Ya no veo más grabados. Ya sólo veo pinturas que están en pequeños abrigos junto a estos antiguos ríos. Entre el 10.000 y el 8.000 a.C se dibujan cazadores y representaciones humanas, es la fase de las cabezas redondas.



            Los antiguos ríos son como ríos de arena. Desde estos altos los comparo con esos otros ríos de hielo que también me gustan tanto.



 Este color dorado de la arena, con manchas verduscas y como con morrenas o islotes alargados de rocas negras, me gusta mucho. Me da mucha sensación de fuerza. ¡Montañas con ríos de arena que sirven de carreteras! ¡Paradojas y encantos del desierto!



            Y estos valles encajonados eran magníficos lugares para cazar. Se conducía a los animales salvajes hacia valles sin salida, hacia corrales de donde era imposible escapar y allí se les daba muerte. Pero los animales salvajes eran cada vez más escasos. Fue un gran invento domesticarlos. Esto ocurre hace 8.000 años. Las pinturas de esa época son de la llamada fase pastoril, en la que se ven los comienzos de la práctica  ganadera, aunque aún se siguen representando escenas de caza.



            Junto a estos abrigos donde están las pinturas viven también los nómadas. Estos abrigos les han servido como apriscos para sus cabras. Allí estaban doblemente protegidas, pues a la protección natural se sumaba la protección de los espíritus que habían hecho esas figuras. Porque esas figuras, esos escritos en la roca, no son de otros hombres, son de espíritus que las hicieron desde el principio de los tiempos.
            Algunos de esos dibujos son preciosos. Y al amanecer o al atardecer, todo depende de la orientación del refugio, las pinturas adquieren un brillo especial, adquieren un mayor colorido. No me extraña que los hombres del desierto, que no habían salido nunca de aquí, pensasen que eran cosa de espíritus. Eran cosas de espíritus que conocen a los animales actuales y que se imaginaban a otros animales desconocidos y que eran largos, finos y ágiles, con unas características que no tienen los mortales. Son seres que corren más y manejan arcos y flechas grandísimos. Son espíritus.


            Las pinturas muestran un gran alboroto, una gran actividad. Todo está lleno de vida y dinamismo. Hoy esa vida y ese dinamismo, ese cazar y pastorear, ese correr y laborar en actividades domésticas es impensable. 



Todo es calma, todo es quietud. La única vida posible es la del espíritu, la de pensar e imaginar cosas inimaginables en otro sitio. Quizá sea el sitio el que haga que los espíritus imaginen seres y situaciones que no se nos ocurrirían en ningún otro lugar. En sitios como éste se inventaron dioses, se crearon leyes de dioses, se crearon religiones ¿Y no son las religiones invenciones, creaciones, del espíritu?


              Aquí en el desierto, en las montañas del Akakus, pienso y siento cosas que no siento ni pienso normalmente. Estos valles, estas planicies eran enormes pastizales. Hoy son espacios sublimes donde el alma se recrea y se ensancha y piensa en cosas hermosas. ¡El desierto! ¡Hay qué cosas tiene el desierto!  


Sobre el 4.000 a.C. varias zonas se vuelven todavía más inhóspitas y muchos de sus habitantes se refugian en las pocas zonas que aún ofrecen oportunidades de supervivencia, como los valles y los cursos de los ríos. 



Los dibujos que hacen pertenecen a la fase llamada del caballo porque aparece este animal tirando de carros, así como personas vestidas. A mis estos dibujos me parecen mucho más feos y más faltos de vida que los de épocas anteriores



 Y estos antiguos cauces de ríos me parecen preciosos. Voy pisando la arena, voy viendo grandes paredes rocosas, agujas que surgen por algunos sitios, arcos de piedra iniciados por el agua y continuados por el viento y la arena, arena que se amontona contra algunas paredes rocosas y forma como unas dunas que no acaban de serlo,



 y cuando el río se ensanchaba el efecto que produce hoy es magnífico: una ondulada extensión de arena, con montañas negras en los bordes, con pequeños islotes negros y con pinceladas, muy pocas pinceladas, de color verdoso.


Sobre el 2000 a.C. el clima ya es decididamente desértico. En los dibujos aparece el camello, que  junto con el avestruz son los únicos capaces de sobrevivir en estas condiciones. A causa de la creciente aridez los lugares del arte rupestre se abandonan y como los pocos nómadas que viven luego por aquí les consideran obra de los espíritus se logra que lleguen intactos hasta nosotros.



No me interesan casi los dibujos y grabados prehistóricos, pero éstos han sido un magnífico pretexto para recorrer uno de los lugares más impresionantes de la Tierra: el desierto.

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