jueves, 16 de abril de 2020

SUDÁN DEL NORTE (8)

JARTUM – 2
           
 Es el último día de mi estancia en Sudán. Esta noche partimos para España. Por la mañana toca visitar el mercado de Omdurmán. 

            El mercado es como todos los mercados del mundo que he visitado. Puestos y puestos donde se vende de todo, y gente que mira y mira, y luego compra.

   
        Este mercado es como otros muchos que he denominado como un Corte Inglés solo que en horizontal.

   
        En casi todos los mercados del mundo venden las mismas cosas o muy parecidas, en lo que se diferencian es en las personas que están en ellos.   
    

        
       Este gran mercado africano tiene de característico los ropajes de los hombres y mujeres que están en él, y en la amabilidad de estas personas. 


         Ellos no ponen ninguna pega si les haces unas fotos, es más, si no les haces ninguna te dicen que se las hagas.



            Me voy fijando en todo, en como transportan las mujeres los bultos más voluminosos en la cabeza, como hay puestos de algo que parecen chucherías, pero solo son frutos secos. Y como hay pequeños puestos en los que hay muy pocas cosas que comprar. Aunque vendan todo no deben de sacar mucho dinero, pero incomprensiblemente para mi, debe ser el suficiente para ir viviendo.


           Para estos países el teléfono móvil ha debido ser un invento impresionante. La gente se pasa mucho tiempo hablando por el móvil, parece que no les cuesta.


            Sudán es un país musulmán, pero hasta ahora no ha sido integrista. Me comentaba el guía que poco a poco se van metiendo los integristas, ya se ven mujeres totalmente tapadas, que no consienten que se les hagan fotografías.


           Como país musulmán no comen cerdo, y en la calle de las carnicerías solo se ven corderos y terneras, los pollos deben estar por otros lugares.


            Este hombre me pide que le haga una foto cortando esta vaca. Solo lo ha hecho para que le fotografíe. 

          Pero con tanta carnicería, hay un afilador de cuchillos que primero empieza a  trabajar con un martillo para enderezar el filo, luego los afila a mano con una piedra.


            En una calle paralela a la de la carne está la de las frutas y verduras, que son muy similares a las que hay en España, aunque lógicamente hay algunas diferentes y que desconozco totalmente.


            Hay muchas clases de arroz, pues el Nilo está ahí, y muchas legumbres similares a las europeas pero con características algo diferentes. Y esta mujer que está en su tenderete vendiendo cacahuetes y botes de tomates y bolsas con no sé qué, me deja hacerle una foto.


 A cambio le compro unos cacahuetes y me quiere dar tantos que le tengo que decir que ya basta, y entonces me quiere devolver unas monedas que no acepto. A esto le llamo yo honradez.

 Aquí también hay personas gorditas, de las que se alimentan bien, como este frutero.


            Y en este mercado, como en todos los sitios, hay caras preciosas, como la de esta jovencita que está pelando ajos para empaquetarlos y venderlos. Aquí la gente no pela los ajos en su casa ¿por qué? El guía no me lo ha sabido explicar, señal de que él no anda mucho por la cocina.


            El guía tiene el detalle de invitarnos a su casa y presentarnos a su familia, además de ofrecernos una magnífica merienda. Muchos estaban dispuestos a no darle ninguna propina por algunos detalles durante el viaje, como no salir puntualmente, no explicarnos bien algunos sitios que hemos visitado, etc. pero este detalle hace que le demos una buena propina.


            Y ya por la tarde visitamos a los derviches sudaneses. Todos imaginábamos que serían similares a los de Turquía, pero no es así. Estos bailan al ritmo de música africana y con movimientos africanos.


           A mí me pareció demasiado largo y demasiado monótono. Duró casi dos horas pero creo que con una habríamos tenido suficiente. A última hora apareció lo que me pareció lo más bonito de la actuación de los derviches.

           Esta niña que se fue junto a su padre. Esta es otra de esas niñas  maravillosas que he visto en Sudán.


            Y después una cena en lo alto de un moderno hotel desde el que se ve Jartum. Allí me despido de Sudán. Un magnífico viaje.

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