sábado, 16 de marzo de 2019

ESPAÑA: POR EL NORTE Y A ORILLAS DEL MAR  (8)


        Amanece un día gris y lluvioso en San Vicente de la Barquera. Desde el camping veo estas vistas. Luego me doy un pequeño paseo por el pueblo pues el pueblo también es pequeño y no hay sitio para dar grandes paseos

  
      Me marcho por el mirador de Tina Menor desde donde se ven unas vistas preciosas de la costa. El día está desapacible, lloviznando, y sobre todo el viento. Está muy cubierto, la visibilidad no es buena a lo lejos, pero sí se ve bien la costa. Con esta neblina todo tiene un aspecto como más salvaje y más misterioso.


      Unquera está en un cruce de caminos, en la carretera que va de Santander a Oviedo y la desviación que va a Panes, Potes y Riaño.  Y Unquera no es más que una calle larga y nada más. El puente es el límite entre las dos comunidades, una orilla es Cantabria y la otra Asturias. Estos pueblos que son encrucijada de caminos tienen un encanto especial, son lugares como en los que es obligatorio pararse para tomar algo típico (aquí son las corbatas) con un café, son como un alto en el camino, como un descanso,  como un desahogo, aquí no hay nada que ver, aquí sólo se pasa. Cuando se cuenta el viaje se dice: “Pasé por Unquera” y nada más. Aquí hay tiendas entrañables, tiendas únicas,  tiendas de fantasía, tiendas en las que se vende de todo. Aquí viene la gente de las aldeas cercanas a comprar todo lo que necesitan. Es un pueblo que es como un gran almacén.
 


        El mirador de la Boriza, junto a Llanes,  es espectacular. Tiene unas vistas impresionantes de la costa y de las montañas de la costa litoral, costa litoral que es muy empinada. Hay una estrecha carreterita que atraviesa esta cordillera y desde lo alto se divisa por un lado la costa y por el otro se tienen casi enfrente los Picos de Europa.


 
 

El día está muy desapacible, a ver si mejora y me puedo dar un paseo por la costa de Llanes. El paseo que se puede uno dar por los acantilados de Llanes es uno de los mejores que se puede uno dar por la costa cantábrica. Constantemente se va por el borde de los acantilados, unos acantilados verticales, con unos estratos atormentados, que tan pronto van horizontalmente como en sentido vertical. Hoy las olas baten con fuerza, con furia y el espectáculo es grandioso. Y según se va andando se van viendo más y más acantilados. Un poco más allá aparece un grupo de islotes, un poco más adentro hay como unos arrecifes, aquí abajo el acantilado muestra un espolón afilado contra el que rompen las olas.  ¡Qué gran espectáculo! Y lo más bonito que tiene pasear por la orilla del mar es que el espectáculo es diferente a la ida que a la vuelta. Parece como si el paseo fuese por otro lugar según se vaya en una dirección u otra.


        No sé a quién se le ocurrió la idea de pintar los bloques del rompeolas, pero la verdad es que queda bonito. Es una idea original.



        Siguiendo por la costa hacia Ribadesella paso por el monasterio de San Antolín, al borde del mar, rodeado de un paisaje grandioso, donde las olas se estrellan contra los acantilados. Poco a poco el oleaje es más intenso y el espectáculo más bonito.


      

   
      La playa de San Antolín está un poco más lejos. Es una playa enorme, llena de gaviotas, con la espuma blanca, blanca y con un arco natural en uno de sus extremos. el cielo se está despejando y posiblemente mañana hará un magnífico día. Pero sin pensar en mañana y aprovechando el hoy y el ahora, me doy un paseo por esta larga playa. Las gaviotas levantan perezosamente el vuelo y van a posarse un poco más allá.



      La playa de Cuevas del Mar debe su nombre a que está llena de cuevas. Hay mucho oleaje y el espectáculo es impresionante. Hay unas olas enormes que rompen a la entrada, y aún estando lejos resultan enormes ¡Cómo serán de verdad!
 



Me dan ganas de quedarme aquí tiempo y tiempo pues es maravilloso, aunque bien pensado lo que he visto el resto del día no ha estado nada mal y no he pensado en quedarme más rato en ninguno de los sitios.

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