sábado, 5 de enero de 2019


LA RUTA DE LA SEDA (10) MERCADOS EN KASHGAR Y YARKANDA
Hoy es domingo 23 de agosto. Hoy hay que ir a ver el mercado de ganados de Kashgar.

 Relativamente temprano, cuando aún están llegando los ganaderos con sus animales empiezo a visitarlo.

        Ya no hay camellos en el mercado de Kashgar. Ya no se cambian por caballos por los viajeros que van hacia el oeste. Ya no se cambian los caballos por camellos por los viajeros que van a bordear el desierto de Taklamakán. Ya los comerciantes no van con caravanas. Por eso no hay camellos en el mercado de Kashgar.
        Como cada domingo, desde hace cientos de años, se celebra en Kashgar el mayor mercado de ganados de todo el Asia Central.
        Los animales llegan en camiones, en remolques de tractores, en motocarros, en carros y andando. ¡Qué curioso ver carritos con rediles improvisados transportando cabras u ovejas! ¡Qué curioso ver ovejas como empaquetadas, pero sin estar atadas, sobre un carrito!  Y cada especie animal ocupa su sitio en el mercado.

         ¡Cómo me recuerda este mercado el que yo veía los viernes en Ávila cuando era niño y jovencito! Recuerdo con alegría los paseos por aquel mercado. El recuerdo de aquellas imágenes se mezcla con las que estoy viendo ahora. ¡Cabritas blancas, lanudas, pequeñas! ¡Cabritas como de juguete! Cabritas que al ser tan pequeñas necesitan menos comida y pueden vivir en los lugares más pobres e inhóspitos. Cabritas llevadas algunas con mimo, quizá con pena, pues es la única cabrita que vende el hombre y la lleva atada como si fuera un perrillo. ¿Por qué sólo venderá una? Es una cabrita que me recuerda, no sé por qué, el cuento de Clarín de “Adiós cordera”

          Los machos cabríos tienen un mirar altanero, orgulloso.

         Hay ovejas de varias clases, de varios colores. Están atadas por la cabeza y colocadas unas junto a otras. Me detengo y me fijo en ver como las colocan. Lo hacen con energía,  pero con cuidado, con cariño. Son el fruto de un arduo y duro trabajo y con eso no se juega.
Unas ovejas están con lana, vienen de las montañas y de zonas frías y los animales tienen que protegerse del frío, otras están recién esquiladas y algunas esquiladas aquí mismo para que se vea mejor su lustre y se puedan vender antes y mejor.
Las cabritas son pequeñas, pero las ovejas no. Son como las españolas o incluso más grandes. Son unas ovejas diferentes de las de España. En la parte de atrás, alrededor del culo, tienen unos bultos que luego en la carnicería he visto que son bolas de grasa; y esa grasa, que en España tiraríamos, aquí es muy apreciada.
        

           Si hay muchas ovejas y cabras, los burros no se quedan atrás. Son burros negros, finos, elegantes. Son burros que se ven por todas partes, por todos los pueblecitos, por los caminos. Son burros que se ven tirando de un carro, que se ven como montura de un hombre, de un anciano, de algunos niños, son burros que se ven con grandes cargas de hierbas o de leña.

        Comprar o vender el ganado es algo muy importante para estos hombres. Las transacciones son largas. Duran bastante tiempo. Casi siempre hay un hombre que hace de mediador, de facilitador de la compraventa. Otros hombres, amigos, conocidos o simplemente curiosos, y de todas las edades, desde niños hasta ancianos, se acercan a ver y a oír. Y entre ellos hacen comentarios,  aunque lógicamente no sé cuales son porque no entiendo nada de lo que dicen. Este aspecto, estas costumbres de los ganaderos a la hora de comprar y vender también me son familiares pues son muy similares a las que veía en el mercado de Ávila desde que era niño.
        Hay más vacas de las que me esperaba. Algunas son de las mismas razas que hay en España y Europa.

            Otras son muy diferentes y para mí desconocidas, como esas vacas con esos colores como jaspeados nunca vistas por mí hasta ahora o esas otras con los cuernos en una dirección casi contraria a la que tienen las vacas de Europa.

        Y tantas personas que vienen aquí a comprar o a vender ganado también aprovechan para comprar o vender otras cosas. Los alimentos es lo primero con lo que se comercia. Alimentos para llevar a casa o alimentos para comer aquí pues el día es muy largo. ¡Cómo me llaman la atención estas zanahorias amarillas! ¡Nunca las había visto! Y veo montones y montones de sandías.
          ¡No me imaginaba que aquí se produjeran y se consumieran tantísimas sandías! ¡En todos los pueblitos, por las carreteras, por todas partes se ven puestos de sandías!
 Con el pretexto del mercado de ganado también hay otro mercado de cosas relacionadas con la vida agrícola y con la vida en el campo tal como ellos la viven.

Por estas tierras son escasos los árboles. Los que hay están en los oasis. Aquí, en el mercado, hay un importante comercio de madera. Los carros vienen cargados de ella y muchos se van cargados también de ella.
        Los carros son importantísimos para estos hombres. Por todas partes hay carros. En el mercado también se venden.
 

MERCADO DE YARKANDA.
      En Yarkanda también hay mercado. No es tan famoso como el de Kashgar pero es muy grande y muy variado. ¡Ah! ¡Y aquí no hay turistas! La gente me mira y me mira y me doy cuenta que posiblemente lo hagan porque soy la única persona que lleva gafas.

