miércoles, 20 de febrero de 2019

ESPAÑA: POR EL NORTE Y A ORILLAS DEL MAR  (3).
 
      Ea es un pueblo pequeñito, como una aldea. Me gusta y no me gusta. Me gustan sus casas, sus puentes, sus colores.
No me gusta que esté todo lleno de coches y me produce tristeza ver los carteles en los que se maldice al visitante si este no respeta la lengua vasca, ni sus costumbres, ni su derecho a decidir su independencia. Con maldiciones, con odios y con rencores poco bueno se puede construir.
 Veo una casa de 1810 en la que está escrito: “Esta casa la mandó construir…” y está puesto en castellano. Entonces no circulaban aún las ideas de Sabino Arana y nadie oprimía al pueblo vasco ni éste se sentía oprimido por nadie. ¡Hay que ver lo que pueden hacer las ideas de algunos hombres!
        Voy por una zona de acantilados. Todo está gris, de un bello color gris. Casi de repente aparece Elantxobe, un pueblecito pequeño, situado en una ladera empinada, tan empinada que parece que el pueblito se va a escurrir y a meterse en el mar.
 Las casas son feotas, sin gusto, sin estética de ningún tipo. Es una pena como se han destrozado todos estos pueblitos. Hay casas que se parecen a las del Tirol, ¡como si el Tirol tuviese algo que ver con el país vasco!
Un señor gordo, con el torso desnudo tiende la ropa desde su ventana, cuando paso me hace un gesto de saludo con la mano.
 
        El bosque pintado de Oma es sorprendente, es de una originalidad única. Es una obra de arte en el más puro sentido de la palabra. Yo me imaginaba que todos los árboles estarían pintados igual, con el mismo motivo, pero no.

 Los motivos van cambiando y ello le da aún más dinamismo porque según se va andando todo cambia, todo se ve de distinta manera. Son objetos pintados y como tienen volumen en cuanto cambia el punto de vista también cambia su aspecto. Y esta variabilidad hace que la atención esté permanentemente activa buscando no se sabe qué, imaginando que va a aparecer, estando expectante ante lo que habrá en el vallecito que se adivina y no se ve, estando como sorprendido por esos ojos que miran nuestro asombro a la vez que adornan y producen aún más asombro. Algo tan dinámico como esto no lo había visto nunca.


 Aquí está la belleza del color, de las líneas, de las manchas, de las formas y de la naturaleza, porque todo forma un conjunto: los colores y formas del artista, el color verde de las hojas, las estrías de los árboles, el color de las hojas secas caídas, el azul del cielo, las piedras.


Las formas han cambiado, a veces se complementa la forma que hay en un árbol con las que hay en los alrededores, y esos conjuntos de formas se van viendo de distinta manera a medida que el espectador se mueve. Es una obra de arte que me sorprende y me gusta muchísimo.
        El puerto de Bermeo es muy bonito. Está lleno de barcos de vivos colores y los barcos están apretaditos unos junto a otros, como dándose compañía, como quitándose el miedo a no se sabe qué.  Los colores se reflejan en el agua y todo parece más bonito todavía.

        Bermeo cuenta con el casco histórico más extenso de todo el País Vasco, pero aún así es muy pequeño.


Todo está lleno de casas nuevas, de casas horrorosamente nuevas. Lo que menos me gusta de Bermeo es que todo está en euskera y no hay ninguna indicación en castellano con lo cual en ocasiones estoy completamente perdido. Menos mal que la amabilidad de la gente es mucha y preguntando no tengo problema para encontrar mi camino.
        Pasado Bermeo hay un mirador desde el que se ve la costa así de bonita, así de verde, llena de matices de colores.

        Hace mucho viento en el cabo Machichaco. Acantilados enormes. Grupos de cormoranes en fila que vuelan rozando las olas y parecen cisnes negros. ¡El viento, las olas, el mar! ¡Qué inmensidad la del mar! ¡Qué espectacular! Y si grande es el mar el cielo no se queda atrás. ¡Anda que no es grande el cielo! El cielo es más grande que el mar. El cielo unas veces te acoge, te cobija, otra te aplasta, te hace empequeñecer.

        Desde la ermita de San Juan de Gaztelugache la vista es impresionante. No hay palabras para describirlo. ¡Acantilados enormes! ¡Un mar poderosísimo! ¡Qué espectáculo! ¡Islotes rocosos, arcos en la piedra, la espuma de las olas, su sonido rompiendo contra las rocas, el verde del mar, los grises! ¡Qué espectáculo más grandioso! Es de los más grandiosos que he visto nunca.
 


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