miércoles, 16 de noviembre de 2016

ALEMANIA - VALLES DEL RHIN Y DEL MOSELA
julio 2012

          Empiezo a recorrer el VALLE DEL RHIN DE BINGEN A KOBLENZ. Enseguida el valle se estrecha, las laderas se hacen escarpadas, el campo se empieza a llenar de viñedos (son los vinos blancos del Rhin), cada vez se ven más castillos y los pueblitos se aprietan entre el río y las laderas escarpadas. Es el valle del Rhin turístico por excelencia.


  No he visto antes el Rhin, pero por aquí están pasando constantemente largas barcazas cargadas de no sé qué (supongo que serán mercancías muy variadas) y de vez en cuando pasan barcos de pasajeros, barcos de recreo que llevan a los turistas de un lugar a otro más o menos cercanos. Y junto al río las vías del tren; no queda mucho sitio donde ponerlas, hay vías en ambas orillas y constantemente están pasando sobre todo trenes de mercancías, larguísimos trenes de mercancías.

            Y casi siempre, a la sombra de algún castillo hay un pueblito alargado, cuyas calles van paralelas al río. Son pueblos tranquilos, con viejas iglesias, viejas ruinas muy bien conservadas, y viejos castillos que están en lo más alto y eran el lugar donde vivía el señor que cobraba por pasar por sus territorios; era una buena forma de vivir. Hoy diríamos que eran salteadores pero entonces eran señores que protegían las mercancías de los posibles asaltantes, que en definitiva sólo eran ellos.


           Ya está avanzada la tarde. En los pueblitos están cerrando los comercios, pero la actividad en el río continúa imperturbable: barcazas que van y vienen, trenes que van y vienen, y todo ello sin parar, sin parar. No me extraña que se considere a Alemania como el motor de Europa. Los castillos están como ajenos a todo este trajín, este jaleo no va con ellos. 


Hay muchos campings a las orillas del río. Paro en uno de ellos, y desde él sigo viendo el enorme trajín del río. Y aquí me encuentro algo que no me esperaba: conejos que andan tranquilamente entre las rulots y caravanas y que solo corren cuando te acercas demasiado; un nido de colirrojo tizón en el cajetín de  los enchufes (había un cartel en alemán que avisaba para no molestarles, pero como no sé alemán les di un pequeño susto); ocas salvajes que pastan en las praderas del camping y que luego se van a dar un paseo por el río, toda en fila para que el padre o la madre los tengan controlados. Esta es la parte salvaje del Rhin. Otra clase de  vida. 

       En Koblenz acaba el valle del Rhin, y allí se junta con el Mosel (Mosela en castellano). Desde esta ciudad voy a recorrer el valle de este río, pero antes tengo que visitar esta ciudad. 

          KOBLENZ está muy tranquila a esta hora de la mañana. El día está muy gris y hay una niebla baja que lo agrisa más por momentos. La iglesia románica surge esplendorosa tan nueva y tan antigua a la vez; al lado hay un parque con juegos de agua para los niños.

 Los niños ahora están en el colegio pero cuando hace sol se lo tienen que pasar magníficamente jugando aquí. Este es el único país donde he visto juegos de agua en los parques, y eso que a todos los niños les encanta jugar con el agua ¿Por qué no imitarán esta estupenda idea?
Aún hay astilleros en las orillas del Mosela, será para hacer o arreglar las grandes barcazas. 
Por todas partes alternan las nuevas y viejas edificaciones, no he visto ningún país con esta convivencia tan bien llevada.

Y en la vieja ciudad, en una de las calles comerciales más céntricas veo una tienda de sexo, con maniquíes que lucen provocativas vestimentas y junto a las cuales hay todo tipo de consoladores y cremas lubricantes, estimulantes y retardantes. No es que me escandalice, lo único es que me sorprende ver este tipo de tipo de tiendas en el lugar más céntrico y comercial de la ciudad. Pero bueno, así es Alemania.  

     Todavía temprano comienzo a recorrer el Valle del Mosel: DE KOBLENZ A TRIER. Es un valle parecido al del Rhin aunque menos cerrado, con las laderas más tendidas y con los pueblos un poco más anchos, aunque no mucho. Esta motora de la foto es de la policía; es lógico que también vayan por el río visitando pueblitos y granjas.  En este valle también hay castillos pero no tantos como en el Rhin, por aquí hay mucho menos tráfico fluvial. 

Y la niebla va y viene, se espesa y se aclara y va creando una atmósfera irreal, mágica, una atmósfera en la que solo se pueden desarrollar historias como las de los Nibelungos y similares.

           El recorrido turístico del valle del Mosel no va siempre junto al río. En muchas ocasiones se interna por las laderas y llega a valles escondidos de donde surge entre la niebla un castillo irreal, un castillo como los de los cuentos de hadas, de ogros, brujas y dragones. 

             Y cuando el itinerario se acerca al río, aparecen preciosos pueblos con castillos en un cerro próximo, con iglesias con torres de bulbo, con embarcaderos para dar un paseo por el río y verlo desde otra perspectiva. Es un valle precioso. Y lo bueno que tiene es que hay numerosos lugares en la carretera para aparcar el coche un momento y ver con más pausa el paisaje. Es algo que no debe costar mucho dinero.
   


            La carretera a veces va por lo alto de la ladera y la vista del valle es muy espectacular: viñedos y más viñedos, bosques y pueblos que se esparraman en cuanto hay un poco de sitio. El río va tranquilo, con pocas barcazas (¿será que no hay suficiente calado?) y numerosos barcos de recreo en los pueblos. 


Y así, poco a poco, el valle del Mosela se va acabando, y algún que otro castillo se asoma desde un alto para ver que todo sigue en orden. 


Y así, mirando castillos, mirando pueblecitos y viñedos y mirando barcas de recreo que ahora descansan, llego casi sin darme cuenta a Trier.

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