        Y nada más entrar en el mercado de Yarkanda veo a esta pobre mujer pidiendo. Imagino que esos panes y esa gallina que están junto a ella serán donativos de la gente que pasa por allí. Me da mucha pena ver a una pobre mujer pidiendo como ella pide. Pide de una manera suplicante, pide con muchísima humildad, pide como humillándose. Es muy triste ver a una mujer joven, posiblemente viuda o repudiada, con el rostro totalmente tapado y alzando la mano a aquellos que se aproximan. Iba a decir que es una nota agridulce, pero no es agridulce, es tremendamente amarga.


      Y en este mercado empiezo a ver de todo. Hay alimentos, para llevar y para consumir aquí. Hay ropa, y hay muchos patos. Enseguida veo a este hombre con su saco al hombro y a estos dos patos sacando el cuello por esos rotos que tiene el saco. Es una manera lógica de llevarlos, pero a mi no se me habría ocurrido.

        Y me encuentro con un puesto de medicina tradicional en el que se expone una garra de oso, un hasta de ciervo, y muchos animales secos como: murciélagos, sapos, ranas, lagartos, culebras, escorpiones e insectos. Su uso es muy simple: se trituran en un mortero, los polvos se echan en un líquido y se bebe. A lo mejor hasta son eficaces. Curiosos y pintorescos sí que lo son.             
Hay puestos de pimentón o algo parecido, llenos de color, color que hace juego con las escobas que venden más allá.
 
           Comidas exquisitas: cabezas de corderos recién degollados. Cabezas que la gente mira con cuidado y escoge mirando mucho. Y al lado unas mujeres ofrecen las cabezas sin piel y las vísceras ya listas para consumir. Es una visión un poco dura para la sensibilidad de un europeo que ya se ha acostumbrado a ver todo envasado  y con una limpieza casi de quirófano.



        Un poco más allá está la zona de los animales, de los pequeños animales domésticos: patos, gallinas, conejos, palomas, gatos, erizos y pájaros. Los patos son los que más abundan y esto me resulta curioso, pues toda esta zona es desértica y donde vive la gente es un oasis. Supongo que habrá agua, pero al fin y al cabo están en una zona desértica y parece que no pega mucho que haya patos. Los patos los venden de todos los tamaños. Los hay pequeñitos, medianos y grandes, algunos tan grandes que a lo mejor son gansos u ocas, no estoy seguro. Los llevan en bicicletas, en cajones, en jaulas y hasta en la mano. Me resulta muy chocante ver tanto pato aquí. 
        Ya he dicho que además de patos hay otros muchos animales. Los pollos son los que siguen en abundancia, pero los pollos no me llaman tanto la atención. Además son pollos como con malas pintas, como mal cuidados. Será que no les gusta ni la carne ni los huevos de gallina.

Una mujer vende unos gatos pequeños que tiene metidos en una jaula. Un niño que hay al lado, y que vende pollos, los está mirando continuamente.
Las palomas que hay por aquí son de esa raza que tiene plumas en las patas. En España sólo las había visto en alguna exposición de avicultura, aquí son las más corrientes. Las que son corrientes en España aquí se ven muy poco.
Al ladito están los conejos, conejos casi todos blancos. Conejos muy limpios, con las orejas sonrosaditas. Conejos a los que sacan de la jaula para que los posibles compradores los cojan y comprueben lo gorditos o flaquitos que están.
Y en una jaula veo todos estos erizos. No veo más. No sé para qué servirán, imagino que a lo mejor es para comerse caracoles, escarabajos, ratones u algún otro animal.
Y aquí también hay afición a los pájaros. Sólo veo un puesto donde venden distintas clases de pájaros de jaula. Casi todos son desconocidos para mí, sólo algunas cotorras me son familiares.

Y aquí, en el mercado de Yarkanda, si que hay camellos. No hay muchos, pero hay algunos. Yarkanda está en un oasis, todo alrededor es un desierto. El gran desierto de Taklamakán está muy cerca. Estos camellos son muy grandes, enormes; dan una gran sensación de fuerza y poderío. Algunos tienen las jorobas tersas, otros caídas.
Mucho, muchísimos más abundantes que los camellos son los burros. Yo creo que aquí hay más que en el mercado de Kashgar, aquí hay más carros, más gente que vive en el campo y del campo.

             La gente ha venido desde todos los pueblos de alrededor en sus carros. Toda la familia ha venido aquí. Los niños están cansados y se duermen en el carro. Los padres o descansan con ellos o buscan mercancías en el mercado.
Aquí también hay muchos troncos de árbol al igual que en Kashgar.  Yo creo que aquí hay un almacén permanente donde se puede comprar y vender madera cualquier día.
Estamos en Asia y el arroz es más abundante que el trigo. El arroz es una de las bases de la alimentación. La gente compra el arroz por sacos. Sólo hay unos pocos abiertos para que la gente vea las variedades que hay o para que de muy tarde en tarde alguien se lleven unos kilos en un talego.

Las mujeres están sobre todo en la zona de las telas y de la ropa. Todo es muy coloreado, hasta la ropa interior. Sólo hay ropa interior de color blanco y rojo. Ninguna de las mujeres que iba en el viaje había visto tanta ropa interior de color rojo.

        En otra calle venden pequeños objetos de madera que no sé bien para que sirven. Unas mujeres agachadas en cuclillas miran detenidamente algunos objetos. El vendedor indolentemente mira hacia otro lado. Un bebe sentado al lado del vendedor se entretiene con su biberón. El tiempo aquí no pasa. Todo ocurre igual desde hace siglos. El tiempo aquí se ha detenido.

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