jueves, 23 de abril de 2020


EGIPTO–EL DESIERTO BLANCO (4) Por las setas.

            Hoy es el día en el que se hace el recorrido por el Desierto  Blanco más blanco. Es la zona donde hay más rocas blancas y donde la erosión les ha dado formas caprichosas. Esta es la zona de lo que los ingleses llaman Mushrooms y nosotros Hongos o Setas.  Hemos pasado la noche entre grandes losas de roca blanca, separadas por zonas de arena y pequeños hitos rocosos. Cuando me levanto y voy a buscar un lugar para ir “al baño” veo un paisaje alucinante: blancos, rosas y malvas nos rodean por doquier. Parece que ha nevado y que estamos en Finlandia, en un rincón escondido de los Pirineos, los Alpes o los Picos de Europa, pues viendo una foto uno no se puede imaginar que estemos en una de las zonas más áridas del Desierto del Sahara.
  

            Nuestros guías se reparten el trabajo y cada uno empieza a hacer sus cosas. Lo primero, como una cosa que es casi sagrada, es encender la lumbre de palos y poner el agua para hacer el té, su té. Té al que invariablemente nos invitan y que no se puede rechazar si no se corre el riesgo de que ellos se sientan como despreciados. 


        Y mientras uno prepara el té, otro prepara el agua y demás componentes de nuestro desayuno. 


          Y mientras tanto, el otro, recoge las mantas, pone la mesa, distribuye cubiertos y cacharros, guarda los de la cena, etc. y cuando nosotros hemos terminado de desayunar  empiezan ellos. Ya han tomado mucho té, pero no han desayunado, no han tomado nada sólido.


            Y después de estos primeros trajines mañaneros empezamos a andar, y lo hacemos por un mar de dunas blancas petrificadas. Eso es lo que parece, pero en realidad es la gran placa de roca de yeso blanca modelada por la erosión del viento. 


 Y a medida que vamos andando vamos viendo formaciones rocosas de formas caprichosas. Las hay de todos los tipos y maneras y si sus formas son caprichosas sus nombres no se quedan atrás: los leones dormidos, la esfinge, el caballo de ajedrez, la tortuga, etc.



            Hoy nuestro guía es el chico más joven. Anda muy deprisa y como nos deja atrás se para, se tumba y espera a que lleguemos. Me hace mucha gracia eso de que se tumbe, nunca había estado con un guía que se tumbase con tanta frecuencia.  Cuando llega donde están los otros se tumba y  uno de ellos le empieza a dar un masaje por las piernas y la espalda. Las chicas dicen que eso lo hacen para que ellas digan que también se lo den, que también les duele la espalda y las piernas; y con el pretexto de darlas un masaje ellos se dan un buen calentón.






            Por casi todos los sitios se ven piedrecitas negras que resaltan mucho y que me recuerdan a las cagarrutas de las ovejas. Son rocas que están incrustadas en las blancas. Las hay redondas y alargadas, como pequeños palitos.



         Y estas que son como palitos van saliendo poco a poco a medida que la roca blanca que las contiene se va erosionando. Y de esto me doy cuenta porque en una ocasión me tropiezo con una de estas rocas que salen verticalmente.
            ¿Y habiendo tanta roca blanca y rocas oscuras? ¿Por qué no hay arena blanca ni arena oscura?  Nadie me ha sabido dar una explicación.


            No hay muchas plantas por aquí, así que las pocas que hay atraen mi atención. Los minúsculos arbustos tienen el tronco demasiado grueso para sus dimensiones y dan la impresión de pequeños árboles; son como bonsáis naturales. 


          En algunos lugares hay como praderas misteriosas, misteriosas porque por unos sitios tienen hierbas similares a juncos y al lado no hay nada ¿Es que la humedad del subsuelo se reparte aleatoriamente u obedece a causas que desconozco? Posiblemente sea lo último. 


          Y junto a un pequeño promontorio rocoso hay una palmera, y ya no hay más; las que he visto están en los oasis. ¿Por qué habrá salido ahí? ¿De dónde vendrá el agua que la mantiene? Estos son los misterios y los encantos del desierto, porque ¿qué resulta más misterioso y más encantador que ver una planta en medio de la nada, en medio de la desolación más absoluta?


            Las rocas a veces también parecen misteriosas. ¿Quién ha colocado esas rocas debajo de la grande para evitar que se caiga? Es como un misterio pero en realidad es cosa del azar, de la casualidad, de una serie de coincidencias.


            La gran seta es quizá la roca más representativa y más fotografiada del Desierto Blanco. De cerca parece un gigantesco champiñón y desde algunas posiciones más alejadas se asemeja al hongo de una explosión nuclear.
           Andar por esta parte del Desierto Blanco es muy entretenido. No hay nada igual. A cada paso las formaciones rocosas van cambiando. Desde un sitio una roca parece una esfinge, cuando hemos andado unos cientos de metros ya no lo parece, ahora es como un gran cilindro que hace resaltar unas formaciones que hay al lado; y así ocurre constantemente.


          Me paro muchas veces, y lo hago porque al mirar hacia atrás se ven las rocas y los conjuntos rocosos de formas totalmente diferente a como se veían cuando pasamos ante ellas. Hay rocas que parece que tienen como escamas, escamas de roca que se van disgregando, descuajando; escamas que se levantan y se deshacen  en cuanto se tira un poco de ellas.


             Llegamos a un lugar donde los guías egipcios nos esperan con la comida ya hecha y servida. Nos la han puesto al sol y nosotros decimos que preferimos comer a la sombra de una gran roca. Así lo hacemos y al cabo de un rato comemos deprisa y corriendo para terminar de hacerlo y ponernos al sol porque nos estamos quedando helados de frío. Los guías comen al sol tranquilamente.  Reconocemos que nos hemos pasado de listos y que para otra vez nos tendrá más cuenta seguir sus indicaciones y consejos.


            Después de comer seguimos deambulando entre las rocas. Vamos con un andar sosegado y tranquilo, subiendo a unas rocas, descansando en otras, parando en un claro para ver y observar, nos acercamos a las rocas que son como mesas, luego a las que son como grandes peones de ajedrez, luego a la que es un caballo.



           Y así, lentamente, casi sin darnos cuenta, llega la tarde, llega la hora mágica del atardecer.


            Aquí las rocas van tomando un color entre el violeta y el rosa, pero es un color que hay que ver aquí. La cámara de fotos engaña y mucho. Hice dos fotos al mismo sitio y a la misma hora, una en la posición de AUTOMÁTICO y la otra en la posición de PUESTA DE SOL, los resultados no pueden ser más diferentes y el caso es que ninguno es totalmente artificial. En la realidad hay de los dos.
            Se hace de noche enseguida pero todavía es muy pronto para cenar. Los guías nos ponen un té y fruta como para merendar. La gente dedica este tiempo a asearse dentro de la tienda, a cambiarse de ropa, a ordenar la bolsa, a leer, a escribir, etc. 



          Yo estoy en la haima cuando uno de los guías me hace un gesto y me señala un zorro que pasa tranquilamente por delante de la puerta olisqueando todo.  Cuando cojo la cámara ya se ha ido. Encuentro estas dos fotos en Internet, hechas también en el Desierto Blanco, casualidad ¿no?
              ¿No será el mismo zorro que busca restos de comida donde los turistas?

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