miércoles, 30 de enero de 2019

SENEGAL (5) - TOUBA 
         Hemos tenido la suerte de venir a TOUBA en las fechas en las que hay la gran peregrinación anual a esta ciudad santa del mundo musulmán senegalés.
           Nos contaron una historia de un santón que empezó la mezquita y que luego han seguido sus hijos, pero eso me da igual; lo considero de escasa importancia. La gente está empezando a marcharse a sus hogares, los autobuses van bien llenos; realmente nunca les había visto así, con el interior a reventar y la gente subida en el techo y agarrada a las escaleras, tal como se ve en documentales y películas.
          ¡Siempre las películas! Aquí me doy cuenta de la importancia que han tenido para mí las películas, el cine. La de cosas que he aprendido, la de cosas que he imaginado y la de cosas con las que he soñado gracias al cine.
        La mezquita es enorme. Nosotros solo podemos visitarla por fuera. La mezquita se parece a las del mundo árabe y eso que queda un poco lejos de aquí.
 Es una lástima que no hayan sabido o querido hacer una mezquita con un aire propio, con un aire del África negra. Las mezquitas del Asia Central, las de Bukara y Shiva no se parecían a las de ningún otro sitio; las turcas también tienen un aire propio; las de España también. ¿Por qué las de aquí no? ¿Porque el dinero es árabe? La mezquita es lujosísima. Está hecha con los mejores materiales del mundo: mármol de Carrara, granito de España, areniscas de no sé dónde y cosas así. Rápido pensamos que sería mejor dedicar tanto dinero a mejorar las condiciones de vida de la gente pobre, pero alguien nos recuerda que en Europa también se hacían catedrales en lugar de mejorar la vida de los pobres. Y aquí me vuelvo a dar cuenta una vez más del enorme poder de las ideas.
         Hay dos filas de personas, una de mujeres y otra de hombres, y cada una con entradas por puertas distantes, bien separadas para que no haya tentaciones.

        Me resulta curioso ver lo juntitas que están las mujeres en su fila. Están apretadas como si fueran pajaritos que se arriman en el invierno para protegerse del frío. ¿Por qué las mujeres se apretarán tanto y los hombres no?
 Me resulta muy bonito ver a las mujeres con sus mejores galas, llenas de colores brillantes, llamativos, chillones, colores que ni el más atrevido de los pintores occidentales se atrevió nunca a plasmar.
Es un magnífico espectáculo que no me canso de mirar y remirar. Además las mujeres senegalesas son muy guapas y a la belleza de sus trajes se une la de sus rostros.
        Conducidos por un guía senegalés entramos en unas salas que son como un patio cubierto de la mezquita, no es el interior de la mezquita. Aquí se nota mucho la influencia de los marroquíes, sobre todo en los decorados. Y yo sigo mirando sobre todo a las mujeres y a los niños. Las mujeres van con sus mejores galas, tan guapas, tan elegantes, tan vistosas.
Me sorprende la elegancia con la que se mueven incluso llevando a las espaldas a su bebé. Me sorprende la naturalidad con la que se sientan en el suelo a pesar de que llevan sus mejores trajes.
No me puedo imaginar a chicas europeas vestidas para una boda o una fiesta importante, sentarse en el suelo de un lujoso hotel o en un ayuntamiento o en las escaleras de entrada a una iglesia.
        Todo lo que veo es un lujo, un lujo de color como jamás había visto. En ocasiones he visto en Europa trajes de colores vivos y vistosos, pero comparándolos con lo que se ve aquí, aquellos son colores apagados, mortecinos. Me encanta ver esto y eso que venía con la idea de que era un lugar triste y aburrido, sin ningún interés según lo que leí en una guía. Cuestión de opiniones y de pareceres. Vamos por otros patios y por todas partes más de lo mismo. Mujeres y mujeres con trajes preciosos, de unos colores exuberantes. Esto es la lujuria del color.
         ¿Y los hombres? ¿Dónde está los hombres? Estas mujeres han venido con sus maridos pero a ellos parece que se los ha tragado la tierra y eso que aquí no hay bares.
        Y desde aquí hacia St. Louis, hacia el norte, metiéndonos cada vez más en el Sahel, la tierra dura e inhóspita por excelencia. 

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